Entre saludos, precaución y jornadas de más de 10 vueltas al día, Rogelio Flores demuestra que ser chofer es también un acto de servicio y humanidad
Antes de que el sol caliente las calles de Santa Ana, Rogelio Flores Jiménez ya está al volante. Son las 6:30 de la mañana cuando arranca su primer recorrido del día en la ruta colectiva que conecta Santa Ana con Ocotlán. A sus 45 años, ha convertido su trabajo como transportista en una forma de vida marcada por la responsabilidad, el trato amable y el cuidado hacia quienes cada día confían en él para llegar a su destino.
“Yo me doy cuatro vueltas y luego me tomo una hora u hora y media para desayunar y darme un baño. Después regreso a dar otras cuatro”, cuenta Rogelio con la serenidad de quien ha aprendido a medir el tiempo por vueltas y pasajeros. Su jornada termina alrededor de las siete de la noche, luego de haber recorrido hasta once veces la misma ruta, con cientos de rostros distintos, pero con el mismo compromiso de manejarlos con seguridad.
Para Rogelio, manejar no es solo un oficio. Es una forma de servir. Lo que más valora es el agradecimiento sincero de los pasajeros. “Algunas personas sí te dicen gracias… y eso es satisfactorio”, comenta. Él se da el tiempo de esperar a que suban, de cuidar que no caigan, de brindar un “buenos días” que, aunque parezca pequeño, puede cambiarle el ánimo a alguien.
Ha trabajado en otros oficios, pero siempre regresa al volante. “Cuando te gusta algo, te sientes satisfecho”, afirma. Aunque reconoce que no todo es sencillo, hay temporadas bajas, inseguridad, los imprevistos mecánicos o de salud, pero él encuentra en su trabajo una fuente de dignidad y constancia.
“Hay que estar alerta a cualquier situación que pueda haber en el camino. Carros que se meten, personas que se cruzan… Uno tiene que estar atento”, explica. Y aunque ha sido testigo de asaltos o robos en la zona, no deja que el miedo le impida continuar.
Rogelio no lleva uniforme, pero cada día representa a un gremio fundamental en la vida cotidiana de las y los tlaxcaltecas. Con manos firmes en el volante y un saludo honesto en los labios, él es uno de los muchos transportistas que no solo llevan a la gente de un punto a otro, sino que lo hacen con respeto, humanidad y vocación.