Jorge Marcelino es originario de Tecamachalco, Puebla; su papá, artesano, siempre compraba el Excélsior y el Universal. En entrevista para El Periodista, recuerda que su papá siempre le compartía sus lecturas, en tiempos de la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia, y le fue inculcando esa idea de analizar los fenómenos políticos.
Fue así que le nació la inquietud de escribir. Leía entonces los artículos que se publicaban sobre la pobreza, por ejemplo.
Estudió en la escuela Carlos Septién García, a principios de los 70’, en que había mucha rivalidad con la escuela de periodismo de la UNAM…
“Uno de mis hermanos que pintaba autos tenía un jefe que era hijo del ‘Redondel’, un periódico especializado en el tema taurino. En la escuela me pidieron dos cartas de recomendación. Fuimos a buscar al dueño del periódico, en una casa muy elegante, con alfombra roja y me dice: ‘¿Quién es que quiere escribir en el ‘Redondel’?’ Yo respondí que no era la intención, sino más bien la carta, pero fue una muy grata experiencia”, recuerda.
Egresa de la escuela y varios maestros como Tomás Rodríguez eran jefes de prensa de dependencias federales, como la SCT, y otros más en Turismo y otras. Comienza a trabajar en las jefaturas de prensa redactando boletines, estuvo en una agencia de noticias, y escribió en perió- dicos como “El Objetivo”, del Estado de México.
“Hice alguna carrera en el DF, pero como soy de Tecamachalco, dije que quería hacer aquí mi vida. Entonces me vine a la mitad del 1976, empiezo a pedir trabajo en “El Heraldo”, en “Novedades”, y al “Sol de Puebla” lo veía como un monstruo en el periodismo… pero dije: bueno, yo puedo”, comparte.
Recuerda que hizo un pequeño currículum de lo que había hecho reporteando espectáculos en el DF, y se fue a ver a Don Alfonso Neri, entonces director de El Sol, y llevaba un folder color manila, pero lo hizo a un lado y le pregunta:
–¿Usted escribe?
-Sí, claro –respondí.
-Mañana empieza respondió el directivo.
Fue así que le dio indicaciones para empezar a trabajar al día siguiente, con las órdenes de trabajo que le dio Román Sánchez.
“Al otro día mi primera nota fue la de ocho columnas, con el secuestro de unos camiones a manos de los estudiantes de la UAP. “Reporté la nota y salió muy bien. Y con ello, el señor Neri me dio suplencias. Suplí a Raúl Zárate, a María de los Ángeles”, comenta.
Entonces acordó que iría todas las mañanas al periódico, y al platicar uno de esos días le comentó que era originario de Tecamachalco, y le pidió que llevara notas de aquel municipio, ante lo cual comenzó a hacerlo y Don Agustín, quien vendía 30 ejemplares en el zócalo, elevó su venta a 200.
Al poco tiempo, Don Alfonso Neri le preguntó sobre las fuentes empresariales, las cuales desde entonces eran herméticas, no soltaban prenda y eran escrupulosos para dar alguna información.
Y fue entonces, a finales de los 70 y principios de los 80, que Jorge Marcelino comenzó a picar piedra en la fuente empresarial, con la cobertura por ejemplo, de la industria textil.
Era muy difícil porque los empresarios no estaban dispuestos a dar información.
A los empresarios les costó trabajo entender que difundir su información era importante y les dejaría beneficios al expresar sus opiniones.
“Yo quería cubrir gobierno, otras fuentes, y cubrí a los empresarios unos 20 años. Se lo dije a don Alfonso Neri pero no me lo permitió. Me dejó en la fuente”, reprocha. Jorge Marcelino recuerda que había un choque frontal entre el sector privado y el gobierno. En ese entonces hacían los “paros” comerciales en contra de medidas públicas, “y yo le daba mucho vuelo”, comenta.
“Mientras más se agudizaban los conflictos, salían más desplegados”, porque la venta de publicidad era de alguna manera una compensación al ingreso del reportero.
Tiempos Cruciales
-Te tocó la caída de la industria textil. ¿Qué opinión tienes al respecto?
-Sí, lo he comentado en mi columna Agenda empresarial, desde hace 35 años. Me tocó cubrir la primera piedra de Plaza Dorada. Entonces empiezan a llegar franquicias, las tiendas ancla que trabajan casi las 24 horas del día, y yo les preguntaba a los comerciantes si iban a abrir en la hora de la comida, pero respondían que la comida ‘era sagrada’ -explica.
Y añade que en la industria textil lo que faltó fue visión para invertir y comprar maquinaria de punta.
–La conversión industrial que no se completó.
-Sí, creo que hubo varios factores. Los hijos le decían al papá que se necesitaba hacer cambios, pero los rechazaban.
El periodista trae a la memoria que como parte de esa pugna empresarial con el gobierno, el sector público siempre los castigaba con aranceles, trabas, requisitos. Evoca que Ricardo Villa Escalera convocó a una conferencia de prensa, cuando dirigía la fábrica El Triunfo, que exportaba, y era hostigado por las autoridades
–¿Compartes la expresión de que muchos empresarios son changarreros?
-En buena parte sí son conservadores, yo, continuamente les pregunto ¿y dónde está el Grupo Puebla, y por qué no vuelven a tener un banco, por qué no apoyan a los jóvenes?
–Hay muestras de que sí se puede hacer.
-Claro. Me invitaban a las convenciones y congresos en el interior del país, y en ese aspecto no me quejo. Coparmex, Concanaco, Usem, la industria Textil me invitaban, donde se decían cosas que poco se sabían aquí.
“Por ejemplo exportaban suéteres para perro, y al año siguiente se los pidieron con bufanda. Pero ¿por qué no hay ese apoyo a los empresarios?”, se pregunta.
Para Jorge Marcelino hace falta incentivos fiscales para apoyar realmente a las empresas que tienen creatividad e innovación.
“Estamos como en arrancones y enfrenones. Así siento que está la política económica”, comenta.
–¿Qué le recomiendas a los jóvenes periodistas?
-Que estudien la historia y tengan visión amplia. Recuerda cuando acudía a las primeras asambleas nacionales en Acapulco y otros destinos de playa, donde tuvo que fajarse con enviados de periódicos nacionales, quienes acaparaban los equipos para escribir y enviar sus notas. “Hacía periodismo con cincel y martillo”, le han dicho, dado que trabajó con máquinas de escribir mecánicas y por supuesto el tradicional y antiguo télex.