Por: El Psicólogo Carlos
Y es que no me vas a dejar mentir, los fracasos que enfrentamos en la vida se deben a que no le ponemos el 100% a todo lo que hacemos, entonces no tendríamos por qué quejarnos si claramente sabemos de nuestra complicidad en aquello que nos genera sufrimiento, y es más, culpables nos deberíamos de sentir por no poder lograr cosas que las personas que nos rodean si han podido, como por ejemplo comprar sus casas, autos, tener buenos trabajos, la pareja perfecta, los hijos ejemplares, vacaciones en la playa, cuerpos de ensueño, algo a lo que nosotros no podríamos aspirar ni en sueños.
Y si eres un lector recurrente de este Psicólogo que utiliza la ironía como un mecanismo de metacomunicación, sabrás que el párrafo que anteriormente acabas de leer, no es más que una representación exagerada pero no por ello tan alejada de la realidad, de la perspectiva que tiene muchas personas sobre las razones por las que algunos sujetos logran alcanzar lo que muchos llaman éxito, y el problema no radica en la percepción alterada de la realidad per se, sino en que muchos casos, aquellas personas tienen el descaro de externar su opinión e intentar que sea aceptada como una ley por los que pensamos de manera distinta, algunos hasta intentan venderla, con la promesa de que eso te llevará al siguiente nivel.
Y con esto no me quiero pelear con aquellas personas que así lo creen, mi trabajo es psicoeducar al resto de mortales que como yo, luchamos todos los días por gestionar de manera eficaz nuestras emociones, entendiendo que es algo con lo que vamos a lidiar gran parte de nuestra vida, y que lo importante es poder comprender cuál es la función que estas cumplen en nuestro día a día, para ello es fundamental poder hablar del elefante en la habitación, ya que la línea es muy delgada entre ser optimista (a pesar de las adversidades) y fingir que nada malo está sucediendo.
Y quiero ser muy responsable con lo que me gustaría defender en esta la primer columna del 2024, ya que, aunque el ser optimista, tenaz y resiliente, son características que nos podrán apoyar en momentos de crisis, pudieran quedarse cortas en muchas de las situaciones debido a la complejidad de las mismas, o lo que es lo mismo pero dicho en otras palabras, es que muchas de las cosas que nos pasan y que a su vez nos generan malestar, no dependen al 100% de nosotros, sería muy irresponsable dejar fuera factores biológicos, familiares, sociales, culturales y hasta ambientales, mismos que condicionan y afectan, incluso en mayor grado, la participación que nosotros pudiéramos tener en dicho sufrimiento.
Tal vez esto pareciera que nos lleva al extremo opuesto y que pasemos del todo es mi culpa, a nada lo es y yo soy víctima de cosas que no puedo controlar, y esto es justo lo que se pretende evitar, la crítica al modelo de la positividad exagerada, o tóxica como muchos Psicólogos expresamos para intentar ser entendidos, surge de la idea de que no todo se soluciona simplemente queriendo estar bien, pensando positivo o decretando con todas nuestras fuerzas al universo, y si eso piensas, tal vez esta columna no te hará sentir muy conforme ya que seguramente desafía tus creencias, se trata de poder flexibilizar el pensamiento, ampliar nuestro foco de atención y generar herramientas que nos permitan solucionar problemas, identificar qué cosas están dentro de nuestro control y cómo podemos ser agentes activos, a su vez también se busca poder entender qué cosas salen de nuestras manos y cuáles son las estrategias que nos permitirán afrontar las dificultades de la vida, sin escondernos en frases como “todo va a estar bien” o “las cosas pasan por algo” que lo único que generan es un distanciamiento de la posibilidad de generar cambios positivos en nuestra vida.
Y aunque esto esté pareciendo un regaño, no lo es, la finalidad es que puedas entender que no todo es blanco o negro, y que no hay nada malo, lo importante en esta situación es que podamos entender en qué podemos influir y de qué manera, y en donde necesitamos aceptar y aguantar un poco o un mucho de incomodidad, que si lo piensas de forma detenida, ya lo estás haciendo.
Para ello también intervienen algunos factores adicionales, que son más de índole personal, que tienen que ver con la flexibilidad cognitiva, la capacidad de resiliencia, la tolerancia a la frustración y/o la incomodidad, nuestro umbral de dolor psicológico, habilidades sociales y de resolución de conflictos, asertividad y algunas que tal vez a la hora de enlistarlas pudiera estar dejando fuera.
En muchas ocasiones, el hecho de conocer todo esto y aceptarlo, no quiere decir que se pueda auto aplicar de forma exitosa, ya que al tiempo en el que se busca adquirir nuevas maneras de relacionarnos con el mundo, de forma contra intuitiva, el estilo de vida que ya llevamos busca igual acciones que vayan en contra del cambio y que a su vez preserven y perpetúen estas relaciones disfuncionales.
Para ello es importante, si así se decide buscar ayuda profesional especializada (es decir, un buen psicoterapeuta), misma que servirá de contención para afrontar emociones displacenteras, tanto como para generar planes de acción meticulosa y personalmente diseñados, tomando en consideración todas tus capacidades y limitantes previamente descritas, esto sin lugar a dudas tiene mucho mejor pinta que únicamente esperar a que las cosas por sí solas, cambien.
Y aquí está lo interesante y con ello me permitiré cerrar, mientras no se entienda la función que tienen nuestras conductas en nuestra rutina y en la manera en cómo nos relacionamos que el medio que nos rodea (contexto), seguiremos repitiendo aquellos patrones conductuales que nos seguirán metiendo en apuros, aunque recuerda, puedo estar equivocado.