El poder desgasta no solo al que no tiene como dicen los que lo controlan circunstancialmente.  sino a estos también. 10 años es mucho tiempo para un momento de la historia en que las comunicaciones se miden en nano segundos y la relación entre mandantes y mandatarios es frágil, momentánea y de alta infidelidad. Pocas cosas terminan irritando mucho y, a veces acaban con presidencias llenas de vanidad, soberbia y control de todo.

Figuras como Adenauer o Felipe González que fueron muy eficaces al inicio acabaron desgastados con el paso del tiempo y debiendo cuidarse de los errores del equipo cansado de la rutina del ejercicio del poder y de la cantidad de problemas que resolver. Las tentaciones que no son pocas, emergen con su carga de corrupción e impunidad que le dan al poder cierta protección efímera. La gestión en países como los nuestros llenos de precariedades y dobleces o vuelven cínicos a los gobernantes o son necesarios gestos de grandeza que permitan que otros tomen el control del poder y lo revitalicen con una gestión orientada hacia las grandes necesidades de la gente. Cambiar es bueno y más cuando ha transcurrido un tiempo donde el gobernante ha perdido la perspectiva de sus propias limitaciones e incapacidades.

La soberbia tiene que dar paso a la humildad y la manifestación de la gente en las urnas debe ser  escuchada y validada no solo cuando muestran números favorables que es normal, sino cuando las cifras hablan de un hartazgo y necesidad de renovación.

Hasta los militares con Pinochet a la cabeza escucharon el no rotundo de los chilenos en 1990 y cuando le dijeron al primer presidente de la democracia Patricio Aylwin que continuara, este afirmó que no lo haría porque su “palabra era su contrato” y había dicho que no buscaría la reelección. Esos niveles de respeto a las promesas y a la normas son las que hacen grande a los pueblos y le permiten ganar grados de credibilidad sobre una medianía acostumbrada al abuso del poder con la fuerza, la persecución, amenazas y el temor.

Hace un año los bolivianos le dijeron a Evo Morales que no lo querían más. Ahora el primer presidente indígena busca la manera de volver a presentarse a pesar de la convocatoria electoral  que él mismo había llamado. Pasa lo mismo con la inexplicable Venezuela donde Maduro nada quiere saber de una referéndum revocatorio cuyo resultado está más que cantado en contra.  Estas cuestiones son necesarias de ser revisadas y puestas en valor de manera frecuente entre nosotros.

Las dictaduras eternas no existen y las que se mantienen han sumido a sus pueblos en niveles de calidad de vida tan desesperantes que deben pedir ayuda a sus enemigos de siempre para poder comer y sobrevivir.

El poder es como la vida: efímera. Hay que hacer lo mejor y marcharse cuando se debe. Lo otro, es malo para todos incluido para el autócrata.-

 

@benjalibre