Para los hombres llegados al Nuevo Mundo, imbuidos en el ambiente renacentis-ta que permeaba en Castilla, la naturaleza, el hombre y la cultura de los habitan-tes de las tierras recién conquistadas, se convirtieron en el objeto de estudio de conquistadores, funcionarios y misioneros.

No habían transcurrido más de diez años del arribo de los franciscanos a la Nue-va España, cuando se vieron en la necesidad de defender a los indios, ya que en 1533 llegaron noticias sobre la insistencia con que se hablaba de la incapacidad de los indios, en particular de las opiniones desfavorables que había expresado ante la Corte fray Domingo de Betanzos.

Entre otras cosas, el dominico pedía la revocación de la cédula en que se orde-naba hacer a los indios alcaldes “porque allende de ser ellos unas bestias se ha-ce una cosa muy escandalosa que los indios prendan a los cristianos, que los indios son de tan vil condición que ninguna cosa hacen por virtud”. Por otra parte, al referirse a la capacidad de los indios declara que “los cuales comúnmente no tienen más que niños de siete u ocho años”. El ambiente que produjeron estas declaraciones en la Nueva España fue de total desaprobación y las respuestas no tardaron en llegar tanto desde el ámbito civil como del religioso.

Los primeros en manifestarse en contra de las declaraciones de Betanzos fueron los miembros de la Segunda Audiencia, encabezados por Sebastián Ramírez de Fuenleal; el licenciado Salmerón, Oidor de la Audiencia, en una carta que envió a la emperatriz, calificó de incierta la relación de Betanzos acerca de la conver-sión y capacidad de los naturales y pide no se provea nada en perjuicio de la iglesia que se está fundando en la Nueva España.

Los franciscanos también se manifestaron de manera enérgica durante la cele-bración del Capítulo de la Orden en Huejotzingo, encabezados por el recién nombrado custodio, fray Jacobo de Testera, suscribieron su parecer. Para ellos “la mies es tan grande y la gente tan aparejada para recibir la santa fe católica y toda la buena policia y loables costumbres que les quisieren enseñar”. Con estas pa-labras refieren que además de ser mucha la gente que se ha convertido o está en vías de convertirse a la fe cristiana. En cuanto a Betanzos, le acusan de no haber aprendido la lengua de los indios y de no haber escrito sermones; además de no contemplar sus secretos ni los sentimientos de sus almas, que si no les predicó el evangelio no los dañe con falsa relación en la presencia de su príncipe.

Más adelante mencionan que la respuesta a la incapacidad está en sus obras:

“Y por esto nosotros los religiosos, cuando entramos en esta tierra, no nos espan-tó ni desconfió su idolatría, mas habiendo compasión de su ceguedad tuvimos muy gran confianza que todo aquello y mucho más harían en servicio de nuestro Dios cuando le conociesen. Y ansí, ejercitados a servir a los dioses falsos, en resplandeciendo en sus almas la lumbre de la fe, quedan en la fe y sus obras muy hábiles”. De entre los firmantes del parecer destacan fray Jacobo de Testera, fray Luis de Fuensalida y fray Martín de Valencia.

Por su parte, los demás miembros de la Audiencia, en clara simpatía hacia los franciscanos, declararon como falsas las afirmaciones de Betanzos. Además de que no aprendió la lengua, no adoctrinó indios; que el punto de vista desfavora-ble que tiene de los indios de la Nueva España provenía de la opinión que tuvo de los habitantes de los indios de las islas, además de que siempre contradijo la labor de los franciscanos. Más adelante, al ponderar la labor de la Audiencia, afirman que es gente muy capaz para servir a Dios, al rey y para todas las obras y oficios humanos.

En estos argumentos va tomando forma la defensa de los indios, donde se desta-ca el valor de sus obras y la capacidad que demuestran para la adopción de la nueva religión. En este contexto, don Sebastián Ramírez de Fuenleal, escribió a la corte, donde, al igual que los franciscanos, afirmó que Betanzos, “nunca supo la lengua ni se dio a la entender ni menos dotrinó a indio, y como le faltó la incli-nación y devoción de los enseñar, no los conoció y acordó de afirmar lo que di-cen los que quieren tener a éstos para bestias”. Más adelante, al considerar que tales aseveraciones debían rebatirse con testimonios irrefutables, se expresa de la siguiente manera sobre las capacidades de los indios:

“no sólo son capaces para lo moral, pero para lo especulativo, y dellos ha de ha-ber grandes cristianos y los hay, y si por las obras exteriores se ha de juzgar el entendimiento, exceden a los españoles, y conservándose hasta que nos entien-dan o los entendamos que será muy presto, su religión y obras humanas han de ser de gran admiración, y porque los trato más que nadie y los comunico en todas materias y con diversas lenguas, así de frailes como de legos, sé esto y lo afirmo por verdad”.

