Tradición, misticismo y folclore se entrelazan en los días santos
Durante la Semana Santa, además de la solemnidad religiosa y los actos litúrgicos, en el estado de Tlaxcala persisten diversas creencias populares, mitos y tradiciones que forman parte del imaginario colectivo de muchas comunidades.
Una de las creencias más arraigadas señala que, entre el Jueves Santo y el Sábado de Gloria, el mundo espiritual se vuelve más activo. Testimonios y leyendas aseguran que es en estos días cuando demonios, espíritus y otras entidades sobrenaturales deambulan con mayor libertad. Por esta razón, la tradición oral recomienda no salir de casa durante la noche, evitar lugares solitarios e incluso abstenerse de acudir a fiestas o celebraciones nocturnas.
También se cree que durante esta temporada se abren los llamados “encantos”: portales dimensionales ocultos en cerros, montañas o cuevas. Según las narraciones, el tiempo dentro de estos lugares transcurre de forma diferente: un solo día en el exterior puede equivaler a cien años o más dentro de estos sitios, lo que convierte su acceso en un riesgo, ya que muchos aseguran que quienes entran podrían no regresar jamás.
Curiosamente, los días santos también se consideran propicios para la manifestación de tesoros ocultos. Se dice que estos aparecen con mayor frecuencia en esta época, aunque siempre acompañados de señales místicas o advertencias sobrenaturales.
Entre los personajes más mencionados durante esta temporada se encuentran el Judío Errante, la Procesión Fantasma y el propio Diablo, cuyas apariciones han sido relatadas de generación en generación.
A inicios del siglo XX, muchas familias tlaxcaltecas mantenían prácticas de recogimiento extremo: se evitaba cocinar con leña, bañarse o realizar actividades domésticas desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Pascua. Esto como muestra de respeto y acompañamiento al sufrimiento de Jesús durante su pasión.
Otras costumbres particulares incluyen los rituales del Sábado de Gloria. En varias comunidades se acostumbraba dar machetazos a los árboles frutales como un acto simbólico para “despertarlos” y estimular su producción. Asimismo, en esta fecha se solía jalar las orejas de los niños, con la creencia de que esto les ayudaría a crecer más rápido o de cortar el cabello para que tenga un crecimiento más abundante.
Estas tradiciones, aunque no siempre visibles en el día a día, forman parte del tejido cultural de Tlaxcala y reflejan la manera en que lo espiritual, lo simbólico y lo cotidiano se entrelazan en el contexto de la Semana Santa.