Por Citlali Rosas Jiménez

Zonificación prehispánica: Más allá de las zonas arqueológicas.

En muchas ocasiones al escuchar o leer la idea de “vestigios arqueológicos” o “zonas arqueológicas”, nuestro subconsciente colectivo materializa inmediatamente la imagen de las grandes “pirámides”.

Nos trasladamos a varios espacios pensando por ejemplo en Teotihuacan en el Estado de México, en Chichén Iztá en Yucatán, Templo Mayor en la Ciudad de México y Monte Albán en Oaxaca.

O a los espacios arqueológicos como Paquimé en Chihuahua, La Campana en Colima, Tamohi en San Luis Potosí o La Venta en Tabasco.

Incluso, inmediatamente pensamos en Cacaxtla y Xochitecatl.

¿Pero, por qué sucede esto? Regularmente, en nuestros libros de estudio, suelen ser los principales ejemplos arqueológicos que se nos presentan; se tratan de sitios que de una y otra forma son representativos de sus regiones culturales.

Nos familiarizamos así, con grandes construcciones de época prehispánica y del cual mencionamos siempre el término de zonas arqueológicas.

Que, usualmente, las categorizamos además en un espacio que podemos visitar durante nuestros fines de semana o nuestras vacaciones. Y llegamos a concebir que, el área que visitamos pareciera que es la extensión total que alcanzó el asentamiento prehispánico.

Pero en realidad, ¿nos hemos puesto a pensar en los demás espacios arqueológicos que se encuentran fuera de este tipo de lugares?

¿Qué sucede con ellos? ¿También se les llama zonas arqueológicas o cómo podemos referirnos a esos lugares?

O en su caso, suele aparecer la siguiente pregunta: ¿cómo es que aparecieron este tipo de elementos en este lugar, si la zona arqueológica está lejos de aquí?

Por ejemplo, no falta la anécdota personal o que nos han platicado, de que algún conocido tiene una pirámide en su patio, o que en una caminata se encontraron con “caritas o figuritas” o mientras se hacía el arado en el campo aparecieron fragmentos de diversos tamaños de “ollas”.

También, en ocasiones oímos en las noticias que, en una obra pública, al “abrir” el suelo o excavarlo, aparecieron piedras labradas, o muros que parecen de una casa e incluso entierros de gente antigua.

Primero que nada, debemos estar conscientes de cómo nos encontramos distribuidos hoy en día, con relación a nuestras capitales, por ejemplo.

Nuestros edificios principales, las actividades comerciales, los lugares de carácter de trámite, las áreas comunes como plazas o jardines, o de esparcimiento social, político y cultural; se encuentran en el “centro”.

Mientras nos vamos alejando del centro empiezan a aparecer las viviendas que hacen fusión con los lugares de actividad comercial. Incluso el tipo de construcción y su distribución empieza a cambiar.

Nos movemos un poco más, y aparecen las colonias conformadas por las construcciones de tipo casa-habitación, es decir, totalmente espacios de vivienda, con una cualidad más privada.

Y al llegar a la periferia, empezamos a notar espacios baldíos o de trabajo de campo que se entrelazan con las áreas conurbadas, que dan paso a las áreas de los pueblos.

Pueblos que de igual forma tienen su propia distribución, aunque similar, es de una menor escala.

Es decir, nuestro espacio social se distribuye en un área magna que físicamente se desarrolla en diferentes zonificaciones de nuestro asentamiento.

Así sucede igual con los asentamientos humanos de la época prehispánica. Estos crecieron a partir de un centro ceremonial sociopolítico de actividades públicas.

A partir del cual se edificaron espacios en el cumplimiento de ciertas actividades especializadas.

En cuya colindancia se organizaron las áreas habitacionales semiurbanas a rurales para dar paso a las secciones de las labores de campo. Y en su caso, a los centros de organización que atendían las diversas zonificaciones alejadas del área nuclear, y que se conformaron a menor escala.

