El Banco Central Europeo (BCE) sigue obstinado en no secundar, al menos no este año, la política de subida de tasas de interés que la Reserva Federal recomenzó desde finales de 2015.

Un reajuste alcista que Janet Yellen, presidenta de la FED, ha comandado de forma tibia y tímida siempre muy a la vera de conocer los datos acerca de la evolución del crecimiento, la construcción, la demanda interna y el empleo en Estados Unidos.

Los economistas sabemos que existen dos pilares fundamentales:  la política monetaria y la política fiscal son las dos piernas que movilizan el desplazamiento de un país.

Y deben además entenderse mutuamente no puede una pierna caminar hacia el lado derecho y la otra al contrario, por esa razón los futuros meses por venir serán bastante interesantes porque podremos ver con mayor claridad todas las maniobras fiscales y monetarias que el nuevo inquilino de la Casa Blanca ordene a su equipo.

El presidente Donald Trump quiere obstinadamente una economía que recupere el brillo mirando hacia adentro y fortaleciendo lo local, lo pretende lograr con estímulos fiscales, rebajas de impuestos, aranceles y otras formas de proteccionismo; mientras en lo monetario desea un súper dólar y unos réditos lo suficientemente atractivos para aspirar inversores de otras partes del globo terráqueo.

De las consecuencias internas derivadas del nuevo viraje en las políticas que sostienen el entramado económico, de ésas se han venido ocupando diversos laureados economistas estadounidenses advirtiendo de que el proteccionismo lo terminará pagando el consumidor local y desde luego, un dólar más fuerte le da una mayor capacidad para adquirir exportaciones pero en cambio encarece las importaciones y si le añaden aranceles pues las castigará aún más.

Toda vez que el subir tasas de interés en una economía cuya clase media depende mucho del consumo a crédito tampoco parece una idea demasiado antojadiza; porque el dinero que entre de otras partes del mundo para invertirse en acciones, títulos, fondos y bonos no es un dinero que beneficie en lo más mínimo a la clase media americana.

Pero Trump es un empresario obcecado él quiere administrar y gestionar la Administración Pública y el quehacer gubernamental como si fuese un consejo de administración más de una de sus empresas inmobiliarias. Atestiguaremos  cómo termina la mescolanza.

 

A colación

Yellen que no tiene ninguna empatía con Trump, ni congenia con sus ideas de política económica, parece atrapada en una trampa movediza: el anterior presidente Barack Obama la nombró en su cargo el 1 de febrero de 2014 en sustitución de Ben Bernanke, su puesto al frente de la Reserva Federal es por cuatro años (renovables); así es que la doctora por la Universidad de Yale tiene varias opciones o aguantar las presiones del magnate y ceder a sus chantajes de subir agresivamente los tipos de interés mientras sigilosamente aguarda que llegue 2018 para que Trump la mueva o bien… Yellen presenta su dimisión antes del verano y se retira para escribir sus memorias.

Son dos visiones y formas de actuar equidistantes, el agua y el aceite no se mezclan; Trump quiere resultados rápidos porque ya tiene la mente en 2020 y desea pulsar el botón de propulsión para reajustar rápida y agresivamente las tasas de interés y Yellen desea ir paso a  pasito.

Esta semana, todo anticipa que en la reunión del 14 y 15 de  marzo, la FED anunciará otro reacomodo en los tipos que ahora mismo se encuentran en el 0.50% y 0.75 por ciento. La intención es  terminar el año con ambos por encima del uno por ciento.

Lo que hay es la rebatinga de la presión y de la velocidad, Trump quiere que suban ya lo más pronto y más allá del 1.75%, y Yellen se muestra más reacia, dudo mucho que ella aguante las formas del nuevo presidente.  Son contados los presidente de la FED que se han convertido en verdaderas instituciones y mandamases hasta para los mercados tenemos el caso de William McChesney Martin a cargo de la Reserva Federal de abril de 1951 a enero de 1970 y el mítico Alan Greenspan, desde agosto de 1987 hasta enero de 2006.

El de la exalumna de James Tobin y Joseph Stiglitz será corto y repito dudo mucho que prosiga en su puesto después del verano, los primeros días de gobierno de Trump son de esperar lo inesperado.

Y en ese sentido, México es arrastrado por esa ola de incertidumbre que lleva a la marisma de las tasas de interés elevadas, es parte de ser una economía tan vinculada a la estadounidense y por supuesto guardar vecindad.

Mientras en Europa aguardarán todo este año para subir tasas, en el país azteca las autoridades monetarias se ven obligadas a maniobrar aumentando sus tipos de interés para evitar un desplazamiento de inversiones allende las fronteras. Desde luego provocará un impacto negativo en el encarecimiento del crédito y del financiamiento…

 

@claudialunapale