Fue durante varios siglos que los seres humanos tuvieron problemas para sincronizar los calendarios civiles, religiosos y agrícolas con el año solar, la solución los años bisiestos.
Los años solares cuentan con 365.2422 días, lo cual supone un problema ningún calendario compuesto de días enteros puede cubrir dicha cifra y aunque en apariencia el número parece una fracción mínima puede ocasionar grandes problemas.
La historia más conocida al respecto es el famoso año de la confusión de Julio César, pues al tener una relación con Cleopatra el calendario lunar de Roma se desvío tres meses de las estaciones, este error no se pudo corregir añadiendo meses o días.
Por lo que para restaurar el orden se tuvo que instaurar el año de 365 días que contaba con la instauración del año bisiesto cada cuatro años para corregir los desajustes producidos por la fracción de tiempo.
A pesar de esto el sistema era imperfecto ya que un año natural era once minutos más corto que su homologo solar, por lo que se perdía un día cada 128 años.
En el siglo XVI el papa Gregorio declaró que la situación era insostenible y para corregir la situación sacó 10 días del mes de octubre y se cambiaron las reglas de los días bisiestos ahora se saltan los años bisiestos divisibles por cien como el 1900, a no ser que sean divisibles por 400, lo cual significa que se pierden tres días cada 400 años lo que permite mantener el compás del calendario.