Escrito por: Psicóloga Gabriela Rodríguez Gutiérrez

Cuando alguien actúa de una manera que nos hiere, nos lastima o nos vulnera ¿cómo
podemos distinguir entre entender sus motivos, justificar sus acciones o perdonar su
actuar?, sobre todo ¿Qué tan importante es para nosotros dar sentido a aquello que ocurrió
de tal forma que la conclusión que saquemos de lo ocurrido, de manera íntima y personal,
disminuya el impacto doloroso en nuestra experiencia?

En la compleja tela de la psicología humana, se entrelazan emociones, pensamientos y
comportamientos que a menudo se confunden en nuestra vida cotidiana, por lo cual, a esta
autora le parece prudente establecer la diferencia entre entender, justificar y perdonar. Estos conceptos, aunque relacionados, no son lo mismo, y saber diferenciarlos es clave para nuestro bienestar emocional.

Entender: Un Acto de Empatía y Conocimiento

Entender a alguien implica ponernos en sus zapatos y tratar de ver el mundo desde su
perspectiva. Es un acto de empatía y conocimiento que nos permite ver qué hay detrás de
cualquier comportamiento, sin importar de dónde venga, de quien provenga o si la
intención era lastimarnos o no. La psicología nos enseña que cada acción tiene una causa,
un origen qué nos permite dar sentido al surgimiento de una acción, y que la mayor parte
del tiempo nos hace total sentido que dicha acción provenga de tal o cual persona, o bien,
que sea una respuesta ante el entorno en el que se encuentra.

Sin embargo, entender no significa aceptar o aprobar el comportamiento. Reconocer que
alguien actúa mal por sus experiencias, condiciones personales o sus circunstancias no
justifica sus acciones. Comprender es un paso hacia la empatía, no una excusa para lo
malo que pueda hacer.

Entender nos hace libres, nos lleva a obtener la información necesaria para ver el panorama completo y tomar las mejores decisiones para cuidar de nosotros de manera informada.

Justificar: Un error de percepción

Justificar es dar una razón o excusa que intenta eximir a alguien de la responsabilidad de
sus acciones. Este es un error que puede llevarnos a tolerar comportamientos inaceptables.
Si justificamos, minimizamos el daño causado, negamos la responsabilidad de quien nos
vulnera con sus acciones (u omisiones) y podemos perpetuar ciclos de abuso o violencia.
Por ejemplo, justificar que alguien sea violento porque tuvo una infancia difícil no ayuda ni a la víctima ni al agresor. Al contrario, impide que ambas partes se responsabilicen y cambien.

Dentro de esta importante reflexión me gustaría destacar la importancia de la
responsabilidad personal. Aunque nuestras circunstancias influyan en nuestras acciones,
cada persona tiene la capacidad de elegir y debe asumir las consecuencias de sus
decisiones.

Entiendo que esta sea con frecuencia la tendencia popular de pensamiento ante una
agresión, ya que justificar nos da un breve y efímero alivio al eximir de responsabilidad a
alguien que nos ha vulnerado, pero que pensarlo de esta manera nos duele incluso más
que la acción misma, nos da un ilusorio sentido de control al encontrar “causas” qué más
bien lucen como “excusas” qué nos hacen pensar que “quizá no es tan grave”, tal vez
estemos “exagerando” porque seguramente “no fue su intención”.

Justificar se puede volver también la única alternativa de alivio cuando otras expresiones
como el enojo, el desagrado o el reclamo son fuertemente castigados o incluso impedidos
por nuestro entorno (tema que sin duda abordaremos en columnas posteriores).

Ante todo estas reflexiones me gustaría rescatar que, si bien justificar una conducta es un
paliativo ante el sentimiento de injusticia, flaco favor hace ante el establecimiento de límites personales y el cumplimiento de los mismos. De ahí la importancia de desarrollar
habilidades de comunicación efectiva como alternativa a la justificación.

Perdonar: Una decisión personal y un proceso complejo

Perdonar es un proceso muy personal que va más allá del entendimiento y la justificación.
No es una obligación, sino una elección que cada uno debe hacer por sí mismo.

Comúnmente se nos ha enseñado que perdonar implica dejar ir el odio, el enojo o el
resentimiento y encontrar paz, sin embargo nos sorprenderíamos con todas las formas en
las que puede lucir el “perdón” para cada uno de nosotros, ya que no es una ley que sea
generalizable a todos los seres humanos, tampoco un condicionante de superación
personal, mucho menos un requisito indispensable para superar los estragos qué conlleva
ser víctimas de acciones reprochables por parte de otras personas.

La psicología sugiere que el perdón puede ser un camino hacia el bienestar emocional solo
si la persona lo considera importante pero no necesariamente significa reconciliarse u
olvidar el daño, todo lo contrario, implica llevar a cabo aquellas acciones que son
importantes para quien fue vulnerado, las necesarias para vivir de manera plena aún
después de aquella experiencia complicada y que dentro de su lenguaje encaje con su
percepción de “perdón”. Una víctima puede comprender por qué su agresor actuó de cierta
manera y aún así elegir no perdonar, especialmente si el perdón compromete su bienestar
emocional o seguridad.

En definitiva, entender no es justificar, y mucho menos perdonar. Son procesos distintos que requieren reflexión y reconocimiento de la complejidad humana. La psicología puede
proponernos herramientas para diferenciar estos conceptos y aplicarlos en nuestra vida
diaria, promoviendo un equilibrio entre empatía, responsabilidad y autocompasión, pero
NUNCA condicionando un avance terapéutico a ninguno de estos conceptos.

Te recuerdo, querido lector, que tu servidora brinda atención psicológica en el Centro de
Psicoterapias Basadas en Evidencia CENPSIBE en el centro de Tlaxcala, si gustas iniciar tu
proceso psicológico.

 

Centro de Psicoterapias Basadas en Evidencia
Morelos no. 5-b Col Centro, Tlaxcala
Citas: 2463670876

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