Por: El Psicólogo Carlos Muñoz

Y es que no me dejarán mentir, cuando las cosas no son de uno, poco nos importa si se usan adecuadamente, si se cuidan o no, o cuánto le han costado al sujeto que los adquirió, y eso incluye objetos, situaciones, negocios y hasta personas; en los últimos días he vivido algunas situaciones muy particulares en distintos ámbitos en los cuales me desarrollo diariamente, mismos que me han llevado a dos cosas, una es cuestionarme por qué las personas actúan de esa manera (a lo cual le he encontrado algunas posibles explicaciones) y la otra fue a escribirlo en esta columna de #SaludMental que aunque no parezca que tenga relación alguna, veremos más adelante el por qué considero que sí.

Antes de iniciar con esta columna catártica, me gustaría aclarar que no tengo problema personal contra nadie y todo lo que estoy a punto de escribir ya ha pasado por el filtro de las cosas que me molestan y que probablemente no reconozco en mí, o lo que es lo mismo, no existe doble moral en estas líneas, ya que soy  muy consciente que en algún momento he pensado y actuado de manera similar a lo que más adelante lo describiré, así que si alguien se siente ofendido sépase que ese insulto puede ser al mismo tiempo para mí, una vez aclarada esta situación les platicaré lo sucedido y lo que he podido rescatar de la situación.

La atención al cliente es una basura.

El hablar de atención al cliente para los negocios es igual a hablar del excelente ambiente laboral en las empresas, o de moralidad en las iglesias, no existe ni existirá (no tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas); hace algunos días una familia tradicional tlaxcalteca se dispuso a comprar pan en una renombrada cadena de panaderías del estado, y cuando llegó el turno de pagar ocurrió lo siguiente:

La señorita que estaba en el mostrador le comentó a la madre de familia de dicha familia tradicional tlaxcalteca que no le podía recibir su billete porque estaba roto (lo cual era cierto, el billete estaba roto, sin embargo, la ruptura no rebasaba los 2cm, estaba en la esquina del billete y este estaba completo) a lo cual la madre de familia procedió a dejar el pan y retirarse del establecimiento para no generar mayor inconveniente.

 

¿Qué podemos rescatar de esta situación?

  • La señorita que estaba al frente del mostrador obviamente no era la dueña del establecimiento, ya que de haberlo sido no hubiera permitido que un cliente dejara cien pesos de pan sobre la vitrina y que los fuera a gastar con la competencia (y no es que cien de pan sea mucho, para como están los precios en todos lados estábamos hablando de como 7 piezas, sin embargo, ningún negocio está para darse el lujo de despreciar ventas)

 

  • Queremos trabajar lo menos posible y que nos paguen una millonada, estoy consciente de que los trabajos en México no son algo de lo que nos podamos sentir orgullosos, las jornadas en muchos lugares son extenuantes, los salarios rayan sobre el mínimo y tanto es así, que las empresas que brindan prestaciones de ley hasta lo suelen presumir, pero eso será… para otra columna, aun así eso no debería ser excusa como para tratar a la clientela como si fuera su obligación comprar ahí, este tema posiblemente sea controversial pero considero que nadie está en un lugar a la fuerza (salvo algunas excepciones muy específicas).

 

  • Nuestra actitud en el trabajo es similar al proceso de enamoramiento, entramos con todas las ganas y la motivación de hacer un buen trabajo, queremos que nuestro jefe se sienta orgulloso por habernos contratado, es más, realizamos trabajo adicional con tal de agradar y buscamos que nuestra familia nos reconozca por ser una persona productiva, sin embargo, con el pasar de los días nuestras actividades se van volviendo rutinarias, no le encontramos sentido a lo que hacemos y comenzamos a buscar hacia donde dirigir nuestra atención, nos ponemos a ver que tenemos compañeros que les pagan por no hacer nada, otros que son los famosos “queda bien” con el jefe, existe el que llega tarde, el que no hace sus actividades, y ahí es donde nos empezamos a cuestionar si en realidad estamos en donde nos sentimos cómodos, comenzamos a buscar el conflicto con quien sea, a modo de que encontremos una buena excusa para salirnos de ahí y al mismo tiempo evadir la responsabilidad de ser uno la pieza disfuncional en la ecuación.

 

Acá es donde empieza a tomar sentido el hablar de salud mental y te explicaré por qué.

 

  • Todo el mundo necesita ir al Psicólogo.

Yo soy el primero en reconocer que la terapia psicológica no es para todos, ya que existen muchas limitaciones tanto económicas, intelectuales, de distribución geográfica, clases sociales, acumulación de las riquezas, movilidad social, políticas públicas, falta de profesionales realmente capacitados y muchas variables más que me limitaré a mencionar ahora, al hablar de todo el mundo, me refiero a todos los que tienen las posibilidades económicas y de tiempo para iniciar un proceso terapéutico digno, ya que esto traería consigo cambios significativos en las dinámicas sociales y la forma en que las percibimos, sé que suena un tanto idealista y que la cultura en Salud Mental aún se encuentra en pañales, sin embargo, el hacernos conscientes de que necesitamos un empujoncito a la hora de organizar nuestros pensamientos y emociones no podría dar unos pasos hacia adelante.

 

  • La Salud Mental no se limita únicamente a asistir al Psicólogo.

Es cierto que es un paso fundamental el asistir con un profesional de la Salud Mental, sin embargo, este proceso no es para siempre, existen múltiples alternativas (que obviamente no sustituyen la terapia, pero son un buen comienzo) que podrían ayudar a mantenerte funcional, mismas que están relacionadas con cuidar nuestros hábitos alimenticios, de sueño, higiene, actividad física y hasta tener un hobby, entendiendo así el proceso de la salud como un sistema complejo que tiene diversas aristas.

 

  • Nadie da lo que no tiene.

Sonará un tanto a cliché, sin embargo, no le podemos pedir al árbol de manzanas que nos dé peras, lo mismo sucede con las personas, somos el reflejo de lo que ocurre tanto dentro como en nuestras interacciones sociales y familiares, es decir, si observamos conductas disfuncionales con algunas personas, podríamos pensar que algo en su entorno no anda jalando al cien.

 

Todo esto lo menciono con la única finalidad de hacer énfasis en que estamos buscando realizar lo menos que se pueda, queremos que todo nos llegue hasta nuestras manos, y que todavía seamos reconocidos por la noble labor que estamos realizando, se necesita una reestructura personal muy fuerte si queremos que las cosas comiencen a cambiar, pero recuerda, puedo estar equivocado.

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