Por: Álvaro Ávila Cruz
A cuatro kilómetros de la carretera Santa Mónica–Epazoyucan, dentro de este último municipio, estado de Hidalgo, se encuentra una capillita que marca el inicio de un sendero que conduce a diversos puntos muy atractivos para el deseoso de conocer nuevos lugares distintos y subyugantes.
La gente lo conoce como el Camino a la Mora y es que existe, -a no muchos metros-, un punto conocido como la Mora, (debido a que ahí se encuentra un árbol del mismo nombre) que aloja un manantial que posiblemente sea un escurridero de aguas de lluvia por lo que su entorno es de mucho verdor; cuenta además con un aljibe, o estanque para almacenar agua que, por lo que se ve, era aprovechada por los ranchos cercanos.
Tal vez la construcción pretendió ser un acueducto y aunque no hay información suficiente, presumo que se trata de una construcción antigua, dados la forma y materiales usados. Antes de tomar este camino existe otro punto interesante de conocer que son los pozos que tienen mucha historia y anécdotas no siempre de finales felices.
Poco antes de llegar a ellos hay dos construcciones de una antigüedad considerable, pues una de ellas, relatan los vecinos, tiene más de doscientos años y se ha transmitido de generación a generación, si bien en la actualidad se encuentra deshabitada; de lo anterior se derivó la magnífica idea del Comité para el Recorrido Turístico del lugar, establecer en lo que queda de estas casas, un museo temático relacionado con el pulque y su producción lo cual sería un verdadero detonante económico y de desarrollo sustentable para la región entera.
Más adelante se encuentran unas caprichosas formas rocosas conocidas como la Peña de los Gavilanes y buscando entre la vegetación, una cueva de mucho disfrute, sobre todo después de una larga y sana caminata.
El lugar es muy rico en flora y fauna endémicas: podemos encontrar en este horizonte cambiante techado la mayoría de veces por un singular cielo azul, plantas como bellotas, cinco clases de nopal, maguey, heno, diferentes tipos de biznaga y otras que son aprovechadas tanto para la alimentación como para la elaboración de diversos artículos necesarios para el hogar entre las que podemos mencionar a la lechuguilla de la cual se extraen estropajos.
También se confeccionan un cierto y vistoso tipo de artesanías, especialmente de la prodigiosa palma, quien en verdad es muy aprovechable. También se encuentran muchas plantas medicinales como el simonillo que sirve para la infección del estómago, la hierba de la virgen para las calenturas, oreja de ratón para las hemorragias, la cáscara del encino que combinado con otras como la sábila ayudan a evitar la caída del cabello y la cola de zorra que según nuestra informante, la señora María Tomasa Roldan, sirve para aliviar problemas estomacales; hay otra conocida como trompetilla que ayuda a mitigar las dolencias provocadas por la mordedura de hormiga, la flor del aire sirve para los enfriamientos. Respecto a los animales que han tomado esta región como hábitat, están el zorrillo, víbora de cascabel, liebre, ardilla, conejo, coyote, gato montés, zopilote, tlacuache y una variedad indefinida de insectos, entre muchos otros.
Por todo lo previamente descrito, bien vale la pena visitar esta maravilla de la naturaleza, que aparte de proporcionarnos ejercicio, conocimiento y sosiego espiritual, es necesario preservar y difundir para lograr la conservación de este original sitio. Apoyemos las iniciativas derivadas del ecoturismo que también son una fuente inagotable de esparcimiento y aventura. Yo, lo recomiendo ampliamente.