Desde el siglo XVI los documentos de las culturas mesoamericanas tuvieron diferentes destinos. En la actualidad la mayor parte del legado del México antiguo se encuentra en diversos archivos, museos y bibliotecas nacionales y extranjeras, incluso, muchos en colecciones particulares, muy lejos de su gente.

La historia de los documentos del México antiguo es un enredo. En muchos casos, no se sabe cómo llegaron a la colección donde se encuentran, quién los poseyó, si están completos, se copiaron o se tradujeron. Con el paso de los años han aparecido, incluso en subastas.

En esta ocasión se conocerá a tres personajes que estuvieron involucrados en la conformación de uno de los fondos documentales más importantes que salió del país y que le dio forma al Fondo de Manuscritos Mexicanos de la Biblioteca Nacional de Francia. Esos tres personajes son: Lorenzo Boturini, Antonio de León y Gama y Joseph Marius Alexis Aubin.

Desde que el italiano Lorenzo Boturini llegó a la Nueva España en 1735 se dedicó a buscar documentos relacionados con la historia de la Virgen de Guadalupe. Durante ocho años adquirió documentos, además de códices y manuscritos, infinidad de escritos y jeroglíficos relacionados con la historia y la cultura de los antiguos mexicanos. Es posible que durante este tiempo visitara Tlaxcala, donde conoció y adquirió buena parte de los documentos que existían en su archivo.

Cuando el virrey Conde de Fuenclara, se enteró de las actividades de Boturini, ordenó su aprensión. Al ser encarcelado en el Cabildo, el 4 de febrero de 1743, le fue confiscado su archivo, mismo que se depositó en las Cajas Reales.

Estando en prisión redactó de memoria su Catálogo del Museo Histórico Indiano, fechado el 15 de julio de 1743, donde detalló con toda minuciosidad los manuscritos y su contenido, anotando asimismo el material en que se hallaban escritos o dibujados.

Después de ser expulsado de la Nueva España los manuscritos de su colección “quedaron en las cuevas húmedas del palacio del virrey de México expuestos a las vicisitudes del destino”, hasta que en 1784 Antonio de León y Gama logró adquirir buena parte del acervo.

Los documentos fueron consultados por distintos personajes. En 1750 Mariano Fernández de Echeverría y Veytía logró copiar algunos documentos, mientras que Francisco Javier Clavijero conoció la colección que se encontraba en la Secretaría de Cámara del virrey hacía 1759. Así mismo, el arzobispo Lorenzana los consultó en 1770 para la edición que preparó sobre las Cartas de relación de Hernán Cortés.

El virrey Manuel Antonio Flores ordenó buscar la colección de Boturini, para informar a la corona que los documentos pasaron de la Universidad a la Secretaría de Cámara, además dispuso que se sacaran copias de todos los documentos para enviarlos a España y ponerlos a disposición del cronista real Juan Bautista Muñoz.

Mientras se buscaba la colección de Boturini, Antonio de León y Gama recopiló una importante colección de fuentes históricas. Como las obras impresas que encontró le produjeron dudas, se dio a la tarea de buscar y traducir manuscritos indígenas, pero, como no entendían el náhuatl del siglo XVI, aprendió la lengua. Fue tal su interés por las fuentes históricas que solicitó a Nicolás Faustino Mazihcatzin documentos relacionados con Tlaxcala. Todo lo anterior ocurrió alrededor de 1780, cuando muchos de los documentos custodiados por la Universidad fueron declarados como cosas que no se entendían.

La gran colección que llegó a formar Antonio de León y Gama se debe en parte a copias de los papeles de Boturini. Formada por documentos originales y copias, fue una de las más ricas colecciones de documentos, misma que fue adquirida en su totalidad por Joseph Marius Alexis Aubin.

En octubre de 1830, llegó a México Joseph Marius Alexis Aubin. Como quedó impresionado por la cultura del país, se dio a la tarea de recopilar documentos antiguos relativos a la historia antigua de México; formó un rico acervo que llevó a Francia, constituyendo uno de los fondos de manuscritos antiguos más importantes y preciados para la historia mexicana.

En sus palabras “He podido adquirir una parte de los manuscritos y pictográficos procedentes de la herencia de los hijos del célebre astrónomo americano Gama, a quien tanto apreciaba el barón de Humboldt”, comentando que dichos manuscritos formaban parte de la colección Boturini.

Al regresar a Francia en 1840, desencuadernó sus manuscritos y obras, quitándoles sellos y marcas de bibliotecas públicas y privadas, haciéndolos pasar por papeles y documentos sin valor.

Ya en Francia y envuelto en una crisis económica, se vio obligado a vender su colección a Eugene Goupil, comerciante de objetos de arte en París. El interés de Goupil por la colección radicaba en su ascendencia mexicana por línea materna.

Cuando Goupil conoció la colección, la describió de la siguiente manera, “estos preciosos documentos se hallaban en un estado de caos indescriptible que parecía impenetrable a cualquiera, menos el dueño. “Ninguna pieza llevaba marca”, además, “los manuscritos, figuras, impresos, copias y documentos de importancia distinta quedaban mezclados caprichosamente. Hojas únicas en su género arrancadas se hallaban intercaladas en cuadernos distintos. Allí yacía un original entre copias, allá una copia entre los originales.”

El mismo año en que Goupil adquirió la colección, las piezas más importantes fueron expuestas en la Exposition Universelle de París.

En un principio Goupil tuvo la intención de entregar su colección al Museo Nacional de México, sin embargo, se vio limitado por la distancia entre ambas naciones. Tenía el propósito de servir a México para la reconstrucción de su historia antigua: “Todo lo que pueda ayudar a los mexicanistas en sus trabajos debe quedar a su alcance tanto como sea posible; decidí que mis colecciones se quedarían en París, centro del mundo inteligente, estación obligada de los viajeros de la ciencia. De esta manera creo hacerle un favor a México, porque allí poca gente podría aprovechar las colecciones, a pesar del valor y buen número de investigadores que consta México”.

A la muerte de Goupil, su esposa donó la colección a la Biblioteca Nacional de Francia. Por decreto del 18 de junio de 1898 y reglamento ministerial del 24 de junio del mismo año, se dio origen al Fondo de Manuscritos Mexicanos.

De la inmensidad de documentos que conforman la colección y que son de interés para la historia y la cultura tlaxcalteca, se encuentran los manuscritos originales de Diego Muñoz Camargo y Juan Buenaventura Zapata y Mendoza, además de la descripción del Lienzo de Tlaxcala realizada por Nicolás José Faustinos Mazihcatzin Calmecahua y Escobar, entre otros.

Los documentos se encuentran tan cerca y tan lejos, ya que hasta hace unos años se tenía que viajar a París para consultarlos. Actualmente se cuenta con acceso libre al fondo mediante el sitio web de la biblioteca y en la página Amoxcalli.

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