Luis Manuel Vázquez Morales
La caída de México-Tenochtitlan en 1521 abrió la ventana a una nueva realidad. El atraer a los indios conquistados significó enormes esfuerzos, aun cuando dicha conquista no podía ser aceptada de forma sencilla por los naturales sometidos que veían esfumarse ante sus ojos todo cuanto conocían. Ante tal situación, la cultura prehispánica se hizo presente de distintas maneras. Aprovechando cualquier rendija, la cosmogonía de los indios penetraba y se mezclaba con los elementos occidentales.
Inmediatamente después de la conquista militar, se empezó a gestar la conquista cultural de las sociedades mesoamericanas. Los indios se vieron obligados a adaptarse a una nueva realidad. Los españoles a través de la iglesia se dieron a la tarea de traer al seno de la religión a los indios bárbaros de las nuevas tierras. Al parecer fueron los indios nobles, los educados por los misioneros, quienes pondrían el ejemplo al resto de los naturales. Los topes que imponía la lengua hicieron necesario que fuera a través de la pintura, como se les enseñara la religión. Los tlacuilos estuvieron encargados de pintar pasajes bíblicos y aún los pecados para aprender el evangelio.
El sometimiento y la anexión no voluntaria fueron los elementos que dominaron en este sentido. Por tal motivo, era de esperarse que los indios no renunciaran de modo sencillo a sus prácticas, costumbres y tradiciones. Estos temas se reflejaron en las mismas pinturas y trajo como resultado un arte híbrido, un arte que pretendía responder a las demandas de la nueva fuerza dominante y al mismo tiempo conservar una cultura que se añoraba.
Comúnmente se atribuye a los nobles indios el intento de conservación cultural, pero en realidad fueron aquellos que nacieron antes de la llegada de los españoles los que se educaron sin esta carga de occidentalización. Así, son los ancianos los que se encargan de transmitir oralmente las viejas creencias que se ven reflejadas en los trabajos de los tlacuilos.
Los elementos iconográficos de los indígenas poco a poco se fueron mezclando con las imágenes de la iglesia católica. Responder a las exigencias de la nueva cultura y la necesidad de conservación de la propia hicieron que las antiguas costumbres se fueran degradando y las nuevas se fueran transformando. Poco a poco la falta de dimensión en las pinturas fue substituida por los estilos occidentales. Al igual que la necesidad de explicación de las pinturas obligó primero a la descomposición fonética de la iconografía indígena y posteriormente la substitución de las pinturas por el texto.
Pero ante la fuerza extrema con la cual los españoles intentaban someter a los indígenas, surgen más formas de conservación cultural, que recurren a la clandestinidad para subsistir. Así, en forma oculta los indígenas trataban de hacer coincidir los festejos de los nuevos santos patronos, con las celebraciones de sus antiguos dioses o con las fiestas dedicadas al ciclo agrícola.
A finales del siglo XVI, una nueva forma de aculturación se dio en la Nueva España. La necesidad de la Corona por conocer sus territorios sometidos hizo necesaria la aplicación de cuestionarios que dieran detalle de ello. Todos estos elementos se conjuntaron para darle forma a las Relaciones geográficas, donde nuevamente los ancianos jugaron un papel determinante en la información obtenida.
Muchos ancianos al tratar de responder a las exigencias de los cuestionarios españoles terminaron por realizar una degradación de la cosmogonía e historia indígena. La exigencia lineal de los cuestionarios obligó a los informantes a hurgar en su pasado de una manera que no se adaptaba a la concepción del tiempo cíclico de su cultura. Así, extrayendo de manera incorrecta elementos de su pasado los informantes terminaron por descontextualizar su historia. Pero aún dentro de esta alteración del tiempo indígena, muchos informantes, sobre todo aquellos que habitaban en lugares donde la evangelización no penetro con gran fuerza por la situación geográfica, aprovecharon para hacer referencia al tiempo tan añorado anterior a la conquista.
Ocurrió lo mismo con las descripciones geográficas que los informantes hicieron a los españoles. La transformación en las formas de expresión provocó que el colorido de los antiguos códices se perdiera o fuera substituido por la simplicidad del trazo en blanco y negro. Pero aún en estas descripciones geográficas se encontraba presente el intento por mantener una cultura. El significado religioso que los indígenas le atribuían a ciertos aspectos físicos fue retomado en los mapas. Por ejemplo, la creencia de que los montes eran el lugar de residencia de los dioses hizo que constantemente fueran representados en sus descripciones. Ocultando así, algún tipo de veneración religiosa.
Una manifestación más sobre el intento de conservación cultural se hizo presente en el ámbito de los “títulos primordiales”; al intentar validar la antigüedad y derechos de un pueblo se vieron en la necesidad de reconstruir su pasado. Sin tomar en cuenta la falsificación de fechas y aún de firmas que validaran los propios documentos, es interesante centrarse en la oportunidad que tuvieron los pueblos de rescatar su memoria, en donde incluso algunos tuvieron el atrevimiento de manifestar su coraje ante la penetración de una nueva cultura que los dañaba.
Otro intento más por mantener la cultura se hizo presente en el ámbito doméstico en donde, de forma clandestina se mantuvo la idolatría, sobre todo, de aquello relacionado con la agricultura. Pero estos intentos no fueron suficientes, la intensa labor evangelizadora, a través de la predicación y el catecismo, así como las fuertes epidemias, hicieron que los esfuerzos de conservación cultural menguaran considerablemente. No queda pues más que las representaciones de estos intentos por salvaguardar la cultura prehispánica. Las pinturas, relaciones y los títulos primordiales, son sólo los restos magníficos que nos sirven para comprender lo complejo del proceso de aculturación en el Nuevo Mundo.
Los siglos XVI y XVII enmarcaron un largo proceso de evangelización. La conquista ideológica no fue nada sencilla. La oposición al cambio en el modo de concebir la realidad se hizo presente en todo momento. Si bien alguno de los sectores mostró disposición al cambio, otros por el contrario se negaron a dejar morir su cultura. Los ámbitos en que esta oposición se hizo presente fueron variados, ante la añoranza de la realidad prehispánica los naturales aprovecharon cualquier oportunidad para mantener viva, aunque sea alguna parte de su cultura.
La pintura fue una de las formas, de cómo lo intentaron, aunque tuvieron que ceder en algunos aspectos, dando como resultado un arte híbrido. Las distintas representaciones pictográficas brindaron otra oportunidad y la inconformidad de algunos de los indios, sobre todo de aquellos que habitaron en regiones geográficas donde la evangelización encontró dificultades para penetrar; se expresaron con cólera ante su nueva realidad.
Estas formas de expresión aunadas a algunas de carácter más clandestino, como la idolatría, constituyeron los principales intentos de conservación cultural. Por ello, resulta de gran importancia tenerlos presentes para lograr una mayor comprensión del proceso de aculturación que se dio a lo largo de los siglos XVI y XVII. Una aculturación que encontró numerosas trabas y que sólo las epidemias y la férrea labor evangelizadora lograron limitar.
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