Es un platillo que trasciende lo gastronómico para convertirse en símbolo de identidad, memoria y cohesión social
El mole de matuma es uno de los tesoros más significativos de la cocina tradicional tlaxcalteca, un platillo que trasciende lo gastronómico para convertirse en símbolo de identidad, memoria y cohesión social. Su preparación, transmitida de generación en generación, forma parte de la herencia cultural de los pueblos que, a través de los sabores, mantienen vivo un legado ancestral.
Este mole se distingue por la complejidad de su preparación y la diversidad de ingredientes que lo conforman. En su receta conviven chiles mulato y pasilla, que le otorgan un tono oscuro y profundo; ajonjolí, almendras y cacahuates, que aportan textura y suavidad; especias como clavo, pimienta y canela, que llenan el guiso de aromas; así como pan tostado y chocolate, elementos que equilibran lo dulce con lo picante. El resultado es una salsa espesa, de sabor envolvente y equilibrado, que suele acompañar piezas de guajolote o pollo, siempre en compañía de arroz y tortillas recién hechas a mano.
Más allá de su sabor, la matuma es un reflejo de la vida comunitaria de Tlaxcala. Prepararla no es un acto individual, sino un proceso que convoca a la familia y a los vecinos alrededor del fogón. Desde la limpieza y tostado de los chiles, hasta el meticuloso molido de los ingredientes y la lenta cocción, el mole se convierte en una experiencia compartida que fortalece los vínculos sociales y genera un sentido de pertenencia.
Culturalmente, la matuma está asociada a celebraciones religiosas, mayordomías y fiestas patronales, donde el mole no solo alimenta el cuerpo, sino que también nutre el espíritu comunitario. En estos contextos, compartir el mole es un gesto de hospitalidad, gratitud y devoción, lo que convierte al platillo en parte del patrimonio inmaterial de Tlaxcala.
En la actualidad, el mole de matuma no solo conserva su relevancia en los hogares y festividades locales, sino que también se ha convertido en un atractivo para el turismo cultural y gastronómico. Cada preparación es un recordatorio de la riqueza histórica y cultural del estado, un testimonio vivo de cómo la cocina puede ser un puente entre el pasado y el presente.
Degustar un plato de mole de matuma es mucho más que disfrutar de un sabor único: es participar de la historia de Tlaxcala, reconocer la fuerza de sus tradiciones y celebrar el legado de una tierra que ha sabido resguardar, en sus cocinas, la esencia de su identidad.




























