Estimaciones a nivel mundial aseguran que un 55 por ciento de los hombres usan barba, este vello corporal en apariencia no cuenta con una función biológica esencial, pero desde el punto de vista social este elemento que actualmente es propio del género masculino es una constante de la corriente de pensamiento que rige a cada época.
El uso de la barba como un elemento físico y estético se sitúa justo en el momento en que decide que lo correcto es afeitarse. Algunos investigadores son partidarios de la teoría de que la barba presenta un alza cuando la competencia por tener una pareja es mayor.
Uno de los primeros ejemplos registrados en este sentido se presenta en el periodo de 1840 y 1971 en Inglaterra cuando existían pocas mujeres en edad de contraer matrimonió dando como resultado que los hombres se dejaran crecer barbas y bigotes prominentes.
Por otro lado, en sociedades antiguas la barba podía contar incluso con una carga religiosa o representativa de algún evento; dentro del antiguo Egipto en la vida cotidiana se afeitaban totalmente, a excepción de cuando guardaban luto en cuyo caso se dejaban crecer la barba por 60 días y los faraones las decoraban con artículos de lujo.
Para los griegos representaba virilidad y estatus, Alejandro Magno las prohibió para los soldados con el objetivo de que los enemigos no se agarraran de ellas. Durante la Edad Media la presencia de la barba fluctuó dependiendo de la ubicación geográfica; en algunos lugares incluso era motivo de excomunión.
Después de estos tiempos obscuros, su resurgimiento tendría lugar durante XIX con Lincoln, el movimiento se pauso, para volver durante los años 60 y posteriormente con los hípsters para que en la actualidad sea una cuestión de gustos.