Foto: Archivo/Síntesis

“La lucha de la libertad es la de la lucha por limitar el poder de los gobiernos” –Woodrow Wilson-

Uno de los temas que está en la agenda política en nuestro país es el que tiene que ver con la denominada Ley de seguridad interna, que es analizado en el Congreso y que permitirá, de ser aprobada, que la milicia, marina y cuerpos especiales tomen en sus manos la seguridad interior de México.

El riesgo de que esto suceda es muy alto y no existe el mínimo interés del gobierno federal de difundir y transparentar las verdaderas implicaciones de avalar, a partir de creación de una ley, la militarización de la seguridad.

Si nos remontamos a la historia patria, la última vez que el ejército se hizo cargo de la seguridad interior de México fue durante el gobierno de Victoriano Huerta después del golpe de Estado en la célebre “Decena trágica”.

Un segundo momento en la tragicomedia mexicana fue durante la llegada de Felipe Calderón a la presidencia, -hace diez años-, en que decidió sacar a los militares de los cuarteles para iniciar una guerra frontal en contra de la delincuencia organizada.

A partir de ese momento y hasta la fecha en la que el ejército se mantiene en las calles asumiendo una tarea que le corresponde a otros cuerpos policiacos, hay cifras que resultan verdaderamente apabullantes.

Analistas políticos señalan que a la fecha han sido desplegados alrededor de 52 mil elementos militares; se han llevado acabo 84 operaciones regionales que tienen como objetivo reducir la actuación de la delincuencia organizada y que el nivel de letalidad de los militares revela que el ejército mata ocho personas, por uno que hiere.

 

Círculo vicioso

La falta de transparencia en torno a acciones de los gobiernos es una constante en la historia de México y el haber sacado a los militares a las calles para realizar las tareas que le corresponde a otras corporaciones policiacas civiles implicó ocultar o maquillar, desde hace una década los verdaderos resultados.

En los últimos dos gobiernos federales se ha asignado una presupuesto sin precedentes al ejército y se ha disminuido la asignación de recursos a las otras instituciones que tienen como labor velar por la seguridad de los ciudadanos. El resultado: el fortalecimiento de la milicia y  descuido de la policía civil.

 

Por qué verdes y no azules

Si algo es difícil de reconocer son los errores, y los gobiernos no son la excepción, ya que pese a que organismos y organizaciones nacionales e internacionales han hablado abiertamente del tema de la corrupción de las instituciones encargadas de la seguridad en México, resulta que es mejor militarizar que transparentar.

Los militares saben perfectamente que es el momento de aprovechar los errores de los gobiernos al  dejar en sus manos la seguridad interna y adquirir una presencia y poder que hace décadas no tenían.

El mensaje del año pasado del Secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, fue claro y sonó más a una amenaza que a una verdadera postura incondicional ante el ejecutivo federal.

En su discurso hubo un reclamo frontal y la advertencia de que si no se legisla y se brinda el marco legal y garantías para su actuación en las nuevas labores encomendadas “podría haber problemas de disciplina”.

El mensaje fue claro y al parecer amarró las manos al ejecutivo, ya que en las últimas décadas al dejar bajo la responsabilidad de las fuerzas armadas la seguridad, se descuidó la capacitación y acciones para erradicar la corrupción de las policías civiles. Entonces si no son ellos, ¿quién?

Al parecer la demanda es volver legal lo que opera al margen de la legalidad desde hace una década y que ha dado como resultado el incremento de manera extraordinaria de las denuncias ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).

Indudablemente hemos desperdiciado la oportunidad de fortalecer a los cuerpos policiacos civiles a través de la profesionalización, capacitación y una actuación transparente.

Nuestros brillantes políticos no ven otra salida más fácil, que la militarización de la seguridad pública, aunque ello signifique un retroceso en materia de derechos humanos.

Todo apunta a que quien seguirá cargando con el fracaso de un modelo de seguridad con terribles deficiencias generadas por la pobreza de la clase política para implementar estrategias adecuadas y brindar mayor seguridad, serán los ciudadanos como usted y como yo.

 

A pie de página

Es la tercera ocasión que cambia la fórmula para establecer el precio de la gasolina, y el resultado, es que amanecimos con la extraordinaria disminución de un centavo por litro. Alguien continúa subestimando la inteligencia y tolerancia de los ciudadanos.