Creatividad que rompe estigmas

Hablar de cine mexicano suele despertar comentarios encontrados, para muchos, aún se asocia con fórmulas gastadas de comedia ligera, esas que han dominado taquillas con títulos populares como No manches Frida o Mirreyes vs Godínez. Sin embargo, reducir al séptimo arte nacional a ese molde comercial es ignorar la diversidad, la creatividad y el talento que desde hace años florecen en producciones independientes.

El cine hecho en México no solo existe, sino que resiste y se transforma, cada año, la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas entrega el Premio Ariel, máximo galardón nacional que reconoce a las producciones que retratan con crudeza, ingenio y sensibilidad lo que significa vivir en este país. Historias que hablan de la desigualdad, de las luchas sociales, de la vida cotidiana que, en la pantalla, se convierte en arte y memoria colectiva.

La más reciente edición, celebrada el 20 de septiembre de 2025 en Puerto Vallarta, dejó claro el poder narrativo del cine nacional. La gran ganadora de la noche fue Sujo, dirigida por Astrid Rondero y Fernanda Valadez, que obtuvo los premios a Mejor Película y Mejor Dirección. Este largometraje, que narra la huella del narcotráfico en la vida de un joven, destacó por su mirada íntima y sensible.

En la parte actoral, Raúl Briones recibió el Ariel a Mejor Actor por La cocina, mientras que Luisa Huertas fue reconocida como Mejor Actriz por No nos moverán. Asimismo, Yadira Pérez Estebanobtuvo el galardón a Mejor Coactuación Femenina por Sujo, y Héctor Kotsifakis ganó en la categoría masculina por Pedro Páramo, cinta que dominó en las categorías técnicas. El Ariel de Oro, máximo reconocimiento honorífico, se otorgó a Patricia Reyes Spíndola, Jacqueline Andere y al Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC) en su 80 aniversario.

Más allá de los premios, lo que sorprende es la vitalidad de las nuevas generaciones de creadores, jóvenes que, armados con una cámara, un guion sólido y mucha pasión, llevan sus proyectos a circuitos alternativos, festivales independientes o incluso a plataformas digitales. Hoy, espacios como FilminLatino, Cinemex Platino, Nuestro Cine MX o la Cineteca Nacional son ventanas para descubrir cine mexicano distinto, de calidad y muchas veces ignorado por las grandes cadenas.

Incluso redes sociales como TikTok, lejos de ser solo un espacio para tendencias pasajeras, se han convertido en un escaparate para cineastas emergentes. Ahí circulan microcortometrajes, teasers y reseñas que acercan al público a producciones nacionales que no llegan a salas comerciales. Además, plataformas como Vimeo on Demand o Festhome permiten que los cortometrajes y largometrajes de jóvenes talentos alcancen audiencias globales.

El reto quizá está en que el espectador se atreva a mirar más allá del cartel luminoso del cine comercial. El cine mexicano no es “malo” por naturaleza; es diverso, arriesgado y profundamente conmovedor. Quien busca historias honestas y potentes solo necesita acercarse a los festivales de cine locales, consultar la cartelera de la Cineteca, explorar catálogos digitales o seguir a los creadores que comparten sus obras en internet.

Por otro lado, hablar de cine en Tlaxcala es hablar de privilegios. Con 1 millón 342 mil 977 habitantes, este estado, el más pequeño de la República mexicana, concentra sus 60 municipios alrededor de un acceso casi exclusivo al séptimo arte. La mayoría de las salas de cine se encuentran en la zona central, dejan gran parte de la población en la periferia sin la posibilidad de disfrutar de películas en la pantalla grande, lo que evidencia una brecha cultural que va más allá de la geografía. Por eso, hoy más que nunca, la invitación es a explorar plataformas digitales que permiten acercarse al cine mexicano desde casa o cualquier dispositivo móvil, derriban así fronteras y hacen accesible lo mejor de nuestra producción audiovisual.

Porque sí: en México se hace buen cine, un cine que habla de nosotros, que nos confronta, que nos emociona y que, sin duda, merece más butacas ocupadas y menos estigmas heredados.

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