El pozole es uno de los platillos emblemáticos de las celebraciones de la independencia en México, junto con los chiles en nogada. Esta tradicional sopa a base de maíz cacahuacintle, carne de cerdo, y acompañada por lechuga, rábano, cebolla, chile, y orégano, ha conquistado paladares durante generaciones y es conocido por su capacidad para “curar las penas”.
Sin embargo, su origen se remonta al México prehispánico, donde este platillo tenía una preparación muy distinta y un significado ritual profundo. En ese entonces, el pozole formaba parte de ceremonias religiosas y ofrendas a dioses como Xipe Tótec, dios de la fertilidad, la regeneración del maíz, y la guerra. Este guiso, conocido como Tlacatlaolli en náhuatl, lo que significa “maíz de hombre”, utilizaba carne humana como ingrediente principal.
El sacrificio humano era una práctica común en estas ceremonias, y la carne de los sacrificados se cocinaba como parte del pozole prehispánico, que estaba reservado exclusivamente para los miembros más altos de la sociedad, como el emperador o tlatoani.
Con la llegada de los españoles, esta costumbre fue reemplazada y la carne humana fue sustituida por carne de cerdo, pero el platillo mantuvo su relevancia cultural y gastronómica.
Hoy en día, el pozole es un símbolo de la cocina mexicana, especialmente durante las fiestas patrias, donde miles de familias lo disfrutan sin saber del sangriento pasado que lo originó.