A través del tiempo, la civilización mesoamericana ha sido entendida como un todo debido a los elementos en común que tenían los diferentes pueblos que la conformaron. Aunque el pasado indígena se vive como algo glorioso, impenetrable y desconocido, la sociedad actual ha asimilado la cultura occidental que la determina su modo de pensar.

Desde la conquista de México, el europeo puso énfasis en la inferioridad del indígena, de hecho, a todos los nativos se le llamó indios sin diferenciar culturas ni zonas geográficas. Al momento de la repartición de la riqueza, el indio quedó en el lugar más bajo. Con la finalidad de mantener un control social, se impusieron ideas raciales disfrazadas de una protección paternalista, se crearon dos esferas de gobierno sujetas a distintas leyes y autoridades civiles y religiosas. En las principales ciudades, los españoles habitaron las zonas del centro, mientras que a los indios se les confinó a los barrios periféricos.

Con el tiempo se asumió que la cultura prehispánica había muerto y se negó su existencia. En diferentes momentos de la historia mexicana, los grupos indígenas fueron un lastre para la nación en vías de desarrollo; para integrarlos, había que educarlos y civilizarlos. Lo peor que pudo pasarle al indígena fue creer en esa inferioridad atribuida a su cultura, e intentar pese a ello, occidentalizarse. Con el paso del tiempo el mestizaje fue inevitable. Al mexicano que durante la época colonial no asimiló la cultura occidental, se le llamó pelado para distinguirlo de la gente bien; en la actualidad se les llama nacos a los que, por ignorancia o falta de posibilidades, asimilan de manera errónea la cultura occidental y costumbres ajenas.

Después de la conquista, los frailes se acercaron a los indios con el fin de convertirlos a la verdadera religión. Aprendieron sus lenguas y con diversos métodos escribieron libros acerca de sus costumbres y creencias, de modo estricto para alejarlos de sus idolatrías. En el siglo XVII Miguel Sánchez habló sobre el milagro de la aparición. Aunque el nombre de Guadalupe era desconocido por los indígenas, asistían al santuario para dar origen a la tradición guadalupana.

Después de la independencia, se buscó dar unidad a la nueva nación. Al indígena se le utilizó para perseguir los ideales de clase, pero en el proceso se ignoraron sus verdaderas necesidades. Había que sustentar la antigüedad de la nación en el devenir histórico a través de la historia prehispánica, y así rescatar a la raza de bronce, pero con atributos y rasgos occidentales. A pesar de que una parte de México estaba formada por una multitud de pueblos indígenas, se les pluralizó y se hicieron esfuerzos para su incorporación al país. Se tomó interés por sus lenguas para acercarse a ellos y así poder transmitirles la nueva cultura.

La nación mexicana, por su larga tradición histórica, puede construir un ambiente propicio para que las lenguas, costumbres y tradiciones indígenas, dejen de ser segregadas y anuladas por la sociedad actual. La cosmovisión y cosmogonía indígenas, únicas en el mundo, deberán ser incorporadas a los bienes patrimoniales, no sólo de México, sino de la humanidad.

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