Ramón López Velaverde pasó a la historia del país por sus poemas que ante los ojos de la sociedad eran compuestos teniendo como base dos polos opuestos la religiosidad y el erotismo a los que regularmente se sumaban dos figuras la mujer y el orgullo nacional.

El poema que lo mantiene vivo y vigente en la memoria de los mexicanos es “La Suave Patria”, pero también destacan libros como Sangre Devota del año 1916 y Zozobra de 1919. De forma póstuma aparecieron obras como El son del Corazón, El minutero y Don de febrero; personajes tales José Luis Martínez se encargaron de reunir su obra.

Sin embargo sus comienzos en la pluma se dieron en el semanario “El Observador” de Aguascalientes y la revista literaria “Bohemio”. Su papel en la Revolución es algo que varia dependiendo del punto de vista del historiador, pues existen para los que es un simpatizante moderado y para quienes es un precursor y activista.

En marzo de 1912 llega a la Ciudad de México donde se desempeña de manera activa en el ámbito político del país como actuario de juzgado por un breve periodo y con la publicación de diversos textos criticando aspectos históricos, sociales y apoyando al movimiento anti-releccionista.

Posteriormente es postulado como diputado de Jerez, pero es derrotado después de que su contrincante pide un reconteo de los votos; continua su vida entorno a la escritura convirtiéndose en parte del círculo literario de la época.

A pesar de que no se sabe la fecha exacta en el año de 1913 regresa a San Luis Potosí después de la llamada “decena trágica” mediante sus textos combate a Victoriano Huerta y de forma activa auxilia a sus amigos que continúan en la lucha constitucionalista.

Fallece el 19 de junio de 1921 al poco tiempo de cumplir 33 años a consecuencia de una bronconeumonía que se vio complicada debido a que padecía sífilis; sus restos descansan en la rotonda de personajes ilustres de la Ciudad de México.

 

 

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