Dicho esto, los arqueólogos ubicamos el comportamiento humano en un área representativa cuya interacción y distribución nos es posible identificar a través de su evidencia material con los objetos, las edificaciones y/o modificaciones realizadas al entorno. Entendemos así, la extensión del asentamiento y el tipo de actividades ejecutadas en él a partir de la zonificación y distribución del asentamiento.

Una vez entendido esto, es admisible y coherente localizar vestigios arqueológicos prehispánicos alejados de las áreas centrales de un asentamiento de época prehispánica. Debido a que el área en la que se localizan forma parte de una zonificación dentro de la extensión del asentamiento.

Debido a la presentación y distribución de los elementos arqueológicos, el marco normativo y jurídico de protección establece una serie de conceptos que permite denominar a los espacios arqueológicos de acuerdo con su ordenamiento.

Así bien, tenemos los términos de monumento arqueológico, sitio arqueológico, zona de monumentos arqueológicos y zona arqueológica. Todos estos relacionados a un espacio de asentamiento humano prehispánico.

El concepto de monumento arqueológico refiere a todo bien mueble e inmueble, y restos naturales asociados, producto de la vivencia de los grupos culturales prehispánicos que se asentaron en el territorio del país; es decir todo tipo de evidencia de objetos, de edificación, de residuos, de elementos orgánicos, de expresión materializada de tipo artística, religiosa, política, administrativa y doméstica asociada.

Un sitio arqueológico refiere al conjunto de monumentos arqueológicos prehispánicos; es decir en un mismo contexto pueden existir diferentes tipos de evidencias de diferentes materiales con diferentes tipos de actividades que en conjunto pueden inducirnos a una zonificación o más zonificaciones de un asentamiento prehispánico. E incluso puede ser evidencia de un solo tipo de yacimiento o de actividad que se encuentra en “solitario” al no identificar al momento otro tipo de bienes.

De tal forma que, una zona de monumentos arqueológicos  comprende varios sitios arqueológicos por el conjunto de varios monumentos arqueológicos, que, además de señalar evidencias arqueológicas distribuidas en diferentes puntos de la extensión del asentamiento prehispánico, indica también, un registro oficial ante la Federación para que los espacios en los que se identifican evidencias de este tipo, sean regulados para su protección y salvaguarda.

Independiente del carácter público o privado del terreno en el que se hayan identificado. Debido a que, se les asigna una observancia general específica en el ámbito arqueológico, al tratarse de bienes patrimonio de la Nación, que deben protegerse por cualquier persona física o moral.

En algunos casos, se promulgan Decretos de declaratorias, que refieren a instrumentos que norman espacios arqueológicos en específico, para establecer acciones de atención en el cuidado del patrimonio arqueológico del lugar. Considerando lo que por Ley se establece.

Por lo que en una zona de monumentos arqueológicos se regula el cuidado y protección de todo espacio arqueológico, independiente del carácter público o privado que actualmente tenga el espacio.

A ello, se menciona que una zona arqueológica, refiera a un espacio de utilidad pública en la que se encuentra a cargo la Federación a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y que, en la mayoría de los casos, si no es que, en todos, delimita únicamente las áreas nucleares o centrales del asentamiento prehispánico que representan a los edificios principales. Aunado a que, se trata de espacios que han sido acondicionados para ser visitados por el público como parte de la difusión de información cultural del país.

De tal manera que, las zonas arqueológicas que visitamos solo son muestra de un porcentaje del asentamiento prehispánico original. Así que una vez que cruzamos las puertas de salida, recuerda que, la extensión territorial del grupo cultural prehispánico continua en esas calles y construcciones modernas, o en esos campos y cerros, que las rodea.

Es por lo que, a 100 metros, 1 kilómetro o 4 kilómetros de las zonas arqueológicas, se localizan sitios arqueológicos, en diferentes lugares de un área en específico, asociado a grupo cultural prehispánico que se conoce de acuerdo con su temporalidad y a su organización de ocupación.

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