En este contexto surge lo que Ángel María Garibay ha llamado “el primer intento de una historia general del México antiguo”, por iniciativa de Sebastián Ramírez de Fuenleal y fray Martín de Valencia, se solicita a fray Andrés de Olmos escribir una obra para llevar a cabo una defensa de los indios por medio de testimonios irrefutables, tal y como lo refiere fray Gerónimo de Mendieta en su libro titulado Historia eclesiástica indiana:

“Es de saber, que en el año de mil y quinientos y treinta y tres, siendo presidente de la Real Audiencia de México don Sebastián Ramírez de Fuenleal, y siendo custodio de la orden de nuestro Padre San Francisco en esta Nueva España el santo varón fray Martín de Valencia, por: ambos a dos fue encargado el padre fray Andrés de Olmos de la dicha orden (por ser la mejor lengua mexicana que enton-ces había en esta tierra, y hombre docto y discreto), que sacase en un libro las antigüedades de estos naturales indios, en especial de México, y Tezcuco, y TlaxcaIa, para que de ello hubiese alguna memoria, y lo malo y fuera de tino se pudiese mejor refutar, y si algo bueno se hallase, se pudiese notar, como se no-tan y tienen en memoria muchas cosas de otros gentiles.

Existe una correspondencia entre lo que refiere Sebastián Ramírez de Fuenleal a la Emperatriz y lo que él y fray Martín de Valencia han solicitado a fray Andrés de Olmos. Por un lado, se destaca la capacidad de los indios en lo moral y lo especu-lativo, califica sus obras como humanas y de gran admiración, por lo que al solici-tar un libro sobre las antigüedades de los indios se tiene la intención de registrar, conservar y difundir las Antigüedades de los indios de la Nueva España; de esta forma se quiere tener un argumento irrefutable para la defensa de los indios.

Si bien, las fechas en las que se enmarcan las reacciones en la Nueva España comprenden del 4 al 15 de mayo de 1533, el momento oportuno para la entrevista entre Sebastián Ramírez de Fuenleal y fray Martín de Valencia con fray Andrés de Olmos pudo darse durante el mes de junio de 1533 en el convento de San Francisco de la Ciudad de México.

Desde sus inicios en 1533, el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco se convirtió para fray Andrés de Olmos, en el lugar donde tuvo el tiempo para preparar su in-vestigación, elaborar cuestionarios, organizar y clasificar la información con la ayuda de sus alumnos del colegio, mismos que pertenecían a las familias impor-tantes que conservaban la memoria de las antiguas tradiciones prehispánicas.

Teniendo como sede el colegio para la revisión de sus materiales, fray Andrés Olmos emprende sus pesquisas en los lugares que le fueron señalados. Recorrió a los principales mexicanos, tanto de la ciudad de México como de Tlatelolco para la tradición mexica; después emprendió el viaje a Tetzcoco y Tepepulco, focos de la tradición acolhua. Finalmente, para la tradición tlaxcalteca, es posible que haya recurrido a los ancianos de Tizatlan y Ocotelulco.

Además de estos lugares importantes para la cultura náhuatl, Olmos buscó más información para confrontarla con la que ya tenía reunida, visitó Huexotzingo, Cholula, Tepeaca, Tlalmanalco y demás cabeceras del Valle de Puebla-Tlaxcala. La estancia en estos lugares pudo ser esporádica, ya que, así como se allegaba información regresaba a Tlatelolco para trabajar sobre la obra que debía entregar a don Sebastián Ramírez de Fuenleal.

Fray Gerónimo de Mendieta refiere la forma en la que trabajó fray Andrés de Ol-mos y se puede entender de la siguiente manera: revisó todas “las pinturas (códi-ces) que los caciques y principales de estas provincias tenían de sus antigüeda-des y habiéndole dado los más ancianos respuesta a todo lo que les quiso pre-guntar, posteriormente lo revisó varias veces con mucho cuidado y atención, y haberlo escrito y tratado de ello en largo tiempo”.

Una vez que revisó los documentos que le mostraron y tomó nota de todo aquello que le generará duda, recurrió a los ancianos para que le explicaran el contenido y responder sus dudas. Esta información fue sometida a varias revisiones hasta que fue tomando forma.
Mendieta expresa lo siguiente sobre fray Andrés de Olmos: comparó “las pinturas y relaciones que le dieron los caciques de México, Tezcuco y Tlaxcala, Huexot-zingo, Cholula, Tepeaca, Tlalmanalco”; ya que en cada uno de los lugares relata-ban sus historias de diferente manera y en Tetzcoco se allegó de una versión di-ferente de la creación del hombre.

Encontró diferentes versiones sobre el origen de los indios en cada una de las principales provincias: México, Tetzcoco y Tlaxcala. A pesar de las diferencias, hubo un tema en el que coincidían los ancianos y que le mostraron por pinturas, su origen. Le informaron que vinieron de un lugar llamado Chicomóztoc y que fueron poblando poco a poco todo el territorio. Sobre este tema indica que en Te-tzcoco afirmaron ser los primeros pobladores y que eran chichimecas; pudo ahondar sobre este tema, gracias a la amplia relación que le dio un anciano de este lugar.

Con lo anterior, se manifiesta la forma en que procedió fray Andrés de Olmos, aunque Mendieta sólo refiere el tema del origen de los indios, puede inferirse que para tratar cada uno de los temas que inquirió, procedió de la misma manera. Al revisar los códices elaboró cuestionarios cuyas respuestas comparó en cada uno de los lugares; la diversidad de versiones sobre un mismo hecho le permitió llevar a cabo el análisis de cada una y así poder establecer la que le pareciera más fi-dedigna y registrarla en su obra.

El resultado que presentó fray Andrés de Olmos fue un “libro muy copioso” del que hizo tres o cuatro copias que se enviaron a España y que se perdieron como el original. En su obra, destaca que las obras de los indios, al ser obras de huma-nos, son dignas de admiración.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here