De acuerdo con el artículo 91 del recién publicado reglamento para espectáculos taurinos del estado de Tlaxcala, los vendedores que tengan acceso a la plaza de toros, tendrán que seguir una regla tan simple, pero a la vez trascendental para las actividades que se desarrollan en el ruedo.

Se trata del impedimento que tendrán para circular por los tendidos de las plazas mientras el toro de lidia se encuentra en el ruedo, durante corridas de toros, novilladas o festivales taurinos.

El documento establece que los vendedores o prestadores de servicios tendrán “estrictamente prohibido el ingreso al callejón”, así como la circulación por los tendidos, limitándose su actividad a los intermediarios entre la muerte de un toro y la salida del siguiente.

Es común que en las plazas de toros este tipo de fenómenos se presente con regularidad, aunque en el anterior reglamento taurino también se encontraba establecido como una prohibición.

Sin embargo, las autoridades de plaza siempre ignoraron esta premisa, aunque se espera que con la nueva normativa ya modernizada y ahora más estricta, todos los sectores que integran una tarde de toros –en este caso los vendedores–, puedan ceñirse a las reglas al interior del escenario taurino.

A muchos aficionados a la fiesta brava molesta la conducta que asumen los vendedores durante la lidia de un toro en el ruedo, ya que si bien es molesto, también es de subrayar que ponen en riesgo la integridad física del torero.

El toro bravo es un ser vivo alerta en todo momento al movimiento, por lo que el constante vaivén de los vendedores en una plaza, significa un riesgo latente para el torero que esté efectuando la lidia.

El juez de plaza es la máxima autoridad, y entre sus principales atribuciones, se encuentra precisamente el dar la garantía de que se cumplirá en todos sus términos el reglamento taurino, por lo que ese punto en particular tendrá que ser respetado a cabalidad.

La cultura taurina de la que muchas veces presumen las autoridades en Tlaxcala, tendrá que verse reflejada en aspectos que buscan garantizar el espectáculo al que acude un aficionado que paga un boleto, cuyo precio oscila entre los 300 y mil 500 pesos, según el cartel.

Es decir, al pagar un boleto, el que accede al coso taurino cuenta con toda libertad para exigir sus derechos, pero también ceñirse a lo que establece el mismo reglamento.

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