Se trata de un espacio sagrado de sanación emocional y espiritual.

En el centro Hueyitlamatini (nombre que en náhuatl significa el gran sabio) el encuentro entre lo ancestral y lo espiritual cobra vida a través del círculo de mujeres, una práctica de sanación y reconexión con la energía femenina que tiene sus raíces en las antiguas tradiciones mesoamericanas.

Leticia Perales chamana y guía espiritual de Hueyitlamatini, explica que esta ceremonia no es una réplica moderna ni una tendencia importada, sino una costumbre que proviene de los círculos de mujeres sabias: reuniones que antiguamente realizaban mujeres mayores, generalmente de más de 60 años, para orientar y acompañar a las niñas que transitaban hacia la adolescencia. En estos encuentros se compartían consejos sobre la vida, la maternidad, la responsabilidad y el equilibrio espiritual.

Entre flores multicolores, las jóvenes recibían una corona como símbolo de feminidad y compromiso, un gesto que representaba su conexión con la tierra, con su cuerpo y con su papel dentro de la comunidad. “Era una forma de preparar el vientre y el corazón para ser mujeres completas, sabias y fuertes”, explica Hueyitlqmatini.

Hoy, estos círculos se mantienen como espacios sagrados de sanación emocional y espiritual. En ellos, mujeres de distintas edades se toman de la mano para sanar las heridas heredadas de sus ancestras: abuelas, bisabuelas y mujeres que vivieron violencia, despojo o silencios. “Sanamos lo que ellas no pudieron decir, porque esas memorias están guardadas en nosotras. Con el círculo rompemos los patrones que aún cargamos y recuperamos nuestra fuerza”, comparte el guía.

Las ceremonias comienzan con ejercicios de conexión y meditación, acompañadas de elementos naturales como el agua, las flores y el pino, planta elegida por su fortaleza y arraigo. Cada participante recibe una corona tejida con follaje y siete flores, que representan los siete días de la semana y los siete colores del arcoíris, símbolo de equilibrio y renovación.

Para Leticia Perales, el círculo de mujeres representa un retorno al origen. “Es un espacio sagrado de encuentro, de sanación y de despertar”, afirma. En él, cada mujer se reconcilia con su esencia, abraza su energía femenina y emprende un viaje de transformación acompañada por otras. Es un reencuentro con la memoria de las abuelas, bisabuelas y ancestras que resistieron el dolor, la violencia y el olvido.

A través de rituales simbólicos, cantos y ofrendas, las participantes buscan limpiar esas heridas heredadas, liberar el sufrimiento y transformarlo en fuerza, amor y valentía. Con la guía de los cuatro elementos: el agua que enseña a fluir, el fuego que otorga poder, el viento que inspira libertad y la tierra que cobija, las mujeres honran a la gran madre y a la vida misma, reconociéndose como parte de una cadena de energía que sana, transforma y renueva.

Para Hueyitlamatini, el círculo de mujeres no solo honra la energía femenina, sino que reconstruye el tejido espiritual que une a las generaciones. “Cada una de nosotras es parte de una cadena energética. Todas somos una y una somos todas”, afirma.

Así, desde Tlaxcala, la medicina ancestral vuelve a florecer como una forma de resistencia y de amor, recordando que sanar el presente también es sanar a las mujeres que nos precedieron y abrir camino a las que vienen.

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