Luis Manuel Vázquez Morales

 

Las fuentes para el estudio de la sociedad novohispana son tan variadas y abundantes que permiten apreciar todos los ángulos posibles para interpretar las formas de vida, particularmente, los ámbitos de la vida cotidiana. Archivos y bibliotecas hacen un resguardo de todos estos documentos, mismos que para su estudio y análisis, requieren de un tratamiento en el que su contenido converja con todos los materiales disponibles para hacer más inteligible un periodo de la historia mexicana que reclama atención.

En años recientes, particularmente en México, los testamentos se han tomado en cuenta como fuentes de conocimiento de la sociedad novohispana. En esta caso, la institución que se encargaba de dar cumplimientos a las disposiciones contenidas en estos documentos era la iglesia, por medio del Juzgado de Testamento, Capellanías y obras pías. También se dio el caso de los intestados, para estas ocasiones los bienes quedaban en el Juzgado General de Intestados.

Pero, como fuente de conocimiento, qué es lo que contienen. Primeramente, el lugar de nacimiento y dónde radica el personaje, así como información de sus padres, nombres y lugares de origen, además de su estado civil. El elemento que le da legalidad al testamento es su redacción en papel sellado y ante escribano. Otro aspecto de singular importancia y que refleja la religiosidad de la época es la profesión de fe. Una vez que se ha cumplido con esta situación se pasa a describir la situación en la que se encuentra, en plenitud o enfermo. Las disposiciones sobre la forma en la que se ha de enterrar, misas y mandas. Después se nombran herederos y albaceas, para finalmente, hacer la mención de sus bienes.

De este apartado se deprende un tema recurrente en la sociedad novohispana durante el siglo XVIII y orientado hacia las mujeres, el vestido y los ornamentos propios de una mujer. Los patrones sociales se basan en las apariencias, donde se hace evidente la estratificación social. Los inventarios las mujeres de sociedad suelen ser más ricos y son una fuente abundante para la historia de la vida cotidiana, en cuanto a indumentaria y joyería.

Muchas prendas llegaron de Inglaterra, donde los vestidos alcanzaban precios muy elevados, por la gran cantidad de ornamentos que complementaban el traje. El siglo XVIII en la Nueva España, inicia como claro ejemplo de la influencia de las modas inglesas y francesas. El individuo o en este caso, las mujeres, pueden vestirse bien para intentar ser diferentes o para ser iguales a su grupo de referencia ideal.

El complemento de su indumentaria, son el oro, la plata y las joyas, como signos de suntuosidad llevados en anillos, pulseras, aretes, incluso cintillos de joyas para los peinados. Muchas de estas alhajas y metales preciosos, eran naturales de estas tierras; pero las joyas para las damas provenían de Europa. De esas joyas se desprenden las perlas de la Nueva España, ya que para estas fechas eran muy recurrentes en los atuendos de hombres y mujeres.

Otro elemento importante, son los muebles donde se resguarda la ropa; roperos, baúles, cajas, etc. Puede deducirse que en los primeros se guardaban los trajes y vestidos; y en los segundos, la indumentaria, ropa blanca y de uso, así como cortinas, sabanas y colchas.

Se generaliza, entre las familias consideradas dignas y honradas, tener uno o dos biombos, pintados con escenas de la vida cotidiana y pinturas orientales; así como rodastrados, mueble similar al biombo.

Las damas lucían vestidos entallados de seda con escotes pronunciados y amplias faldas, debajo de las cuales se coloca un armazón de aros llamado guardainfante. Estos trajes tienen plisados, bordados e incrustaciones de hilos de oro y plata, madroños, pedrería, chaquiras, lentejuelas y listones de seda. Para complementar el cuadro, en este siglo aparecen los relojes ingleses que se colgaban de cadenas de oro o listones a los costados de los vestidos.

Para los paseos se acompañaban de un paraguas; también en los inventarios aparecen zapatos para los trajes de lujo, pero no de piel, eran de terciopelo o de otras telas finas, porqué razón, porque se sabe que el estado de las calles no era el adecuado, y en tiempos de lluvias fangoso; por lo que, en los paseos, sino iban montadas a caballo, iban en los carruajes y difícilmente descendían del carro. Tenían hebillas de oro y plata, y bordados de sedas.

En las clases altas el atuendo cambia con los acontecimientos. Los europeos dictan las modas, pero las influencias asiática y novohispana son definitivas, y dan como resultado prendas excepcionales como el rebozo. Éste entra dentro del traje informal, usado por todas las clases sociales, predominando más en la popular. Cubría la cabeza, el pecho y la espalda; se llegó a utilizar en momentos de luto. También el uso de delantales, que, aun siendo gente bien, era común en todos los estratos, uno de tantos elementos dieciochescos.

Los peinados, a manera de cono, lucían peinetas y una que otra sarta de flores; con el tiempo se complementaron con cintillos de perlas o rubíes, además de las redecillas para recoger el cabello, algunas veces éstas portaban una que otra joya.

Con la invasión de la moda, los collares de gemas fueron sustituidos por una sencilla cinta negra de terciopelo con un colgante de pedrería. Dada la abundancia de perlas, además de formar gargantillas se utilizaban en pendientes y brazaletes; estos últimos se portaban en los brazos. Así como hay productos que se adaptan a las modas, los hay, quienes se resienten a éstas, como los aderezos. Collares y pendientes de plata repujada montados sobre laminillas de oro y algunos diamantes tabla engastados.

También los productos asiáticos venidos en las naos irrumpieron la moda. Sedas, brocados, abanicos y alhajas procedentes de Japón, Filipinas y China. Los abanicos son muy frecuentes en los inventarios, fabricados de marfil, nácar y hueso.

Dentro de las costumbres se encuentran, el uso cotidiano de las cajitas de polvos, de diferente manufactura, polvos de tabaco molido que servían para estornudar; quien cargaba sus cajas de polvos, tenía que llevar consigo sus paños de rape, para sacudir los que cayeran sobre la ropa, eran fabricadas de marfil, oro, carey, plata y hueso.

Los trajes de las damas tienen influencias goyescas, son suntuosos, pero de colores oscuros con abundancia de blondas y madroños. Cubren sus hombros y cabezas, con la clásica mantilla. Ahora de carácter más frívolo, fuman continuamente y hablan de política, como costumbres que adoptaron las damas novohispanas.

Este modelo de interpretación de la sociedad fue implementado en Francia, por lo que las mujeres aristócratas de la segunda mitad del siglo XVIII de la ciudad de México se convierten en objeto de estudio, por ser las que adoptan la moda de la indumentaria y el traje, como cambio cultural.

En el caso de la Nueva España, a través de la moda y el vestido, se pueden estudiar las transformaciones sociales que suceddn en la ciudad de México, como parte de la historia de la cultura material y la de los comportamientos sociales. La vestimenta cambia a placer, señal por todos lados de las oposiciones sociales, en los mismos tiempos de las apariencias. Los mundos aristócratas y urbanos de los tiempos modernos se transforman por la adopción de modas que innovan y los distinguen.

luis_clio@hotmail.com

@LuisVazquezCar

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