Foto: Archivo
La famosa Hacienda Apulco, pionera en vuelo de globos aerostáticos en el país, está a punto de quedar convertida en elefante blanco. La restricción de volar sólo con pilotos que cuenten con licencia comercial, como cualquier piloto de líneas aéreas, la está sepultado.
“Todos nuestros pilotos tienen licencia pero privada; la misma licencia con la que vuelan los globos aerostáticos en Teotihuacán, Querétaro, Guanajuato, etcétera, sólo que aquí tuvimos un accidente y por lo tanto no nos es permitido hacerlo”, afirmó Sabrina Cortés, quien junto con su hermano, José Omar Cortés, son los propietarios de la empresa.
Ha pasado ya un año desde que el 21 de marzo de 2016 se desplomara un globo aerostático en el poblado de El Yolo, municipio de Acatlán, con un saldo de dos personas muertas y tres más lesionadas, propiedad de la empresa de la familia Cortés. Desde entonces, los intentos por reactivar esta actividad en el municipio de Agua Blanca han sido infructuosos.
Un muy lamentable accidente, “pero un accidente al fin, como los que se han tenido en la aviación en general”, hace notar Sabrina Cortés
“Nos exigen que nuestros pilotos pasen el examen para obtener la licencia de piloto comercial, la misma que deben tener los pilotos aviadores de líneas comerciales, pero nuestros pilotos sólo tienen licencias privadas”, informó la empresaria, quien creció entre globos aerostáticos.
De los pilotos de globos de la empresa hidalguense sólo cuenta con esta licencia de piloto comercial José Omar Cortés, quien sin embargo cuenta con empresas en San Miguel de Allende, Guanajuato, las que debe atender.
“Sería muy difícil reactivar los globos aquí con sólo un piloto, además de que mi hermano tiene sus empresas que debe atender”.
Lamentablemente el accidente ocurrido aquí se ha convertido en un estigma para los vuelos en globo en Hidalgo, pues asegura Cortés que los pilotos que vuelan en el resto del país pueden hacerlo con licencia privada. “Pero no aquí, pues aquí tuvimos el accidente”.
Mientras tanto la hermosa Hacienda de Apulco, donde pernoctaran los clientes que volarían muy temprano al día siguiente, con sus habitaciones y amplios jardines, ha venido convirtiéndose en un elefante blanco, recuerdo de tiempos mejores.