Los murales de Tizatlán
Por Ariel Texis Muñoz
Ubicación y contexto histórico
Tizatlán, ubicado cerca de la capital de Tlaxcala a 2 km de la ciudad y sobre la margen derecha del río Zahuapan, fue uno de los Altepetl más relevantes del territorio tlaxcalteca. Este sitio alcanzó su apogeo en el Posclásico Tardío (1250 d.C.) y fue posiblemente la capital de la confederación tlaxcalteca al momento de la llegada de los españoles. Su topografía permitió la construcción de plataformas alargadas con plazas rodeadas de terrazas conectadas por caminos de piedra. Actualmente, Tizatlán forma parte de San Esteban Tizatlán, un barrio de Tlaxcala.
Investigaciones arqueológicas
Desde la década de 1920, Tizatlán ha sido objeto de investigaciones arqueológicas que comenzaron tras la detención de excavaciones clandestinas realizadas por los pobladores en busca de tesoros atribuidos al gobernante Xicoténcatl. Alfonso Caso documentó por primera vez en 1924 los altares policromados, sugiriendo que se usaban para sacrificios rituales y relacionándolos con el estilo del Códice Borgia. Durante el siglo XX, diversos investigadores, como Benalí Salas, Eduardo Noguera, y Hugo Moedano, delimitaron estructuras, realizaron excavaciones estratigráficas y consolidaron áreas del sitio para su protección y estudio.
En 1980, Roberto Gallegos Ruiz amplió las exploraciones, definiendo los muros sur y oeste, y consolidó la plataforma central que contenía la capilla y el atrio. A finales del siglo XX, el proyecto «Los Cuatro Señoríos» permitió recuperar más del 50% de la estructura principal.
Descripción de los altares A y B
Los altares A y B son monumentos clave del sitio, decorados con pinturas policromadas y elementos iconográficos vinculados a las deidades del panteón mesoamericano.
Altar A: Representa una escena de combate entre dos personajes: Tezcatlipoca, con atributos guerreros y símbolos asociados al agua y al fuego (atl-tlachinolli), y Tlahuizcalpantecuhtli, relacionado con el planeta Venus y la muerte. Los lados del altar incluyen representaciones de cráneos, corazones humanos, manos con adornos, y símbolos de sacrificio y ayuno.
Altar B: Muestra tres deidades y una mujer desnuda, posiblemente Mayahuel o Chalchiuhtlicue, nadando en agua. También incluye figuras de jaguares, águilas y símbolos de sacrificio, como espinas de maguey y corazones sangrantes. Los lados del altar tienen bandas jeroglíficas alternadas con escorpiones, manos, calaveras y espinas de maguey ensangrentadas.
Relación con el Códice Borgia
Las imágenes y símbolos de los altares se vinculan estrechamente con las representaciones del Códice Borgia. Por ejemplo, la figura de Tezcatlipoca guarda similitudes con su representación en la lámina 17 del códice, mientras que Tlahuizcalpantecuhtli comparte atributos como el disparo de una flecha y el uso de símbolos en su tocado. Estas conexiones refuerzan el vínculo estilístico y simbólico entre Tizatlán y la tradición pictórica de códices mesoamericanos.
Interpretaciones y significados
Aunque se reconoce la relevancia ritual de los altares, su función precisa sigue siendo debatida. Algunos investigadores sugieren que estaban relacionados con sacrificios y rituales vinculados al ciclo agrícola y las deidades. La rica iconografía también refleja conceptos como la guerra sagrada, el sacrificio y la conexión con los elementos naturales y astronómicos.
Función y significado ritual
Desde su descubrimiento, los altares de Tizatlán han sido objeto de debate en cuanto a su uso y propósito. Aunque inicialmente se asumió que eran espacios para sacrificios rituales, esta idea no está completamente respaldada debido a la morfología de los altares y la falta de evidencia concluyente.
Alfonso Caso: Propuso que los altares servían para sacrificios humanos debido a sus dimensiones adecuadas para acostar a una persona. Sin embargo, cuestionó esta hipótesis, ya que la sangre habría destruido las pinturas policromadas, y los canales y depósitos de los altares no parecen diseñados para sacrificios de este tipo.
Eduardo Noguera: Sugirió que los altares eran utilizados para ceremonias de mortificación y actos de abnegación, posiblemente en honor al dios Camaxtli, divinidad tutelar de Tlaxcala.
John Pohl: Consideró que los altares no estaban diseñados para sacrificios, sino para depositar ofrendas y realizar rituales relacionados con los dioses tlaxcaltecas, como Camaxtli-Mixcóatl y Matlacueyetl (Chalchiuhtlicue). También vinculó los símbolos acuáticos con ceremonias de purificación o bautismo.
Morfología y posibles usos alternativos
El diseño físico de los altares plantea interrogantes sobre su función. Las características como los canales y los depósitos sugieren un propósito diferente al sacrificio humano:
Podrían haber sido espacios para colocar ofrendas rituales, como semillas o sangre recogida en ceremonias menores.
En la parte superior, se habrían llevado a cabo ceremonias de investidura para gobernantes o guerreros, como perforaciones rituales del tabique nasal.
Simbolismo e interpretación iconográfica
La rica iconografía de los altares conecta estrechamente con el Códice Borgia, pero con elementos adaptados a la tradición tlaxcalteca.
Bety Zagoya: Argumenta que el Altar B podría tener un significado calendárico, representando una versión local del Tonalpohualli con 52 elementos rituales, aunque con variaciones simbólicas. También plantea una posible bipolaridad entre los altares: el Altar A (masculino, solar) y el Altar B (femenino, lunar).
Los símbolos plasmados, como cráneos, corazones y espinas de maguey reflejan conceptos de sacrificio, fertilidad y ciclos naturales, reforzando su papel en la cosmovisión nahua.
Influencia cultural y estilo pictórico
Tizatlán se encuentra en la intersección de estilos artísticos e influencias culturales significativas:
El sitio refleja el llamado estilo Mixteca-Puebla, presente en códices y cerámicas. Sin embargo, estudios recientes proponen denominar este estilo como Mixteca-Puebla-Tlaxcala, destacando la especificidad de la región.
Los murales y diseños de Tizatlán, junto con los de Ocotelulco y Tepeticpac, revelan una narrativa visual única que combina elementos locales con tradiciones panmesoamericanas, como las de Cholula.
Conclusión
Aunque los altares de Tizatlán se han relacionado históricamente con sacrificios, las interpretaciones actuales sugieren un uso más amplio: desde ceremonias de ofrendas hasta rituales de investidura. Su diseño y simbolismo reflejan una síntesis de influencias culturales y religiosas del Valle de Puebla-Tlaxcala, representando una adaptación local de tradiciones mesoamericanas. La conexión con el Códice Borgia y otros estilos artísticos evidencia la relevancia de Tizatlán como un centro ritual y cultural en la región posclásica.