Continuando con el relato con base en el libro de Diego Muñoz Camargo, la Historia de Tlaxcala, tenemos que los visitantes extranjeros lograron ser recibidos en tierras de Tlaxcala, no sin antes haber enfrentado algunos encuentros ríspidos.

Después de Hernando Cortés, Pedro de Alvarado era muy querido y admirado por los indígenas de Tlaxcala y después de estar instalados en los palacios de Xicotencatl, Maxixcatzin pidió que los españoles visitaran su casa y su barrio, con cabecera en Ocotelulco, ante lo cual Cortés no se hizo del rogar y correspondió el gesto tal vez porque le convenía tener contentos a todos los señores de esta tierra para tenerlos de su lado, por lo que no se negó a las fiestas que hacían en su honor.

Una vez pasada la algarabía, se congregaron los cuatro señores de Tlaxcala junto a otros principales y caciques para hablar de buena manera con Cortés a quien le pidieron que, al ya tenerlos como hermanos y amigos, que dijera realmente cuál era su intención, qué buscaba en sus tierras.

Estando ya en paz, le solicitaban la verdad sobre si eran hijos de Dios y si eran mortales o dioses, de qué parte del mundo habían venido; aseguraron estar dispuestos a todo, guerras o sacrificios, pero querían saber si iba a continuar adelante para apoyarlo en su encomienda, o si se quería quedar a vivir que escogiera el lugar para cederle tierras, montes y aguas, le ayudarían a hacer sus casas, y si no, que dijera cuál era su voluntad.

Cortés respondió a través de la interpretación de Malintzin y Aguilar, agradeciendo la lealtad y generosidad, reconociendo su carácter de señores de Tlaxcala, y estando de acuerdo en revelar quiénes eran ellos, que eran de tierras lejanas, que eran cristianos porque eran hijos del verdadero Dios, quien creó el cielo y la tierra y de todo lo que hay en el mundo.

También dijo que venían de parte del emperador Carlos de Austria, y que los había enviado porque entendía la necesidad que tenían en cuanto a fuerza como de fe, y que les mandaba a decir que solo hay un Dios verdadero, que todos los que ellos tenían eran dioses falsos, hechos por mano de otros hombres, que no tenían fuerza, valor ni efecto.

Les aseguró que él les traía una ley mejor, la del verdadero Dios, sin barbarie de sacrificios crueles como los que usaban los indígenas en sus ritos. Les aseguró que después de esta había una vida eterna sin fin, la cual les sería enseñada por los ministros de Dios.

Sin prudencia alguna y con total atrevimiento, también les adelantó que deseaba derribar sus ídolos que los tenía engañados, que esa era su principal intención, después les ayudaría a hacerle la guerra a su enemigo Moctheuzoma cuya venganza y castigo sería su principal muestra  de amistad para después vivir en descanso.

El propósito era invitarles a convertirse al cristianismo, bautizarlos para que quedaran lavados y limpios de pecados para que su vínculo de amistad quedara confirmado para con esto “cesaran los crueles y horrendos sacrificios y endemoniados ritos… cuyos nefandos y aborrecibles pecados e infernales hechos son reprobados entre hombres de razón y de ley de naturaleza”, refiriéndose a los sacrificios y a comer carne humana.

Los señores de Tlaxcala se opusieron a las pretensiones de destruir las representaciones de sus dioses y dijeron: “¿Cómo deshaces y tienes en poco con tan gran atrevimiento la deidad de nuestros dioses y la suma alteza de aquellos que desde el cielo gobiernan la tierra? ¿Por ventura nos hablas por engaño y cautela para que ignoremos que sois vosotros los que habéis bajado del cielo para remedio de los hombres que vivimos en la tierra?… mas estos bultos y estatua a quienes servimos y adoramos son imágenes, figuras y modelos de los dioses que en la tierra fueron hombres y que por sus hechos heroicos y famosos subieron allá, donde viven en eterno descanso”.

Aseguraron que de hacer lo que les proponían, los dioses se indignarían contra el mundo y los destruirían, enviarían hambres, pestilencias y otros desastres, infortunios y calamidades por tan gran atrevimiento.

Aseguró Cortés que todo eso lo tomaba a su cargo “porque ni son dioses ni son nada ni tienen ningún poder. Persuadíos, por tanto, amigos míos, a ser cristianos y no seáis incrédulos, ni tan obstinados en vuestros errores… animaos a ser hijos de Dios, que os infundirá su divina gracia y os dará verdadera claridad y lumbre para que mejor entendáis  lo que con palabras no os puedo explicar”.

Después de un largo rato sin poder hablar por todo lo que implicaba la propuesta del capitán, respondieron al fin de común consentimiento, pues creyeron que era lo mejor para sus personas y accedieron a derribar sus ídolos, pero que si algo sucedía que no fuese a su cargo, que quedara claro que ellos no querían enojar a sus dioses, querían ser cristianos y echar agua en sus cabezas, guardar su ley y mandamientos, que ellos hablarían con su gente para que no se alborotasen, para hacerles entender todas aquellas cosas que les habían informado.

Los cuatro señores hicieron grandes juntas en sus pueblos, barrios y cabeceras donde comunicaron lo que el capitán quería y pretendía hacer en destruir y derribar sus dioses y que les daría una nueva ley, limpia y noble para lo cual era necesario recibir a un nuevo Dios. Pidieron a los pobladores que le dejaran hacer, ya que les venía a ayudar y necesitaban vivir seguros. Ante algunas inconformidades, los señores respondieron que no había más qué hacer, que se tenía que hacer lo que el capitán pedía. De esta manera comenzaban los acuerdos entre españoles y tlaxcaltecas para la gran alianza.

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