Escrito por: Juan Fernando Espino Rubio

El pasado diez de junio despertamos con una lamentable noticia, a las cuatro con once de la mañana la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México (PGJ) señaló a través de su cuenta de Twitterla localización en Xochimilco del cuerpo sin vida del estudiante (Norberto Ronquillo) de una universidad privada”.

El joven de 22 años, quien por cierto compartía la realidad de millones de estudiantes en México, los cuales deben dejar su estado de origen (Chihuahua) y su familia en búsqueda de sueños y mejores oportunidades, salió de la Universidad del Pedregal a las 21:30 horas, enviando un mensaje a su novia para señalarle que se dirigía a casa de sus tíos, lugar en donde él vivía, pero desafortunadamente nunca llegó. Minutos más tarde, en un momento por demás angustioso, los familiares de Norberto recibieron una llamada en la que se les exigió de manera muy violenta el pago de 5 millones de pesos a cambio de la liberación del joven, cantidad que posteriormente y de acuerdo con información de la PGJ, se redujo en un primer momento a 3 millones, para terminar en la cifra de 500 mil pesos tras las “negociaciones”. El pago fue entregado a las 3 de la madrugada por el primo de Norberto, de nombre Osvaldo, quien dejó el dinero frente a un autolavado para después dirigirse al Canal de Chalco y Piraña, lugar donde se supondría que a las 3:30 le entregarían a su primo, sin embargo esto no sucedió.

Cabe destacar que después de esperar por casi cuatro horas y llegadas las 7:00 de la mañana, Osvaldo decidió regresar a casa, encontrando en el trayecto el auto de su primo Norberto, situación que lo llevó a solicitar ayuda de elementos de la denominada Secretaría de Seguridad Ciudadana, quienes haciendo gala de la poca capacitación que tienen los cuerpos policiacos en México (cuestión que se ha venido diciendo una y otra vez durante años, pero al parecer nadie hace algo al respecto), ignoraron la importancia de realizar un adecuado embalaje de la evidencia y por consiguiente seguir la cadena de custodia correspondiente, generando que los indicios se vieran afectados.

El desenlace de esta historia es brutal, el cadáver del joven (quien por cierto estaba a días de graduarse de la carrera en mercadotecnia) fue encontrado sin vida, amarrado con cobijas, plástico y cables. De acuerdo con el parte del Instituto de Ciencias Forenses de la Ciudad de México, Norberto pereció por asfixia, su cuerpo presentaba huellas de tortura e incluso una rotura en el tabique nasal producto de golpes propinados por sus plagiarios. La barbarie en su máxima expresión.

Ser joven en este país es difícil. Lamentablemente en la actualidad no solo tenemos que lidiar encontrando oportunidades en una sociedad en la que hemos sido relegados a un segundo plano; también debemos emprender acciones que afectan nuestra calidad de vida con la finalidad de protegernos en un entorno violento, favorecido por la inacción del gobierno y un claro rompimiento del tejido social, acciones que se traducen en realizar menos actividades de esparcimiento, moderar nuestra libertad de expresión en las redes sociales y vivir en constante estado de alerta.

A los estudiantes en México nos asaltan camino a la universidad; choferes irresponsables del transporte público nos atropellan; cuando salimos a divertirnos con nuestros amigos acabamos privados de nuestra libertad por el chofer que minutos antes se había mostrado amable, ¿o ya olvidamos el caso de Mara Fernanda Castilla en Puebla?; la policía en vez de hacer su trabajo solo se dedica a extorsionarnos, ¿a cuántos de los que viven en ciudades meramente estudiantiles no les ha pasado que salen de un lugar de esparcimiento e inmediatamente son acorralados por los mismos?; aparecemos (¿o mejor dicho desaparecemos?) disueltos en ácido, ¿recordamos todavía a Salomón Aceves, Jesús Díaz y Marco Ávalos, estudiantes de cine plagiados y posteriormente disueltos en esta sustancia en el estado de Jalisco?; los que se hacen llamar nuestros amigos, nos venden por unos cuantos pesos a captores despiadados, ¿nos dice algo el nombre de José Andrés Larrañaga, joven asesinado en Puebla después de haber sido víctima de un secuestro planeado por sus “compañeros”?; ¿qué decir de la joven que fue asesinada dentro de un CCH hace aproximadamente un mes?.

Éstos son casos que por alguna u otra razón han aparecido en los medios, sin embargo son muchos más los que han caído en la cotidianeidad y desde luego no se cuentan, en mi trayectoria estudiantil he escuchado a compañeros platicarme historias sobre cómo han sido despojados de sus pertenencias por sujetos que les han llegado a colocar armas en la cabeza frente a la multitud indiferente, compañeras que han sufrido intentos de violación a unos cuantos metros de la universidad y desde luego estudiantes que sufrieron atracos en el transporte público.

Emprender acciones

No me agrada mucho lo que voy a decir, porque nunca había estado de acuerdo con lo mismo, e incluso sería aceptar una derrota frente a este mal, sin embargo, pienso que la situación actual nos está doblegando y nos obliga a emprender medidas de prevención más severas, sobre todo al momento de compartir información en las redes sociales; en el caso del ya citado José Andrés Larrañaga, sus captores lo plagiaron debido a los aparentes lujos que compartía en varias de estas cuentas, incluso llama la atención que en el caso de Norberto Ronquillo, sus plagiarios estaban al tanto de que el muchacho vivía con sus tíos.

Otra labor importante por la cual debemos pugnar los estudiantes y la sociedad en general, es la de evitar que estos acontecimientos caigan en el olvido y que además sean normalizados. De igual manera se deben revisar los protocolos de actuación de las escuelas de los distintos niveles ante este tipo de contingencias, pues como lo he mencionado anteriormente, algunas agresiones se han registrado a pocos metros de distancia o incluso dentro de las propias instituciones, y ante las mismas, en la mayoría de los casos, se han visto lentas.

Debemos continuar exigiendo a las autoridades la implementación de medidas específicas, tendientes a enfrentar este problema. En lo personal, haría énfasis en la necesidad de capacitar a las policías de los tres órdenes de gobierno, tanto las de investigación como las preventivas, sin dejar de lado soluciones a largo plazo.

Es inaceptable que ante esta ola de violencia calificada como una de las más grandes que se haya registrado en la historia de México, el “novedoso” Plan Nacional de Desarrollo solo se ocupe de describir problemas y evite en varios de los casos, señalar soluciones claras a los mismos; los mexicanos sabemos claramente que este país va a ser distinto cuando tengamos empleos, seguridad, cero corrupción y cero impunidad, sin embargo las verdaderas preguntas serían las siguientes: ¿cómo vamos a crear más empleos?, ¿cómo vamos a garantizar la seguridad de los ciudadanos?, ¿cómo vamos a dejar de ser un país corrupto?, y ¿cómo vamos a lograr terminar con la impunidad?; francamente este instrumento deja muchas de estas interrogantes en el aire.

Concluyo señalando que la mayoría de jóvenes que he conocido buscan cumplir sus metas y sueños, gozan de energía e ímpetu para transformar una realidad en completa decadencia desde la trinchera que se quiera observar, en este sentido resulta lamentable que desde hace años México se haya convertido en un aberrante túmulo de jóvenes, un sepulcro de sueños.

Jfernandoesru22@live.com.mx

Twitter: @JUANFERESPINO

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