Los mexicanos en general deseamos y necesitamos un cambio de vida, de gobierno, en donde la toma de decisiones de las autoridades en todos sus niveles sea seria, honesta, con contenido, de beneficio colectivo, empezando con quien debe poner el ejemplo: el gobierno federal.
No basta con que una propuesta o una decisión tenga la mejor de las intenciones, si no beneficia a la mayoría, si por el contrario afecta al erario público y arriesga el patrimonio de los ciudadanos, es algo deshonesto y ruin, a pesar de que no se roben nada, tomar decisiones con falta de seriedad es corrupción y demagogia.
Esto viene a colación ante los continuos anuncios del gobierno de la República que no dejan de sorprendernos, y preocuparnos, si bien ya desde la campaña de Andrés Manuel López, sus propuestas fascinaban a muchos y hacían saltar las alarmas en otros.
Prometer no empobrece, pero ahora se trata de la realidad, del destino de un país y todo lo que ello implica, su desarrollo, su estabilidad, su economía, paz social, empleo, inversión, calidad de vida para todos sin distingos, no se puede arruinar a unos para ayudar a otros, es más, la exigencia es que no se haga.
Ya estamos padeciendo una de estas “decisiones” que es la cancelación del nuevo aeropuerto y no hay que hacer oídos sordos a los reclamos no solo locales, esos podrían estar controlados, sino a los internacionales.
Ahora flota en el aire otro anuncio, de esos que no sabemos si es malo, bueno o todo lo contrario, la novedad de la construcción de la refinería Dos Bocas, en Tabasco a cargo de Pemex, después de que empresas expertas en el tema, desecharon la petición del gobierno federal en monto y tiempo de construcción.
Empresarios adheridos a la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) pidieron al gobierno federal reconsiderar los riesgos que esto implica tanto para las finanzas de la empresa como para las del país.
El presidente Gustavo de Hoyos Walther manifestó que “las cosas pueden salir mal” para el proyecto, que tendrá un costo de 160 mil millones de pesos e iniciará su construcción el próximo dos de junio, para que se concluya en 2022.
Entre las razones que expuso Copamex está el tamaño de la deuda de Pemex y en ese contexto emprender un proyecto de tal magnitud en un negocio que ha sido “históricamente poco rentable”.
Además, puntualizó que el gobierno tiene poca o nula experiencia como desarrollador de infraestructura y el mundo está inmerso en un “proceso acelerado de transición energética encaminado a sustituir los combustibles fósiles por amigables con el medio ambiente”.
Este punto es muy importante, ya que a nivel mundial se está haciendo un llamado a cuidar el medio ambiente y ser autosustentables, optando por “energías limpias” ante la desastrosa perspectiva de que se agoten los yacimientos de petróleo, el calentamiento global y la contaminación del medio ambiente, por lo tanto, no es lógico ni razonable una inversión de ese tamaño en producir un combustible que otros ya están abandonando en lugar de, por ejemplo, fomentar la investigación y producción de otro tipo de combustibles.
López Obrador anunció que la licitación para la nueva refinería de Pemex había quedado desierta debido a que las empresas que participaron en la invitación restringida presentaron presupuestos y plazos de construcción más altos de los establecidos.
Además, en diciembre se informó que el Ejército será el responsable de la construcción del Aeropuerto Internacional de Santa Lucía.
Afectaciones al medio ambiente
Con la noticia de que los trabajos en la zona donde se pretende construir la refinería ya comenzaron hace meses, en 24 días desaparecieron 230 hectáreas de manglar, selva y cultivos, 40 veces el tamaño del zócalo capitalino, además se ha advertido que este terreno se inunda.
Ya desde 2011 un Manifestación de Impacto Ambiental informaba que el manglar tiene partes inundables, clasificada además como de preservación ecológica.
Al quitar el manglar ocasiona que se inunden algunas zonas, al subir la marea, el agua entrará sin freno y los terrenos con agua dulce se van a salinizar, además de ser una barrera natural contra los huracanes y preservan la vida en la costa.
La obra no está autorizada y se realizó sin un permiso, según consta en una investigación que publicó “El Universal” el 11 de mayo.
En resumen, ninguna de las cuatro constructoras convocadas por el gobierno pudo garantizar la construcción de la refinería de Dos Bocas en tres años, con un presupuesto de ocho mil millones de dólares. Por eso, se declaró desierto el concurso. En lugar de cancelar el proyecto, el gobierno anuncia que Dos Bocas sigue y lo hará Pemex, bajo el liderazgo de la Secretaría de Energía, por si fuera poco, se ha provocado un desastre ambiental en la zona, y eso que apenas es el inicio.
El peso perdió unos centavos luego del anuncio, mientras se encarecía el costo del seguro contra los defaults de la petrolera mexicana, ya que Pemex es una empresa muy endeudada y se está aferrando a un proyecto que tiene altas posibilidades de fracasar.
El futuro, no solo para los proyectos, sino para la estabilidad económica del país, según las evidencias que más de uno conoce, no es nada halagüeño pues hay que tomar en cuenta que si empresas que se dedican a construir no se hicieron responsables, qué se podría esperar de una obra de Pemex que no es constructora y por lo tanto, tampoco tiene experiencia alguna. Esperemos que el presidente atienda los señalamientos de sus asesores, que debe tenerlos, y haga algo en verdad de provecho sin arriesgar al país.
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