Por: El Psicólogo Carlos

«¿Por qué volvemos una y otra vez a relaciones que parecen una montaña rusa emocional? ¿Es el drama, la incertidumbre, o simplemente la costumbre lo que nos mantiene atrapados en el ciclo?»

 Nos fascina el caos, las relaciones complicadas, esas montañas rusas emocionales que nos hacen perder la cabeza, parecen tener una atracción irresistible. Aunque todos proclamamos desear paz y estabilidad, ¿por qué seguimos regresando a los mismos dramas y tormentas emocionales? ¿Será que, en el fondo, estamos condicionados a disfrutar de la incertidumbre y el conflicto? Desde la perspectiva de la psicología conductual, parece que estas dinámicas amorosas nos enganchan en un ciclo de reforzamiento intermitente, lo acostumbrados que estamos a lo conocido y, por qué no, una pizca de adicción al drama.

El simple hecho de relacionarnos con las personas, traerá consigo de forma casi inherente complicaciones, en gran medida, bajo el principio del reforzamiento intermitente. Este concepto, sacado del manual básico de análisis conductual, nos dice que cuando las recompensas (emocionales, en este caso) son impredecibles, la conducta que las precede se fortalece. En términos más sencillos: cuando una relación alterna entre momentos de cariño y caos, lo impredecible se vuelve adictivo. No sabes cuándo volverás a sentir ese fugaz momento de paz o afecto, pero sigues esperando que llegue.

Este patrón se parece mucho a jugar en una máquina tragamonedas. Sabes que no vas a ganar todo el tiempo, pero el simple hecho de que exista la posibilidad de una recompensa te mantiene apostando. En las relaciones, las pequeñas dosis de afecto, de estabilidad o de «buenos momentos» actúan como esos premios intermitentes que nos mantienen en el juego. No es tanto que disfrutes del conflicto o del drama; es la esperanza de que las cosas cambien lo que te engancha. Y cuando ese pequeño premio llega, aunque sea una reconciliación efímera o una disculpa a medias, la relación parece volver a tener sentido.

Es curioso cómo funciona nuestra “mente”: sabemos que no es una relación sana, pero el ciclo de lo impredecible nos mantiene atados, como si la incertidumbre fuera un condimento necesario para que la relación «se sienta viva», otra razón por la que nos mantenemos en relaciones complicadas es lo acostumbrados que estamos a lo familiar. A pesar de que el conflicto y el dolor resultan desagradables, lo conocido brinda una sensación de seguridad. Aquí entra en juego la repetición de patrones familiares (en la mayoría de las ocasiones eso juega un papel fundamental). Muchas veces, los dramas en las relaciones adultas son ecos de dinámicas familiares pasadas. Si creciste en un entorno donde las emociones eran intensas, conflictivas o inestables, es probable que busques, debido a nuestra historia del aprendizaje, recrear esas mismas situaciones en tu vida adulta.

El “apego” no siempre es sinónimo de cariño, sino de familiaridad. Así, lo que debería alejarnos de una relación dañina es lo mismo que nos ancla en ella: estamos acostumbrados al dolor. La disfuncionalidad, por extraña que parezca, puede ser una zona de confort. «Esto me resulta familiar», nos decimos a nosotros mismos, y lo familiar, incluso cuando duele, es preferible a lo desconocido, es como si, de alguna manera, tuviéramos miedo de lo que podría significar una relación sin altibajos. ¿Sería aburrida? ¿Nos sentiríamos cómodos sin la adrenalina del conflicto? Quizás lo complicado sea simplemente más fácil de manejar, porque al menos ya sabemos cómo navegar el caos.

Finalmente, no podemos ignorar el papel del drama como fuente de estímulo emocional. En un mundo donde buscamos emociones intensas constantemente, desde las redes sociales hasta las series adictivas de televisión, las relaciones amorosas no se quedan atrás. El conflicto, las peleas apasionadas, las reconciliaciones dramáticas, todas esas montañas rusas emocionales nos proporcionan un subidón de adrenalina.

El drama se convierte en una fuente de estímulo, en una suerte de entretenimiento emocional. Nos hace sentir que «algo está sucediendo», que la relación tiene peso, importancia y significado. En una relación tranquila, podríamos sentir que nos falta esa intensidad. Después de todo, el drama tiene un poder narrativo (expresado mediante el lenguaje): nos permite sentir que estamos en una película, viviendo una historia compleja, rica en emociones extremas.

El problema es que esta intensidad es adictiva (reforzante). Y una vez que nos acostumbramos a las emociones fuertes, una relación estable puede parecer vacía. Es aquí donde el drama se convierte en un círculo vicioso: nos damos cuenta de que no podemos vivir sin esa adrenalina, sin esos conflictos que, de alguna manera, nos hacen sentir vivos.

Entonces, ¿nos gusta sufrir en las relaciones amorosas complicadas? Desde la perspectiva conductual, no es exactamente que disfrutemos del dolor (o tal vez sí). Más bien, hemos aprendido a responder a los ciclos de reforzamiento emocionalmente inconstantes, nos aferramos a patrones familiares y, en el fondo, buscamos un tipo de intensidad emocional que nos haga sentir que la relación tiene valor.

A fin de cuentas, tal vez lo que realmente nos atrae es la promesa de que, en medio del caos pudiera haber momentos de paz. La paradoja es que, mientras más caos buscamos, más difícil es encontrar esa paz. Quizás nos hayamos vuelto adictos al drama porque, en la calma, nos sentimos demasiado vulnerables al silencio.

De ahí que nos sea complicado romper con estas relaciones complicadas, lo importante sería evaluar (cada caso de forma individual) las causas que originan y mantienen dichas interacciones conflictivas, así como las herramientas con las que cuenta cada persona, sin dejar de lado el descubrir cuál es la función que esto pueda estar teniendo en nuestras vidas, o tal vez, simplemente, nos gusta la esperanza de que el próximo giro en la montaña rusa emocional nos lleve a un final feliz.

Si en algún momento te encuentras encerrado en un ciclo que pareciera no tener fin y todo lo que has intentado hasta ahora te hace notar que  no está funcionando, no olvides que puedes acercarte con un experto en el estudio y modificación del comportamiento humano, aprovecho para agradecerte que nos hayas acompañado una semana más en este tu espacio de bienestar psicológico, no me queda más que animarte a buscar ayuda si lo consideras necesario, el peor intento es el que no se hace, aunque recuerda, puedo estar equivocado.

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