Luis Manuel Vázquez Morales
La Segunda parte de la Historia de la Provincia de Santiago de México, de fray Alonso Franco, destaca las virtudes que atribuyó el autor a sus hermanos de la orden, la santidad de sus vidas y la forma en que desarrollaron su labor evangelizadora, ya no sólo de los pueblos nahuas en los alrededores de la cuenca sino en las regiones más alejadas y hacia los distintos puntos cardinales, con costumbres y lenguas muy ajenas a la cultura nahua.
A fines del siglo XVI la labor evangelizadora de las distintas órdenes mendicantes en la Nueva España marca la pauta para la gestación de las crónicas provinciales. La crónica provincial de una orden religiosa es un escrito en el que se busca narrar la historia de la fundación y desarrollo de una provincia de religiosos. Durante la celebración de los capítulos provinciales se encargaba la elaboración de estos escritos a determinados miembros de la orden con la finalidad de conservar la memoria de los trabajos que realizaron los compañeros de orden en el pasado.
En este sentido, cabe mencionar que por acta del Capítulo Provincial celebrado en México el 16 de mayo de 1637 se comisionó a fray Alonso Franco para escribir la historia de la Provincia de México. Cumpliendo con el mandato y una vez que la obra fue terminada, Franco la presentó en el Capítulo Provincial del 5 de mayo de 1645.
En la carta dedicatoria, el autor hace aclaraciones sobre la obra. Señala la fecha en que se le ordena escribir la historia e inserta un fragmento del acta del Capítulo Provincial en que se contiene el mandato. Más adelante ofrece algunas explicaciones sobre el título y contenido de la obra con las siguientes palabras: “El título y nombre con que se baptiça una historia, dice lo que en ella debe tratar”. Con esto quiere decir que debe existir una correspondencia entre el título y el contenido de la misma, a lo que agrega que su historia “se nombra de los varones ilustres de la Provincia Mexicana, destos y no de cossas y cassos subcedidos en Nueva España deve tratar”. Con esta observación apuntala su planteamiento anterior.
La intención de fray Alonso Franco era abordar la historia de la provincia y las actividades de los primeros religiosos que contribuyeron para su fundación. Pero al observar que buena parte de la historia de la provincia la había escrito fray Agustín Dávila Padilla, de quien pondera su labor, no continua con sus planes. Señala que para conocer el pasado de la provincia sólo se necesita de una historia y da a su obra el título de Segunda parte, “para que en todo tenga la del ilustrísimo fray Agustín el título de primera, pues es de las mejores que desta materia se han dado a la estampa”.
Otro de los objetivos que persigue con su historia es guardar para la posteridad la memoria de los grandes religiosos, para que una vez preservados del olvido se hagan presentes en la historia.
Ya en el primer capítulo, no deja de hacer algunas menciones sobre la historia de la provincia desde la llegada de los primeros dominicos en 1526. Para fray Alonso Franco, desde estos años la orden se ha caracterizado por gozar de un buen número de varones apostólicos, grandes en espíritu, santidad y virtud.
En este mismo capítulo vuelve a retomar el tema temporal y señala que para el momento en que está escribiendo su obra, la Provincia de México tiene más de ciento quince años de existencia en la Nueva España, que de los primeros sesenta y cinco, y de religiosos insignes ha escrito Dávila Padilla, y que su relato contiene la historia de la provincia de los últimos cincuenta y cuatro años, es decir, de 1591 a 1645.
Entrando al tema que le concierne, para los años en que inicia su relación, señala que la provincia se caracterizaba por contar con hijos muy religiosos, ilustres en santidad, letras y predicación. Con estas palabras inicia la presentación de las vidas virtuosas de los santos varones que pertenecieron a la orden, algunos llegados de España y otros nacidos en la Nueva España.
Aborda aspectos de su formación académica. Durante su estancia en España, muchos de los frailes contaban con el grado de Bachiller en Artes, Cánones y Teología. Esta situación les permitía continuar con su formación dentro de la orden y orientar su participación como maestros de novicios ya sea en el mismo convento o en los colegios de la orden.
Cabe mencionar que, desde principios del siglo XVI en Castilla, el mismo cardenal fray Francisco Jiménez de Cisneros, apoyado por la figura de los reyes católicos y del Papa, en su movimiento reformista, ponderaba el papel que jugaban los estudios para la mejor formación de los frailes, él mismo no veía contradicción entre la pobreza evangélica y los estudios.
Las virtudes y la santidad de los frailes dominicos son aspectos importantes que destaca a lo largo de su obra. El mismo Franco en la carta dedicatoria señala a sus hermanos de la orden que deben “considerar que los conventos y celdas en que viven fueron habitaciones y morada de varones apostólicos que al presente están asignados para siempre en la eternidad de la gloria”.
La Nueva España fue una tierra propicia para el surgimiento de varones cuya santidad trascendió de las crónicas de las órdenes religiosas al ámbito de la literatura, esta situación se nota particularmente en las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes Saavedra, quien tomó de una crónica religiosa la vida de fray Cristóbal de la Cruz para la redacción del Rufián dichoso. Dado que siempre buscó la manera de embarcarse a la Nueva España, sin conseguirlo, tuvo que conformarse con las noticias que llegaban a la Península sobre las maravillas de Nuevo Mundo.
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