Páginas del pasado
El hombre ante sí mismo
Luis Manuel Vázquez Morales
luis_clio@hotmail.com
@LuisVazquezCar
El mundo se ha transformado a tal grado que se ha perdido la esencia de la vida. Los valores y principios que permearon el comportamiento humano de los últimos años se truncaron intempestivamente. De un día para otro la vida cambio, hoy un grito se encuentra sofocado y en un torrente de letras y palabras se ahoga el hombre. Las exclamaciones sin razón manifiestan la fragilidad humana. La fe, que en su momento había sido el ancla que lo salvaba, lo ha dejado ahogarse.
En palabras de Mark Twain, los virus y las bacterias demostrarán la vulnerabilidad del hombre. Hoy, no es una guerra la que está devastando a la humanidad, la ignorancia es la que la está cambiando. Algunas enfermedades han sido erradicadas, otras se han quedado, pero la enfermedad que sigue afectando al hombre es su mentalidad. Ya lo decía Satanás en su carta a Miguel y Gabriel, “la forma de pensar del hombre es la que lo lleva a vivir en la ingenuidad”, misma que ahora es ignorancia. Ni el mismo suplicio de un país es suficiente para que cambie de idea.
Kant en su ensayo “Contestación a la pregunta ¿Qué es la ilustración?” expuso que el hombre vivía en la minoría de edad y se negaba a salir de ella; la única vía para dejar esa condición era la Ilustración. Esta situación se percibe en la incapacidad para valerse por sí mismo, ya que depende de lo que haga otro para actuar. No es capaz de hacer algo para sí hasta que llega alguien más y le dice qué hacer. El hombre mismo es el culpable de dicha minoría de edad, por la falta de entendimiento, resolución y valor para servirse del suyo sin la guía de otro. A más de doscientos años de haberse escrito, parece una representación de lo que se vive hoy.
Ni el mismo Dostoievski en su idea del superhombre pudo desentrañar el valor del hombre para sobreponerse a la adversidad. Raskólnikov ahogado en sus delirios, fue presa de la debilidad para caer abatido ante la culpa. Creer en la redención es lo que lo hace vulnerable. De tal manera que, ni la misma rebeldía que menciona Camus es suficiente para hacerlo reflexionar ante la adversidad que lo tiene postrado ante la ignorancia.
El mundo de los años 20 del siglo XXI es un contexto de parálisis mundial, de incomodidad, de malestar, de inseguridad y de miedo de una sociedad que vivía pasmada ante la inevitable realidad de las guerras, de la evolución de las armas, pero, sobre todo, de la vanidad de unos cuantos.
Cuántas personas han transcendido a la eternidad, que es imposible saber quiénes fueron. Su esencia ha perdurado ya que se encuentra plasmada en su pluma, que ha sido fiel testigo del paso del tiempo.
Solo sus obras y sus semblanzas quedaran grabadas en miles de páginas que evitarán que se pierdan en el olvido. Son un homenaje para quienes dejan y han dejado constancia de su vida, una vida que los ha llevado por diferentes senderos que, aunque se bifurcan, los llevan a un mismo destino. Sus vidas como el viento suave que sopla, un día de pronto aumenta y se convierte en un vendaval que transforma la realidad. La vida no se concibe sin ellos. Es el hombre mismo, quien deja constancia de sus acciones en las páginas de la historia.
A través de las letras se ha cuestionado a la realidad. Los escritores de la “Generación pérdida”, Hemingway, Fitzgerald, Faulkner y Dos Pasos, desplegaron en sus novelas una vigorosa visión crítica de los valores de la sociedad de su tiempo. La actitud crítica y desencantada de la poesía “Beat”, fue la que representó el momento más lúcido de la ruptura del sueño americano.
Qué mundo le estamos dejando a las generaciones del mañana. Es posible que cada una esté convencida de haber recibido por herencia el peor de los mundos posibles. Los jóvenes de hoy dan la impresión de pertenecer a una generación distinta a los demás, en la que sólo ellos tienen cabida.
Hoy existe una discusión moral entre lo bueno y lo malo, entre la conciencia y los sentimientos, no se quiere cambiar la forma de pensar, los juicios, perjuicios y prejuicios están arraigados; todos creen saberlo todo y no le dan cabida a lo que piensan los demás; quieren encontrar soluciones con planteamientos radicales que no son bien recibidos en una sociedad dominante que ha perdido el control, a tal grado que está siendo devorada desde sus entrañas, queriendo justificar su postura ante una realidad abatida por la ignorancia.
Hoy solo están vigentes largos silencios y miradas fijas que se pierden en la distancia de miles de páginas que se niegan a leer, mientras otros caen abatidos sin haber leído una sola palabra; otros miles viven con el nerviosismo del paso del tiempo que no se detiene e irrumpe irremediablemente.
La ingenuidad, la fragilidad, la vulnerabilidad y la ignorancia del hombre son la imagen que se tiene de él en pleno siglo XXI.