Luis Manuel Vázquez Morales
Hay mucho de admirable en la política de Porfirio Díaz durante el último tercio del siglo XIX, a pesar del rigor con que mantuvo a la nación, ya que era necesario para consolidar el orden. “Lo que sabía era dominar el presente, conquistarlo y subyugarlo con mucha más habilidad que violencia. Su desmesurada ambición de mando oscureció algunas de sus grandes cualidades políticas y no supo ni quiso educar al pueblo para el ejercicio de la democracia”.
Por lo que se refiere a Justo Sierra, se adaptó al porfirismo y transigió con él, porque sabía que transigiendo podía realizar su máxima aspiración: la educación del pueblo. No vaciló en ceder cuantas ocasiones lo juzgo necesario. Creía que si la patria tenía derecho a que sacrificasen sus ilusiones y sus ensueños.
Los recursos económicos asignados a la educación pública nunca fueron suficientes y más bajo un gobierno que se jactaba ante la nación y el mundo, de haber logrado resolver definitivamente el problema económico de México.
Las actividades culturales de Justo Sierra no disminuyen en este periodo, después de ser nombrado Magistrado de la Suprema Corte de Justicia en 1894. En 1895 viaja a Estados Unidos y a su regreso publicó el libro En tierra Yanqui y sus Cuentos Románticos. Es hasta el 2 de octubre de 1900 cuando rinde protesta de su Magistratura en la Suprema Corte de Justicia; un día después parte a Madrid representando a México en el Congreso Social y Económico Hispanoamericano, del cual días después es designado presidente. Cuando regresa de Europa se hace cargo de la subsecretaria de Instrucción Pública y Bellas Artes, cargo que desempeñó hasta 1905, cuando es nombrado secretario de la misma institución.
Con motivo del centenario del natalicio de Benito Juárez, se publicaron dos obras de gran trascendencia, “Juárez su obra y su tiempo”, del propio Justo Sierra con la ayuda de Carlos Pereyra, y “El verdadero Juárez” de Francisco Bulnes. El primer libro es muestra de un romanticismo historiográfico muy elocuente, el segundo es más crudo, pues provocó tormentas desde los artículos, folletos y libros que abordaron sus temas.
De la generación de 1906 de la Escuela Nacional Preparatoria egresó un grupo de acción cultural directa, que después se reúnen para formar el Ateneo de la Juventud. Con llega el dominicano Pedro Henríquez Ureña, “le dio un sentido diferente a las reuniones que solían tener los intelectuales, las cuales oscilaban entre la tertulia y la bohemia”.
Henríquez Ureña se convertiría en el dirigente de este grupo, dijo que los miembros no habían ido a Europa a inspirarse en las viejas tradiciones académicas, sino a contemplar las nuevas creaciones y a observar el libre juego de las creaciones novísimas; al regresar contaban con la capacidad de descubrir todo lo que daban de sí la tierra nativa y un pasado glorioso artístico”.
No trataban de negar que el positivismo había tenido un puesto de primer orden en la formación del alma mexicana, fueron demoledores del fetiche de Barreda. En palabras de Antonio Caso, que fue un bien para ellos haber sustituido la escolástica por la doctrina de Comte y el verbalismo de la instrucción gramatical formal, con el conocimiento de las ciencias y el cultivo de ellas.
Justo Sierra en los ateneístas tuvo la respuesta que había buscado por muchos años. “Con ellos, que alrededor de 1908 ya habían concluido sus estudios profesionales, se podía enriquecer la planta docente de la Escuela Nacional de Altos Estudios”, donde se realizaban investigaciones superiores de alto nivel. Esta escuela es el antecedente de la actual Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
El Ateneo daría al mundo un pintor de rango universal como Diego Rivera, un maestro de filosofía como Antonio Caso, un pensador como José Vasconcelos, un novelista como Martín Luis Guzmán, y críticos de literatura como Pedro Henríquez Ureña, Antonio Castro Leal y Carlos González Peña.
Justo Sierra era un gran seguidor del positivismo, lo ajusta en el área de las humanidades, como parte de la educación literaria mexicana. La literatura y las humanidades no tenían lugar en el positivismo, aquí radica la importancia de incorporar a los cuerpos educativos mexicanos el tratamiento de la literatura, cuya labor la llevaron a cabo los integrantes del Ateneo.
