Este 21 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Poesía. Chiapas ha sido territorio prolífico y destacado por tener representantes de este género literario reconocidos a nivel internacional como Jaime Sabines, Rosario Castellanos, Juan Bañuelos, Rodulfo Figueroa, Enoch Cancino Casahonda, Efraín Bartolomé, entre muchos otros.

Cada uno de ellos logró demostrar, desde su época y perspectiva: el amor, la vida, el desamor, la muerte, la ausencia y el dolor.

Pero más allá de estos nombres que han resonado en diversos lugares, hay otros que, si bien no figuraron en la esfera pública, lograron crear una vasta obra y trascendieron en el corazón y la memoria de los chiapanecos.

Uno de estos poetas, prácticamente desconocido más allá de los círculos culturales y los amigos, es Joaquín Vázquez Aguilar, quien nació en Cabeza de Toro, municipio de Tonalá en 1947, en el seno de una familia de pescadores. El amor por estos paisajes de mar y esteros lo llevaron a escribir su obra.

Quincho, como le gustaba que le dijeran, logró atrapar en su poética la festiva fatalidad del lenguaje, con sus poemas lograba transportar a sus lectores al paisaje que siempre llevaba consigo y al cual extrañaba a diario: el estero de mar.

Desconocido durante muchos años, hoy académicos y estudiantes, se han dado a la tarea de analizar la obra poética de Vázquez Aguilar, se ha rescatado gran parte de su material y se comienza a difundir su obra.

Hoy celebramos a la poesía y te compartimos unos poemas de Joaquín Vázquez Aguilar, Quincho, el poeta de Cabeza de Toro.

Aves

I
tuvo su grieta
su república hinchada
tuvo ese uniformado diente hincado como un fusilamiento
exactamente allí en el lado izquierdo
del mundo
en el lado en que se ama y se odia y se pelea y se enloquece
allí donde brinca la pena como un sapo enfermo
donde la rabia roe como un topo infinito
tuvo también allí su novia
su familia
y todo lo que se quema y se congela allí lo tuvo

pero para qué
para qué
digo para qué escribir sus memorias
si no vale la pena
II

cómo
me mira
cómo
la miro lleno, rodeado del mundo
sustraído del mundo en esta hora delimitada
por la delicia de estar entre la hierba
de sus ojos
en esta hora
delimitada por la luz del sol que se detuvo en el poniente
aliándoseme para poder mirarla a gusto
sin prisa
ni las campanas
ni la ciudad diversa
únicamente el aire suena como un sueño mullido
cómo me mira
cómo
me mira
la miro
y la nube solitaria
las aves
lejanas
las alegres aves
cómo las oigo volar
cómo se mueven y juegan por los tejados y las azoteas
las aves
de mis campos
de mis edades párvulas
cómo revolotean en mi sangre de ahora
en esta hora
suspendida en la nube solitaria de la ventana
mis aves
lejanas
cómo
la llenan de atmósfera
la rodean
cómo
la transportan a mis queridos campos
bajo mis árboles ya maduros
entre la hojarasca
cómo
camina
hacia mí desde sus ojos quietos
cómo
se está quieta en su sitio
cerca de la ventana
frente al maestro que agota la charla sobre el capitalismo
RECADO DE FAMILIA
En memoria del viejo Emeterio, mi padre.

I
Desde el manglar me preguntaron las iguanas por ti
Los bagres del estero también me preguntaron
El viento y sus gaviotas
Tu canoa
Tu atarraya
Mamá me preguntó por ti.
Y yo tuve que hacer este recado
Y ponerlo en el pico de la garza más blanca
A ver si en la blancura te encontraba
Y lo amarré a la tristeza del pez más profundo
A ver en que rincón del agua te encontraba
Y se lo dije a la lluvia
En su gota más secreta
Y al salitre en su yodo más recóndito
Y al más fino pliegue del vestido negro
De mamá y las hermanas
Padre
Que estamos esperando
Alguna brisa tuya entre las ramas de los mangos
Algún indicio de tu nombre en el polvo del patio
Algo que nos diga cómo te va
Don Emeterio
Cómo la vas pasando allá
En esa oscuridad que brilla
Al otro lado de nuestras lágrimas.