Corría la década de los 70. La mujer tenía muy poca accesibilidad a desarrollarse en igualdad de condiciones en los ámbitos social, económico, cultural, educativo, afectivo y qué decir de lo político.
Las mujeres indígenas eran violentadas de manera particular. Además de ser objeto de violencia física, psicológica o emocional, patrimonial, económica, sexual y política por ser mujeres, se les sumaba la discriminación por ser indígenas.
En algunas comunidades del municipio de Cuetzalan, Puebla, por ejemplo, las féminas no tenían permiso para salir de la casa a reuniones, talleres o ni siquiera tenían consentimiento para ir a vender sus propias artesanías.
Toda esta situación en la que se veían involucradas, originó que doña Rufina Edith Villa Hernández, se enfrentara hasta a su propio esposo.
“Teníamos que ir cambiando esa costumbre en la que la mujer tenía que estar solamente en la casa en las labores del hogar y yendo al trabajo del campo, pero no salir a reuniones, a nada que tenía que ver con capacitación y aprender”, relata.
Fue así que en 1985 se organizó, junto con otros habitantes de 6 comunidades del municipio, para, en un principio, vender sus artesanías a precios justos, al crear la organización Masehual Siuamej Mosenyolchicauani.
Conforme se fueron involucrando se dieron cuenta que como mujeres eran víctimas de muchas violaciones. Comenzaron también a enseñar a leer y escribir, y sobre todo a divulgar el tema de los Derechos Humanos por primera vez en sus comunidades.
Más adelante trabajaron en temas de salud, cuidado del ambiente, y cultura.
“Había mucha discriminación hacia la gente indígena; por ejemplo el marido no quería que les habláramos en Náhuatl a nuestros hijos, y nosotras para que no dejáramos a una lado nuestra cultura, que es para nosotros muy importante, vimos que era bueno rescatar o hacer que se reconociera todo lo positivo de nuestra cultura; de esa manera fue que el marido aceptó que a los niños les habláramos en Náhuatl que portáramos nuestra ropa tradicional, y empezáramos a revalorar esta cultura indígena”, matiza con orgullo doña Rufina.
Se impone a las adversidades
Ya con el respaldo de diversas mujeres y comunidades del municipio, en 1995 decidió edificar un Hotel en la zona denominado Taselotzin con la intención de generar empleo para los propios habitantes, ubicado en la calle Yoloxochitl en el Barrio de Zacatipan.
“No quisimos que se fueran a sufrir en la ciudad, ni que vayan a traer algunas enfermedades por las condiciones del trabajo, y también que cuando se van nuestros hijos se va perdiendo la cultura, pues ya no quieren sembrar la tierra, ya no quieren trabajar el campo y se va perdiendo también nuestra soberanía alimentaria. Entonces queremos que con las fuentes de empleo que tenemos, permitan que nuestras familias sigan estando unidas en la comunidad”, manifiesta.
Desde la entrada del mesón y en una atmósfera fresca que caracteriza a Cuetzalan, la señora de 62 años describe.
“Cuando construimos nuestro hotel lo hicimos desde lo que somos como mujeres indígenas, por eso en nuestras habitaciones los blancos están bordados, y nuestro uniforme como trabajadoras de Taselotzin lo hacemos con nuestro traje típico. También ofrecemos algunos alimentos típicos de la región: temazcal, masaje relajante y tradicional, ofrecemos algunos productos herbolarios, así como recorridos y demostraciones de telar”.
Su proyecto ahora está consolidado, sin embargo se enfrentaron a diversas adversidades. Doña Rufina explica que pidieron ayuda a algunos vecinos para meter la infraestructura de energía eléctrica y abrir calles de acceso, pero los señores no quisieron apoyar.
La realidad era que esos vecinos no podían concebir que un grupo de mujeres indígenas estuvieran al frente de ese hotel y que ellas mismas lo administraran. “Tuvimos un problema. Para evitar que nosotros construyéramos, los hombres fueron a pedir al ayuntamiento que pusieran unas piedras enormes para que no pudieran pasar los camiones con el material para la construcción.”. Pero eso –matiza Doña Rufina- les dio más fuerza como grupo de mujeres. No lo toleraron y pusieron una denuncia pública.
“Desde entonces ya nadie volvió a meterse con nosotras”.
Ahora, los mismo señores –que en algún momento se opusieron a la construcción del Hotel Taselotzin– son trabajadores del mismo, como plomeros, carpinteros o electricistas, “ahora somos buenos amigos y colaboramos en todo lo que necesite la comunidad”. A la fecha son 55 socias del recinto.
“Para mi es una gran satisfacción que como mujeres indígenas hayamos podido echar andar el hotel; no es algo tan fácil, porque es una actividad diferente a la que estamos acostumbradas a realizar en la comunidad, sin embargo, creo que la organización Masehual Siuamej Mosenyolchicauani ha sido fundamental, el hecho de que nosotros nos apoyamos entre compañeras y también el que tengamos ese compromiso de estar aquí en este trabajo”, afirma.
Revalorar a la mujer
En el marco de la Semana de la Mujer que presenta Síntesis, doña Rufina Edith Villa Hernández envía un mensaje a las mujeres: “Invito a las mujeres a que se organicen, a que se agrupen para que realicen proyectos que puedan apoyarlas y que no les de miedo porque como mujeres somos capaces de hacer muchas cosas”.
Y es que para la señora, el Día Internacional de la Mujer que se conmemora este 8 de marzo, no solo debe ser de un día, sino que a lo largo de todo el años se debe enfatizar en que siempre exista equidad entre hombres y mujeres; que las féminas puedan tener las misas oportunidades que los varones, porque “sí somos capaces”.
En su experiencia, comenta que a veces las mujeres tienen miedos, pero si vencen esos temores y se atreven a soñar y trabajar por esos sueños, se harán realidad.
De igual forma, pidió a la sociedad en general y a las autoridades a que no haya violencia de ningún tipo hacia la mujer y que puedan vivir tranquilas. “Tenemos el derecho de vivir seguras, tranquilas y yo si exijo que los casos de muertes sean investigados realmente”.