Tiñe de fe y esperanza las calles de Tlaxcala
Cada tercer lunes de mayo, Tlaxcala despierta envuelta en aroma a incienso, colores de aserrín y ecos de campanas que anuncian un día especial. La Bajada de la Virgen de Ocotlán no es solo una peregrinación: es un suspiro colectivo de fe, una estampa viva donde tradición, devoción y comunidad se entrelazan en un recorrido de aproximadamente nueve kilómetros por las principales calles de la capital.
Desde muy temprano, miles de personas se congregan para acompañar a la venerada imagen de la Virgen de Ocotlán, que desciende desde su santuario para encontrarse con su pueblo. En el trayecto, se entretejen escenas conmovedoras: familias enteras rezan al paso de la imagen, niños levantan flores, ancianos en sillas de ruedas que no quieren perder el momento de verla pasar.
Doña Rosario Hernández, de 78 años, sostiene con firmeza su rosario mientras camina junto a sus nietos. “Desde que era niña mi mamá me traía, y desde entonces no he faltado. Cada año vengo con el mismo amor, con la misma fe. La Virgencita siempre me ha cuidado”, dice con los ojos húmedos, mientras observa cómo la imagen se abre paso entre las alfombras de aserrín multicolor.
El Obispo Julio César Salcedo Aquino, quien encabezó la peregrinación, recordó que en tiempos de dificultad, el consuelo puede comenzar con un gesto sencillo: “Acerquémonos a las personas que pasan momentos difíciles, para apoyar, para estar”, dijo durante su mensaje, pronunciado ante la multitud.
La Virgen recorrió sitios cargados de historia y significado espiritual, como el Antiguo Hospital, donde alguna vez la imagen fue llevada como señal de protección, y el Ex Convento de San Francisco, donde religiosos y fieles le rindieron homenaje con cánticos y oraciones. Ahí, el Obispo destacó que “la fe del pueblo tlaxcalteca es una fe viva, fuerte y esperanzadora. Una fe que no se encierra, sino que camina y acompaña”.
Las calles por donde pasa la Virgen se visten de gala: alfombras de aserrín multicolor, hechas con esmero por manos devotas, dibujan flores, cruces y símbolos marianos. Al paso de la imagen, la fe se mezcla con la generosidad: vecinos reparten tamales, atole o agua fresca a los caminantes, como un gesto de hospitalidad que también es parte del ritual.
Al paso de la imagen, artesanos originarios de Ocotlán se hicieron presentes. “Venimos cada año porque esta tradición es nuestra forma de agradecer. Ella es nuestra patrona, la que nos ha acompañado siempre. Esta fe viene desde mis abuelos, y yo también la paso a mis hijos y nietos”, comentó un artesano que colocó alfombras de aserrín frente al Portal Hidalgo.
Ser parte de esta caminata es vivir una experiencia única. Es ver a un pueblo que no solo cree, sino que celebra creyendo. “Ser peregrinos de esperanza, ir a donde hace falta un testimonio de fe y esperanza y caridad”, dijo el Obispo, resumiendo el espíritu de esta jornada que, más allá del rito, se convierte en un acto profundo de comunidad.