La basura y la arqueología
Por: Ariel Texis Muñoz
Una de las formas en que, como arqueólogos, obtenemos información sobre las sociedades del pasado es a través de la basura. Así es: mediante el análisis de lo que las personas desechaban, es posible aprender mucho sobre sus modos de vida.
¿Y cómo funciona esto? Aunque pueda parecer extraño, la basura refleja diversos aspectos del comportamiento humano. Nos da pistas sobre hábitos de consumo, dieta, actividades cotidianas, estatus social, entre otros. Los arqueólogos nos centramos en el estudio de los materiales que las personas utilizaban, ya que nuestro objetivo es entender cómo se producían, se usaban y se desechaban los objetos en diferentes contextos históricos.
De hecho, la basura es uno de los mejores puntos de partida para explorar la relación entre los objetos (la cultura material) y las personas. Al estudiar lo que se desechaba, obtenemos una visión más clara del comportamiento cotidiano, de cómo las sociedades del pasado gestionaban sus desechos y de qué se consideraba «basura» en su tiempo.
La basura, en este sentido, podría definirse como aquellos objetos dañados, rotos, obsoletos o pasados de moda que ya no cumplen la función para la que fueron creados y que han sido desechados porque han perdido su utilidad original.
Si nos centramos en las sociedades del pasado, la basura puede revelarnos comportamientos importantes, comenzando por el lugar donde se deposita. Cada hogar solía tener un sitio específico para deshacerse de los objetos no utilizados, pues no siempre terminaban en el mismo lugar donde se usaban. Estos puntos de depósito generalmente se ubicaban en la parte trasera de las casas, en rincones de los patios o incluso en áreas más apartadas. Sabemos que una de las intenciones de estos lugares era ocultar los desechos o separarlos, ya que atraían plagas y podían convertirse en focos de infección.
En el registro arqueológico, localizar los puntos donde se disponían los desechos nos ayuda a comprender la dinámica doméstica. Si encontramos varios ejemplos, podemos comparar si las casas compartían prácticas similares o si cada familia tenía su propio método para manejar la basura. Este tipo de observaciones también puede mostrar cómo cambiaban las costumbres a lo largo del tiempo. Por ejemplo, en diferentes épocas la basura podría haberse tratado de maneras distintas: algunos la arrojaban en terrenos de cultivo, otros la enterraban en lugares específicos, otros la quemaban, y algunos simplemente la transportaban lejos de sus hogares. Este comportamiento, desde el nivel doméstico hasta el de la ciudad, es una forma en que los arqueólogos interpretan los hábitos humanos del pasado.
Además, no toda la basura se maneja de igual manera. Algunas personas separan los desechos por tipo de material, otras según el evento que los generó (por ejemplo, si provienen de una fiesta, un velorio, o una celebración), y otras simplemente mezclan todo. Cuando separamos la basura por evento, podemos ver que ciertos desechos reciben un trato distinto al de otros objetos. En otras palabras, existen ocasiones en las que los desechos generados por ciertos eventos sociales (una fiesta, una celebración religiosa, una conmemoración especial) se gestionan de manera «especial». Aunque no siempre lo pensamos, es común que incluso la basura sea tratada de forma diferenciada, lo que refleja distintos comportamientos sociales y resalta la estrecha relación entre los seres humanos y la cultura material.
En cuanto al registro arqueológico, los desechos pueden clasificarse en tres tipos: domésticos, ceremoniales y de producción. Los desechos domésticos están relacionados con los objetos que se desechan a nivel del hogar. Estos pueden revelar detalles sobre la dieta, los materiales a los que tenían acceso las personas, y qué objetos eran descartados.
Los desechos ceremoniales son especialmente buscados por los arqueólogos, pues provienen de eventos especiales. Estos pueden ser generados por un único acontecimiento o por repeticiones de estos. En los rituales ceremoniales, los materiales utilizados son muy específicos, ya que los objetos empleados en estos eventos cumplen funciones concretas. Este tipo de objetos puede señalar el tipo de ritual que se estaba realizando: una festividad religiosa, una ofrenda, un entierro, entre otros.
Por último, los desechos de producción reflejan la actividad económica de una sociedad, ya que están vinculados a la fabricación de materiales como cerámica, lítica, textiles, etc. Cada una de estas industrias produce desechos diferentes, y cada tipo de desecho es tratado de forma distinta. En la industria lítica, por ejemplo, la producción de objetos de obsidiana es común. Los desechos de este material, al ser vidrio volcánico, pueden resultar peligrosos si no se manejan adecuadamente. Por eso, en el registro arqueológico es común encontrar estos desechos en lugares específicos. Más allá de la ubicación, un análisis de estos restos puede decirnos mucho sobre la calidad del material, de dónde obtenían la materia prima, e incluso qué tipo de trabajos se realizaban, pues es posible diferenciar si el proceso de producción comenzaba desde cero o si se estaban realizando retoques a objetos parcialmente terminados.
En la época moderna, la basura sigue siendo una herramienta útil para entender nuestro comportamiento, ya que refleja muchos aspectos de la vida cotidiana. Podríamos hacer el ejercicio de examinar nuestra propia basura y darnos cuenta de que consumimos ciertos productos de forma más recurrente de lo que pensábamos. La basura es, sin duda, una parte de nosotros y, aunque no lo parezca, refleja nuestra personalidad, nuestros hábitos y patrones de comportamiento.
En 1973, William Rathje, arqueólogo y profesor de la Universidad de Arizona, llevó a cabo un estudio peculiar sobre la basura producida por los humanos en la época moderna. Rathje realizó excavaciones en los basureros de la ciudad de Tucson, en Arizona, para estudiar los hábitos de consumo en la ciudad. Primero, entrevistó a varias personas preguntándoles sobre sus hábitos de consumo y qué materiales pensaban que se encontraban en su basura. Luego, él y sus estudiantes analizaron realmente esos desechos. Sorprendentemente, encontraron una gran discrepancia entre lo que las personas dijeron consumir y lo que realmente estaba en su basura. Algunos participantes sobreestimaron su consumo de alimentos saludables y minimizaron el consumo de alcohol. Sin embargo, al estudiar la basura, los investigadores encontraron restos de comida procesada y botellas de bebidas alcohólicas, lo que contradijo sus declaraciones.
Con este estudio en mente, es posible reflexionar sobre lo que nuestra propia basura dice de nosotros, qué comportamientos revela lo que desechamos cada día, y recordar que, al final, la basura nunca miente.