Se trató de una simulación de un sismo de 7.5 grados con epicentro en Acapulco, Guerrero.

El reloj marcaba las 11:00 de la mañana cuando el sonido de la alerta sísmica rompió el aire en el zócalo de Tlaxcala, justo frente al Palacio de Gobierno. La multitud, compuesta por empleados, comerciantes y visitantes, abandonó rápidamente sus actividades diarias para unirse al Macrosimulacro en conmemoración de los terremotos que sacudieron México en 1985 y 2017. Esta vez, se trataba de una simulación de un sismo de 7.5 grados con epicentro en Acapulco, Guerrero.

El ejercicio, liderado por la Coordinación Estatal de Protección Civil (CEPC), tenía como principal objetivo evaluar la capacidad de respuesta de las autoridades locales, federales y la población. Bajo el sol matutino, elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional, el Heroico Cuerpo de Bomberos de Tlaxcala, la Secretaría de Seguridad Ciudadana, la Secretaría de Gobierno (Segob), la policía municipal de Tlaxcala y la Cruz Roja se desplegaron con precisión. La coordinación entre estos cuerpos fue fundamental, recordando a todos la importancia de la preparación ante emergencias.

«Este tipo de simulacros son vitales porque nos permiten mejorar nuestros tiempos de respuesta y evaluar cómo podemos ayudar mejor a la población,» comentó Rodríguez, bombero con más de una década de experiencia. «Durante el sismo del 2017, las maniobras fueron complicadas, pero estos ejercicios nos ayudan a perfeccionar lo que hacemos, para que en una situación real podamos salvar más vidas.»

El simulacro también buscaba sensibilizar a la ciudadanía sobre la gestión de riesgos y la cultura de la protección civil, algo que Antonio Tlapale, comerciante en el centro de Tlaxcala, no toma a la ligera. «El terremoto de 2017 fue una experiencia aterradora. Mi negocio está aquí en el centro, y ese día vi cómo muchas personas no sabían a dónde correr ni qué hacer. Participar en estos simulacros me da más tranquilidad, porque ahora sé cómo reaccionar y qué hacer si pasa algo así de nuevo.»

A unos metros de distancia, el equipo de paramédicos de la Cruz Roja también realizaba sus maniobras. Entre ellos, Rivera, quien estuvo al frente de las operaciones de rescate en 2017. «Aquel año fue uno de los más difíciles de mi carrera. Ver la destrucción de nuestros monumentos y la desesperación de la gente fue devastador. Hoy, en el simulacro, estoy agradecida de que podemos estar mejor preparados. Cada segundo cuenta en una emergencia, y practicar nos da la ventaja de salvar más vidas.»

La participación de las oficinas federales, estatales y municipales, así como de instituciones privadas, resaltó la relevancia de la colaboración entre sectores. La plaza, en cuestión de minutos, regresó a la calma después del simulacro, pero con la certeza de que, ante una emergencia real, Tlaxcala está más preparada que nunca.

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