Por: El Psicólogo Carlos

 

Si entras a redes sociales en este tiempo notarás que a muchos nos han hecho creer que nos hemos conformado con mendigar migajas emocionales, un like por aquí, un emoji de fuego por allá, un mensaje visto a las tres horas, es ahí en donde el término «migajero» ha ganado fuerza en los últimos meses para describir a quienes se conforman con atenciones mínimas, generalmente en relaciones afectivas o sociales mediadas por Instagram, WhatsApp, TikTok y sus similares, pero, más allá de la etiqueta popular, ¿qué tiene que decir la psicología sobre esta epidemia de satisfacción mínima? Spoiler: no es falta de amor propio, ni baja autoestima en sí misma, te sorprenderá saber que tiene mucho más que ver, con cómo se moldea y mantiene nuestro comportamiento.

Empecemos con algo básico: todo comportamiento que se mantiene en el tiempo ha sido, de alguna forma, reforzado, y antes de avanzar con esto debes saber que cuando hablamos de reforzador o reforzamiento nos referimos a todo aquello que aumenta las probabilidades de que dichos comportamientos sigan apareciendo, es decir, no seguimos saludando a alguien si cada vez que lo hacemos nos voltea la cara, ¿verdad? (O bueno, lo dejamos de hacer después de un par de intentos fallidos), entendamos entonces el reforzador como cualquier consecuencia que incremente la probabilidad de que una conducta se repita.

Ahora bien, no todos los reforzadores son iguales, existe algo llamado reforzamiento intermitente que es particularmente tramposo: en lugar de reforzar cada acción, el reforzador aparece de vez en cuando, de manera impredecible. ¿Y qué pasa entonces? El comportamiento se vuelve mucho más resistente a la extinción (o sea, desaparecer), un ejemplo clásico es el de las máquinas tragamonedas: no siempre ganas, pero cuando lo haces, el golpe de dopamina es tan grande que sigues apostando, a pesar de las largas rachas de pérdidas (y así es como terminas perdiendo todo).

¿Te suena familiar? Cuando esa persona que apenas te responde finalmente te manda un meme, o reacciona a tu historia después de semanas de silencio, estás recibiendo un pequeño gran estímulo, una migaja emocional por así decirlo, y tal como el apostador sigue frente a la máquina, tú sigues invirtiendo energía emocional, con la esperanza de que «esta vez sí», y si lo vemos de esta manera, no hay nada de malo, incluso es hasta lógico

Desde la perspectiva de la economía conductual, todas nuestras acciones tienen un costo (lo que invertimos) y un beneficio (lo que obtenemos), idealmente, deberíamos dejar de invertir en relaciones o interacciones que no nos dan suficientes beneficios, sin embargo, las redes sociales han distorsionado esa lógica, ¿Por qué? porque el costo de intentar es bajísimo: mandar un mensaje, reaccionar a una historia, darle like a una publicación requiere apenas unos segundos y un par de movimientos de pulgar, es decir, el pequeño esfuerzo facilita que sigamos buscando esos reforzadores dispersos entre las redes, no tenemos que cruzar media ciudad ni gastar horas conversando: basta con desbloquear el teléfono, y este abaratamiento de los costos mantiene el fenómeno migajero en marcha, invertimos poco, recibimos poco, pero el simple hecho de que a veces obtengamos algo nos hace persistir (con la esperanza de que en algún momento empecemos a recibir más.

El «¿me habrá dejado en visto porque está ocupado o porque ya no le interesa?» no solo genera ansiedad; genera más conductas de búsqueda de atención, o lo que es lo mismo, buscamos generar acercamiento con aquella persona con la finalidad de reducir la incertidumbre de no estar seguros de si nos quieren o no, los comentarios, mensajes indirectos, publicaciones calculadas: toda una danza de comportamiento moldeada por la esperanza del reforzamiento, y la inconsistencia, paradójicamente, nos vuelve más constantes (algo muy contraintuitivo).

Aquí es donde quiero hacer una pausa para desmentir el juicio moral tan común en estos casos, mucho se dice que a los «migajeros»  les falta dignidad, o que están «rotos» emocionalmente, te sorprenderá saber que simplemente así se ha ido aprendiendo (al igual que aprendemos cualquier cosa), a través de la historia de sus interacciones, que esas pequeñas atenciones son suficientes para mantener su conducta de buscar más, y a manera de spoiler, eso nos pasa a todos y mucho más frecuente de lo que crees (solo el contexto puede variar).

Desde un punto de vista psicológico, cada quien opera bajo su propio historial de reforzamiento, algunos hemos tenido historias donde las relaciones afectivas siempre fueron inciertas o intermitentes, y han aprendido a valorar señales mínimas como si fueran significativas y otros simplemente no han tenido acceso a relaciones más consistentes, y entonces lo que para alguien más sería «insuficiente», para ellos es «mejor que nada».

¿Y podemos hacer algo para cambiar las cosas? desde una perspectiva psicológica, el cambio no pasa (primero) por grandes declaraciones de autoestima ni por juramentos frente al espejo. Lo primero es entender por qué hacemos lo que hacemos, para así poder cambiar aspectos en nuestro comportamiento y así obtener resultados diferentes que a su vez nos hagan sentirnos mejor con nosotros y nuestra forma de interactuar, para ello podemos intentar lo siguiente:

  • Disminuir el contacto con los estímulos que mantienen el comportamiento. Dejar de seguir, silenciar notificaciones, limitar la exposición a las migajas.
  • Aumentar otros reforzadores en tu vida. Buscar interacciones más consistentes con otras personas, actividades que generen reforzadores propios y que no dependan exclusivamente de la validación ajena.
  • Hacer un análisis de costo-beneficio real. Preguntarse con honestidad: ¿qué tanto estoy invirtiendo en esto? ¿Qué tanto me devuelve? ¿Hay otras conductas que podrían traer mayores beneficios?

Ahora, tienes que saber que estas tareas de inicio no serán nada sencillas, y que esto no solo se trata de «tener fuerza de voluntad» —es cuestión de rediseñar el ambiente para que favorezca nuevas formas de comportarse, ya que los propios cambios harán que tu contexto empiece a modificarse y a su vez eso provocará encontrar más modificaciones.

Finalmente, cabe decir que, en un mundo donde la atención es uno de los bienes más escasos, no es raro que nos conformemos con poco, las plataformas digitales están diseñadas para maximizar pequeñas dosis de reforzamiento: notificaciones, reacciones, visualizaciones efímeras (y por lo visto sí lo están consiguiendo), estamos todos, de alguna manera, peleando por sobras de atención en una cena interminable donde nunca nos invitan al plato fuerte.

Reconocerlo no es resignarse: es entender el juego para jugarlo mejor, porque sí, merecemos más que migajas, pero para conseguirlo, hay que dejar de responder a cada mínima miga que nos tiran (aunque eso sea costoso al inicio).

Y en dado caso que consideres que por tu cuenta es muy complicado, ya sea porque no conoces otra manera de hacerlo o porque creas que la forma en la que lo haces te ha funcionado en ocasiones anteriores, y deseas obtener ayuda, no dudes en consultar a especialistas en el comportamiento humano, nos saludamos la siguiente semana y recuerda… Puedo estar equivocado.

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