Durante una rueda de prensa de hace sólo unos días, el presidente ecuatoriano Rafael Correa sacó a colación el disímil impacto que viene teniendo las torrenciales lluvias ocasionados por el inusual fenómeno de El Niño Costero gracias a la puesta en funcionamiento del proyecto de control de inundaciones del río Bulubulu en la provincia de Guayas de ese país.

Mientras que el impacto de la violencia de la naturaleza no será significativa en esa provincia debido a que ese proyecto ha logrado controlar la inundación de la zona -a través de un sistema de compuertas- para desviar las aguas del río hacia el Golfo de Guayaquil por un canal de más de 30 kilómetros, para el Perú –por el contrario- constituirá un enorme azote a sus arcas debido a los daños directos por la destrucción de puentes, carreteras, viviendas, tierras de cultivo, colectores, sembríos y otros, sin olvidar que el aislamiento de las ciudades y de las poblaciones producirá un gravísimo golpe a las actividades agropecuarias, mercantil y financiera, así como al sistema de salud y electrificación del país.

Si bien, el presidente Correa ha aprovechado la circunstancia de las previsiones adoptadas frente a los fenómenos de la naturaleza para hacer algo de exhibición de su política de inversiones en un período caracterizado por un proceso electoral donde el candidato oficialista, Lenín Moreno, no tiene aún asegurado su triunfo en los comicios, los estragos que tendrá en la economía peruana por la destrucción y devastación de las lluvias ha puesto en evidencia la absoluta ausencia de la planificación en la inversiones y obras públicas.

Claro está que las particularidades climatológicas de la región del Guayas no son completamente análogas a la zona costera de su país vecino, los alardes de Correa –aunque sean mordaces- sobre la falta de previsión gubernamental del Perú para adoptar políticas de planificación no debiera ser tomadas como afrentas sino como examen de sus propias debilidades.

En verdad, el presidente ecuatoriano Rafael Correa –a quien no le guardo simpatía alguna pues ha venido gobernando a su país con autoritarismo y sin tolerancia a quienes piensan distinto a él así como a su gran dosis populista sustentada en su formidable habilidad para comunicarse con las masas- ha puesto el dedo en la llaga peruana.

Sin duda, los procesos de gestión de políticas públicas obligan a reformar la planificación de un objetivo nacional distinto hasta antes de los desastres y calamidades de la naturaleza que todavía vienen ocasionando a la región y señalar la direccionalidad hacia un futuro más organizado y con metas más precisas que los pueblos siempre reclama.

 

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