Escrito por: Psicóloga Gabriela Rodríguez Gutiérrez
Estimado lector, ¿alguna vez has estado en una situación complicada de la que sientes la
urgencia de escapar? ¿Quizá un problema tan molesto que necesitas resolver ya?
Bueno, esta es una situación que la autora de este texto se encuentra con frecuencia en
consulta.
Verás, cuando un paciente llega a sesión, generalmente lo hace porque ha pasado algo en
su vida que ha resultado altamente retador, doloroso o agobiante, y este evento resulta ser
sumamente revelador: “hay algo mal en mi vida, no estoy siendo capaz de resolverlo por micuenta, necesito ayuda profesional”. Este es un ejemplo representativo del discurso que
manifiestan los pacientes al llegar a sesión (al menos los que llegan por propia voluntad, de
los que asisten “forzados” por personas, circunstancias o dependencias ajenas a ellos
hablaremos en otra ocasión). A este evento significativo en Terapia Cognitivo Conductual le
llamamos precipitante.
Identificar esto es importante porque es el ejemplo más reciente de cómo se manifiesta el
problema a tratar, sin embargo con frecuencia no es el problema en sí mismo. Cuando un
paciente acude a terapia por primera vez una de las cosas más relevantes por hacer es
preguntar el motivo de consulta para posteriormente explorarlo con más detenimiento, este
procedimiento da lugar a un proceso con un nombre peculiar pero muy importante y valioso: la queja. Estimado lector, te invito qué no te dejes llevar por la connotación negativa qué generalmente se le ha dado a la palabra queja en el lenguaje coloquial, en terapia es importante expresar aquello que nos hace sentir mal, porque justo ahí radica el valor de nuestro trabajo en equipo y este proceso es tan amplio y valioso que quizá valga la pena explorarlo en alguna edición de esta columna.
Es en esta etapa, la etapa de la queja en donde comienza a manifestarse una de las
“peticiones” más recurrentes en los pacientes: “ayúdame con este problema, resolvamos
lo más pronto posible y con el menor costo e incomodidad la situación que me trajo a tu
consultorio”. Y vaya que esto tiene todo el sentido del mundo para mí como profesional,
tanto así que una de mis principales metas como terapeuta es ser eficiente y eficaz de tal
modo que mis usuarios aprendan a ser autónomos en sus procesos terapéuticos lo más
pronto posible y así adquieran nuevos aprendizajes y herramientas que les permitan lidiar
con situaciones complicadas después de haber sido dados de alta en terapia.
Y ustedes se preguntarán, y dónde está el truco -_-? bueno, la respuesta es menos
compleja de lo que podríamos imaginar. El detalle se encuentra en que el motivo de
consulta con frecuencia suele ser explicado mediante el detonante: “Deseo dejar de discutir
con mi pareja todo el tiempo” “quisiera que mi hijo se portara bien” “quiero deja de sentir
ansiedad” “quiero una pareja porque todos mis amigos tienen una” “quiero caerle bien a las
personas para ya no sentirme solo”. Discursos como estos son una clara muestra de que el
paciente tiene muy claro cómo se manifiesta el problema, nuestro trabajo en terapia es
descubrir cómo se origina este problema y qué elementos lo mantienen a tal grado que está representando un motivo de consulta.
Como dice la popular melodía de Ricardo Arjona, “el problema no es el daño, el problema
son las huellas”. Y aunque esto podría parecer una metáfora improvisada y fuera de
contexto, dame la oportunidad de explicar cómo nos ayuda a identificar lo que es
verdaderamente productivo en sesión.
Los problemas presentados por los pacientes en consulta son las situaciones que están
generando un alto grado de malestar en este momento, una exploración inicial nos indica
“lo que debe ser resuelto”, pero no nos dice cómo hacerlo. Si pudiera poner un ejemplo que
nos ayude a ejemplificar esto quizá el “discutir con mi pareja todo el tiempo” deriva de la
ausencia de habilidades de resolución de conflictos, tal vez su hijo “no se porta bien” debido a que no le estamos comunicando con claridad lo que “portarse bien” significa para mí o he sido poco consistente con los límites ya qué estos se vuelven rígidos o flexibles según mi estado de ánimo, o puede ser que “dejar de sentir ansiedad” sea una meta poco realista porque descubrimos qué esta experiencia ha sido útil en algunos casos (aunque sería agradable reducir la frecuencia y la intensidad).
Ojo, al ejemplificar estas situaciones estoy suponiendo al azar y nada tienen que ver con
una evaluación objetiva de tu caso en particular, sin embargo si estás pensando en asistir a
terapia y te gustaría analizar un poquito más a profundidad la situación puedes cuestionarte lo siguiente:
1. ¿Este problema se ha presentado anteriormente?
2. ¿Con qué frecuencia lo hace?
3. ¿Qué sucede en tu contexto cuando se presenta?
4. ¿Qué has hecho para resolverlo por tu cuenta?
5. ¿Estos intentos solucionan o magnifican el problema?
6. ¿Qué haces cuando la situación te supera?
En conclusión lo que a veces puede parecer como una situación que necesita ser resuelta
de la manera más inmediata posible, hay que valorar la utilidad de permanecer en ella por
un poco más de tiempo en función de conocerla a profundidad, Muchas de las
intervenciones psicológicas poco exitosas resultan de este modo porque los terapeutas
intervenimos demasiado rápido, de forma prematura sin entender las particularidades del
caso con el único fin de reducir el malestar y disminuir la queja en el consultante.
Momentáneamente nos funciona, pero las consecuencias a largo plazo se manifiesta con un
paciente recurrente con alta frecuencia de recaídas.
Te recuerdo, querido lector, que tu servidora brinda atención psicológica en el Centro de
Psicoterapias Basadas en Evidencia CENPSIBE en el centro de Tlaxcala, si gustas iniciar tu
proceso psicológico.
Centro de Psicoterapias Basadas en Evidencia
Morelos no. 5-b Col Centro, Tlaxcala
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