Con el avance de la vacunación contra covid-19 en parte del mundo, ha comenzado a surgir un debate que sin duda alguna resulta bastante polémico, el cual se puede reducir a la siguiente pregunta; ¿cómo es que los distintos gobiernos y empresas van a lidiar con aquellas personas que se rehúsan a ser vacunadas?.

Al efecto, una de las políticas que han ganado mayor popularidad en el orbe, es la creación del denominado pasaporte de inmunidad, el cual consiste en un documento físico o digital, mismo que puede ser exigido para ingresar a lugares como teatros, bares y restaurantes.

Dicha política, ya es implementada en países como Israel, Reino Unido y algunas partes de los Estados Unidos de América.

Por otro lado, existen otra clase de medidas que están siendo implementadas por gobiernos y empresas alrededor del mundo, para lograr que las personas se vacunen, como lo son las multas, reducción de salarios y beneficios, así como despidos, lo cual sin duda alguna es terrible. Esta situación ha generado que diversas personas se pregunten si estas medidas tienen sentido y son correctas desde el punto de vista jurídico, ético, moral y humanitario; una de las cuales fue el periodista brasileño, Andre Biernat, quien se dio a la tarea de conversar con diversos especialistas, adelantando que no existen respuestas fáciles para esta discusión.

Antes de entrar en los detalles, es necesario observar en qué partes del mundo se encuentra presente el debate sobre el pasaporte de inmunidad. Uno de los primeros países en discutir dicha situación, fue Israel, pues no se debe olvidar que ahí se implementó una de las campañas de vacunación más rápidas del planeta. Fue en febrero cuando instituyó un pase verde, documento necesario para entrar en negocios, museos y eventos, el cual era dado a todo el mundo que había recibido las dos dosis de la vacuna. En aquella época, el entonces Ministro de salud dijo que ser vacunado era una obligación moral y que todos aquellos que no lo hicieran, serían inevitablemente dejados atrás.

Otros países adoptaron medidas similares a las de Israel, como lo fue el caso de Francia, Grecia, Reino Unido, China, Australia, Italia (en donde la discusión en torno a la obligación en la vacunación ha alcanzado su punto más alto) y algunas áreas de los Estados Unidos de América. De igual forma, el sector privado de diversas partes del mundo se ha sumado a estas acciones, anunciando medidas coercitivas para aquellos empleados que decidieran no vacunarse, lo que llegó a incluir multas, reducciones salariales y hasta despidos, como lo fue el caso de la compañía aérea Delta Airlines, la financiera Goldman Sachs, y las gigantes de la tecnología Microsoft y Google. Dentro de esta lista, existen ejemplos que sin duda alguna resultan bastante curiosos, como lo acontecido en Bélgica, en donde cuatro equipos de futbol de la primera división crearon un área dentro del estadio, exclusiva para los aficionados que aún no se han vacunado; en Pakistán, las autoridades de diversas provincias bloquearon la señal de celular de aquellos ciudadanos que eligieron no inmunizarse.

Otro caso de restricciones para aquellas personas que no han sido vacunadas, se presentó en dos de las ciudades más importantes de Brasil, como lo son Rio de Janeiro y Sao Paulo, siendo que en la primera se impuso la obligación de todas las personas de mostrar comprobante de vacunación para ingresar en teatros, museos, cines, gimnasios y hasta para cirugías en hospitales públicos. En la segunda ciudad mencionada con anterioridad, el pasaporte va a ser exigido para entrar en eventos que reúnan a más de quinientas personas en shows, partidos de futbol y congresos. En este país sudamericano, el Ministro de Salud se mostró en contra de los pasaportes o los pases verdes, afirmando que restringirían la libertad de las personas.

Es necesario resaltar que para el caso de Brasil en específico, las medidas que restringen la entrada de personas no vacunadas en establecimientos, operan de conformidad con lo establecido por el máximo Tribunal de aquél país, es decir, el Supremo Tribunal Federal, en donde los Ministros del mismo discutieron si la vacunación sería obligatoria o no. Después de la votación, se decidió que sería un deber, por lo que el poder público no podría vacunar a nadie a la fuerza, sin embargo, los estados y municipios estaban facultados para crear leyes y medidas que indujeran a las personas a cumplir dicho deber, es decir, si bien es cierto nadie va a vacunar a una persona en contra de su voluntad, los ciudadanos que decidan no hacerlo, enfrentarán diversas medidas restrictivas, como la prohibición para abordar aviones o ingresar en lugares con potencial de aglomeraciones.

Sin embargo, existe otro punto toral en esta situación que no se puede pasar por alto, y es precisamente la desigualdad que ha existido en la distribución de las vacunas alrededor del mundo, pues es claro que no se puede exigir el comprobante de personas que no han recibido dosis alguna porque simplemente no llegó a las mismas.

Otra pregunta que surge es; ¿el pasaporte de inmunidad es coherente con las evidencias científicas? Si bien es cierto antes de la pandemia, algunos países ya exigían algo así como un certificado de inmunidad, como lo que acontecía con ciudadanos brasileños, los cuales debían de llevar su certificado de vacunación contra la fiebre amarilla para entrar en países como Paraguay; la situación específica con el covid-19 es mucho más compleja, pues aún existen muchas dudas en cuanto al tiempo de protección después de la vacunación, si será necesaria una tercera dosis, o inclusive, si las vacunas serán efectivas contra los nuevos linajes.

Al efecto, la doctora Rossana Onocko, presidenta de la Asociación Brasileña de Salud Colectiva, señala que no estamos en el momento adecuado para discutir la pertinencia o no de los pasaportes de inmunidad, pues nos encontramos a la espera de una tercera ola en varios países del mundo. Para la doctora, esta discusión es más que nada una cortina de humo que distancia a los países de las medidas que deberían ser implementadas de verdad, como el rastreo de los casos positivos, con la finalidad de lograr su posterior aislamiento. En consonancia con la idea vertida con anterioridad, el infectólogo Dirceu Greco, de la Universidad Federal de Minas Gerais, señala que los certificados pueden dar una falsa sensación de seguridad, como si el avance de la vacunación y el hecho de contar cada vez más con lugares abiertos, significaran que no existe riego de que una persona transmita o se infecte con el coronavirus, cuando la realidad es completamente divergente con dicha idea.

Ya que se han señalado algunas cuestiones jurídicas y científicas, es importante abordar este tema desde el punto de vista ético y humanitario. En este sentido, es importante considerar que los pasaportes de inmunidad son un tema que principalmente se discute en países ricos que han acaparado cerca de ¾ de todas las vacunas que se han producido hasta el momento; mientras que en los países más pobres, no se ha conseguido ni vacunar a las poblaciones más vulnerables como lo son los adultos mayores, y desde luego, los profesionales de la salud.

Lo anterior, ha causado que diversos especialistas señalen que esta situación podría contribuir a generar ciudadanos de dos clases; de un lado, estarían los vacunados, que gozarían de total libertad para viajar, trabajar, y vivir de la forma que quisieran; mientras que del otro, las personas no vacunadas, muchas de las veces por escasez de las dosis, viviría en un mundo de restricciones ocasionadas por la pandemia.

Finalmente, es necesario señalar que la propia Organización Mundial de la Salud se ha posicionado en diversas ocasiones en contra de los pasaportes de inmunidad, pues el actual estado de la pandemia, se encuentra marcado por la desigualdad en la distribución de las dosis en el mundo.

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