La idea de fundación de la Universidad Nacional en 1910 consistía en articular las escuelas existentes y la Escuela Nacional Preparatoria; se retomó el proyecto de 1881, pues desde el primer momento se contó con el apoyo de los científicos, grupo al que pertenecía, en particular de José Ives Limantour, del que consiguió el financiamiento; aunque en ciertos momentos platicó directamente con el presidente Porfirio Díaz. Como antecedente administrativo de la universidad durante 1906-1907, se encontraba el Consejo de Educación Superior.
El gobierno federal podría poner bajo la dependencia de la Universidad otros institutos superiores y las instituciones que ésta funde con sus propios recursos, bajo previa autorización del ejecutivo, y tendrán que someterse reglamentos especiales. Así mismo el Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes será el jefe de la Universidad (en este caso Justo Sierra); su gobierno quedará, además, a cargo de un rector y un Consejo Universitario. El rector de la universidad será nombrado por el presidente de la República, con duración de tres años; también el rector preside al Consejo Universitario para inspeccionar directamente el funcionamiento su funcionamiento y el de las demás instituciones dependientes de ella.
Sierra ofrece a los ateneístas la Universidad para formarse, ya que la fundación de la Universidad Nacional fue un severo golpe al positivismo, credo filosófico ya en crisis y del que Sierra se había desligado. En 1910, particularmente, el 13 de septiembre, Justo Sierra inaugura el primer Congreso Nacional de Educación Primaria, días después, el 18, la Escuela Nacional de Altos Estudios, y el 21 la Universidad Nacional.
A la inauguración de la universidad se invitan a los más prestigiados profesores de las instituciones más importantes de Estados Unidos y Europa. El discurso inaugural correrá a cargo de don Justo Sierra, secretario del Despacho de Instrucción Pública y Bellas Artes; la declaración de inauguración de la universidad estuvo a cargo del presidente Porfirio Díaz, y se confiere el grado de doctores a los docentes de la Universidad Nacional de México.
Los jóvenes del Ateneo se identificaron, en su mayoría, con la universidad. Su combate al positivismo les dio una clara significación. Por si sola, era una institución antipositivista, tal como se presentaba en su nueva versión de 1910. La Universidad tenía en los ateneístas a colaboradores muy valiosos y ellos tenían un ámbito donde desarrollar un magisterio y tratar de profesionalizar el estudio de la filosofía y de las letras.
No se deben desligar las actividades educativas de Justo Sierra de la difusión de la historia en todos los niveles de enseñanza, desde educación primaria hasta la superior. En 1878, realiza la edición de un Compendio de la Historia de la Antigüedad; diez años después en 1888, publica los Elementos de historia general para escuelas primarias; en 1891, Manual de Historia General; en 1894 Elementos de historia patria y Catecismo de historia patria; en 1900, México: su evolución social; en 1904, lleva a cabo una segunda edición de su Historia General; y entre 1905-1906, se inicia la publicación de Juárez, su obra y su tiempo.
De acuerdo con la fama que Justo Sierra tuvo desde que se dio a conocer en todos los ámbitos de la cultura y por supuesto en la historia, es invitado por Vicente Riva Palacio para colaborar en la obra México a través de los siglos, se le ofreció el tomo cuatro de dicha obra y declino por hallarse en el ámbito de la política.
El no participar en México a través de los siglos, no le excuso de leerla, por los vínculos muy estrechos con Riva Palacio; le tocó leer los cinco tomos y realizar un examen crítico de la obra, donde llenó de elogios al coordinador de la obra.
Justo Sierra inicia la publicación de la que será su obra más significativa con el apoyo del gobierno. México: su evolución social fue un libro colectivo, queriendo imitar a Riva Palacio, ofrece una visión general de la evolución social, territorial, económica, poblacional y política de México, con la idea de que la historia la mueve el hombre.
En su obra quiere informar al mundo el buen momento por el que está pasando México, haciendo hincapié en la población indígena; en pocas palabras por no haber evolución económica, no se ha logrado una evolución política, un problema sociopolítico, las circunstancias dan lugar a una dictadura provocando disparidad en la evolución social.
En las postrimerías del régimen porfirista, renuncia al cargo de Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, en julio reinicia sus clases en la ENP. El 30 de abril de 1912 marcha a España como Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario de México. Muere en Madrid el 13 de septiembre de ese mismo año. El presidente Francisco I. Madero ordena repatriar sus restos para enterrarlos con los honores correspondientes, por ser el padre de la educación mexicana y por supuesto, de la Universidad Nacional.
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