Luis Manuel Vázquez Morales

Han pasado algunos días desde la conmemoración de los quinientos años de la conquista y tal parece que las voces que tanto clamaron por este hecho se han silenciado poco a poco. Dónde quedó el júbilo con el que, tanto las autoridades, como los académicos, se enfrascaron en defender su postura en diferentes medios impresos y digitales. Tal como ha sucedido en otras ocasiones, la memoria es efímera y este acontecimiento ha pasado a donde debe estar, en el recuerdo de los miles de mexicanos que, como siempre, solo supieron de la conquista por esta fecha, pero seguirán sin conocer qué fue la conquista.

Gran sector de la población ha estado desinformado sobre la importancia de este hecho, como de los acontecimientos que se conmemoran este año. Esta ocasión era la propicia para acercar el conocimiento del pasado a una sociedad que se encuentra rezagada y en un constante dilema identitario, donde se manifiestan las raíces indígenas e hispanas que se niegan a desaparecer de la conciencia colectiva.

Más que buscar el perdón, se debe luchar por la reconciliación con el pasado mexicano, insertar en la dinámica de la sociedad actual a los grupos que han sido marginados y permanecido en el olvido a lo largo del tiempo. Aquellas personas que sin importar qué sucede más allá de su entorno, continúan con su vida como si nada pasara. Otra vez han sido ignorados, si no se han acercado a ellos para conocer sus necesidades por la pandemia, mucho menos lo hicieron para recordarles que habían pasado quinientos años de la conquista. El trece de agosto, pasó desapercibido.

Había llegado el momento para exaltar la memoria de los pueblos indígenas, aquellos que no se han rendido a pesar de las adversidades. Pero no sólo fueron los pueblos indígenas los que quedaron marginados, sino el grueso de la población escolar de los diferentes niveles educativos. Los estudiantes siguen sin conocer quiénes fueron los conquistados y quiénes fueron los conquistadores. Con simpatía contestan que el único Carlos V que conocen es de los chocolates.

Se pudo hacer más que meras reconstrucciones o interpretaciones ideológicas que pretenden cambiar el sentido de los hechos históricos, como si al cambiarlo las condiciones serán distintas. Son contadas las acciones que se emprendieron en diferentes instancias, pero no fue suficiente.

Lejos de acercar a la sociedad, la fueron alejando. Por un lado, las autoridades manipularon el pasado e intentaron comprender su presente para cobrar cierta relevancia y no quedar marginados de las conmemoraciones. Por otra parte, los académicos se enfrascaron en debates conceptuales y de interpretación que bien se pueden llevar a cabo, pero no este momento. Era de esperar que se unieran para llevar a los niños y jóvenes a conocer su pasado, exaltando las virtudes de una tradición histórica milenaria a la altura de las grandes civilizaciones de Occidente.

En la algarabía de los últimos tiempos, surgió un grupo que quiso ocupar el vacío dejado por la academia para comunicar e informar a la población de manera espontánea lo que había sucedido y la razón por la que se estaba conmemorando esta fecha. Estos pseudo académicos y pseudo investigadores con el respaldo informativo de las redes sociales, se quisieron sentir historiadores que sin sustento buscaban informar los hechos históricos con ironía, sarcasmo y noticias sensacionalistas.

Que decir de aquellos grupos que se sienten herederos de las culturas antiguas y poseedores de los conocimientos ancestrales, que con odio infundado se han encargado en negar la raíz hispana, sin reconocer que, así como son indígenas, son hispanos, además de africanos y orientales. Encasillados en los viejos discursos ochenteros de la reivindicación indígena, no permiten que los verdaderos valores antiguos sean conocidos; los disfrazan con discursos energéticos que son bien recibidos en la incredulidad general que se vive en una sociedad carente de identidad. Más que exaltar el pasado, lo confunden con discursos eclécticos. En realidad, en pleno siglo XXI, no existe una raza pura.

Porque no voltear al otro México, aquel que se destaca a nivel mundial por ser un país racista. Que lejos de sentir orgullo por la diversidad cultural, se encarga de menospreciar sus raíces indígenas. La verdadera conquista no ha sucedido. Para llevarla a cabo, se debe exaltar el conocimiento, la historia, las costumbres y las tradiciones que los pueblos mesoamericanos legaron a la posteridad. Esos valores que dotarán de un sentido de pertenencia y fortalecerán la identidad nacional de una sociedad que se transforma y parece que se está olvidando de su pasado.

A quinientos años de la conquista, el verdadero México sigue vivo, clama por luchar para que no se pierda en el olvido lo que es digno de ser recordado.

luis_clio@hotmail.com

@LuisVazquezCar

 

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