Conocidos internacionalmente por fusionar la danza indígena australiana y la contemporánea, el grupo Bangarra, que en la lengua aborigen wiradjuri significa ‘hacer fuego’, mantiene vivas las llamas de 65.000 años de cultura aborigen en las nuevas generaciones.

A través de sus diversos programas de formación, Bangarra hace que sus futuros bailarines y coreógrafos, muchos de ellos salidos de las comunidades remotas, estudien y ensayen intensamente danza y arte bajo rigurosas dietas y la mirada de mentores que los guían para que mantengan sus raíces y naveguen a través de los retos contemporáneos.

Actualmente representan dos espectáculos en Australia, ‘Horizon’ en Sídney (sureste) y ‘Waru, el viaje de la pequeña tortuga’ en Brisbane (noreste), en los que representan relatos tradicionales a través de la danza, dentro de una gira por todo el país hasta finales de año.

 

Permiso de las comunidades

Bangarra, creada en 1989 y una de las pocas compañías de fama internacional con un elenco exclusivo de indígenas, lleva a sus artistas a las comunidades remotas aborígenes en busca de inspiración y a pedir permiso para poder representar sus leyendas y tradiciones.

«Vamos a las comunidades a pedir permiso para contar sus historias (…)», explicó Frances Rings, directora creativa de Bangarra y quien desde niña halló en la danza una forma de expresarse, en una comparecencia con algunos medios en la Asociación de la Prensa Extranjera en Australia (FCA, siglas en inglés) en Sídney.

Los indígenas australianos incluyen a los aborígenes, repartidos por casi todo el país, y los isleños del Estrecho de Torres, de origen melanesio y que habitan en un territorio insular del noreste del país.

Esas visitas a las comunidades indígenas son «experiencias tan plenas y tan ricas», afirmó por su lado, Daniel Mateo, uno de los jóvenes bailarines de Bangarra.

«Son una parte hermosa y crucial porque nos sentamos con las ‘tías’ y tíos’ que nos cuentan sus historias», explicó Mateo.

Es que las comunidades aborígenes, que son tan diversas entre sí tanto por su lenguaje como por sus expresiones culturales, viven en zonas remotas y guardan muchas historias relacionadas con su cultura, rituales y los clanes que se guardan tradicionalmente en secreto.

También es difícil comprender la complejidad de muchas expresiones artísticas como la danza, que en muchas ocasiones están vinculadas a rituales conectados a mapas cantados del universo y del terreno que se transmiten de generación en generación.

 

La tensión entre la tradición y la modernidad

Tras la investigación de las historias, el gran reto es su reinterpretación, ya que puede generar algunas «complicaciones» por las tensiones entre la tradición y la modernidad, admitió Rings, quien también es codirectora ejecutiva de Bangarra, al insistir en la necesidad del «debido respeto y sensibilidad» a los indígenas.

Ese enfoque requiere entender la complejidad de la cultura de los indígenas australiano así como el impacto que sufrieron estos pueblos por la colonización británica que a principios del siglo XIX los despojó de sus tierras y luego se llevó a sus niños durante décadas para educarlos en el seno de familias e instituciones occidentales.

Actualmente los indígenas australianos representan el 3,8 % de la población de más de 26 millones del país, aunque son no de los grupos étnicos más encarcelados del mundo y con más desventajas en materia de salud, educación, vivienda y trabajo.

«Hemos sobrevivido al genocidio, al impacto de la colonización y todavía tenemos muchos retos difíciles en nuestras comunidades», subrayó Rings, al insistir en la necesidad de educar al resto de la población australiana con mensajes que plasmen las luces y sombras de la historia aborigen.

«Pero siempre nos aseguramos de que haya esperanza. Esa esperanza reside en la medicina de nuestros relatos y en la belleza y la fuerza de resistencia que tenemos: somos un pueblo con 65.000 años de cultura ininterrumpida. Estamos muy orgullosos de ello», acotó.

Gran parte de la esperanza de Bangarra también está en sus artistas jóvenes, quienes buscan crear una «revolución» artística con nuevas historias que se apoyan en el legado de los artistas veteranos y nuevas experiencias multitulturales y globales.

«Tenemos mucho valor para traer la revolución» porque «somos fuertes y resilientes», enfatizó Mateo, al admitir que ese cambio en favor del reconocimiento artístico de los indígenas requiere del esfuerzo de todos. EFE