La guerra que enfrentan las autoridades estatales, federales y militares contra las bandas de huachicoleros está en su punto.

No hay estado donde no se registre la ordeña de ductos de Pemex, el robo, el traslado, la distribución y comercialización ilegal de los combustibles, particularmente de la gasolina, a manos de bandas del crimen organizado.

Ayer pudimos observar -en vídeo- que los enfrentamientos entre las fuerzas castrenses, los huachicoleros y sus “socios”, los pobladores de las distintas regiones del estado por donde atraviesan las redes de Pemex, es grave.

Tan grave que podría dejar un saldo sangriento si el gobierno federal no adopta las medidas necesarias, y más efectivas, para contrarrestar a los grupos dedicados al hurto a paraestatal.

Porque no es nada agradable que los pobladores de Cuesta Blanca, región perteneciente al municipio Palmar de Bravo, hayan defendido a muerte el combustible decomisado por el convoy de militares al que hicieron volcar en su unidad de transporte.

No es nada agradable saber ni observar que bandas criminales, o simples civiles, atacan y agreden, de manera premeditada y con suma violencia, a un grupo de soldados que lo único que hace es cumplir con su deber.

Me parece un evento grotesco y a todas luces reprobable el registrado en vídeo en la región del triángulo rojo en Cuesta Blanca.

Que razón tiene el periodista Jorge Fernández al señalar que el huachicol, el robo de combustible a Pemex, es más negocio que el propio narcotráfico por las millonarias ganancias que éste deja (mil 600 millones de pesos mensuales).

Vale la pena recordar las cifras reveladas en “Razones” sobre el hurto a las redes de Pemex:

Sobre todo porque Puebla es uno de los estados que registra el mayor número de tomas clandestinas en el país.

Tan sólo en lo que va del gobierno peñista se han localizado en todo el país poco más de 21 mil tomas clandestinas, las más importantes en el poliducto Minatitlán-México, que tiene 592 kilómetros de largo, de los cuales 154 kilómetros cruzan por el estado.

Y es precisamente en el Triángulo Rojo en Puebla, en los municipios de Quecholac, Acatzingo, Tepeaca, Acajete, Tecamachalco y Palmar de Bravo, donde el problema se agudiza.

Tan sólo en esta zona se han detectado nada más y nada menos que cuatro mil 441 tomas clandestinas.

Y lo peor, las comunidades de aquella región las protegen pues ya viven y trabajan para la extracción, distribución y venta de combustible robado.

No hay duda que el negocio de moda, el millonario muy por encima del narcotráfico, ahora es la sustracción ilegal de combustible a los ductos de Pemex.

Es urgente que el gobierno federal y los estatales que presentan con mayor intensidad este problema hagan algo para evitarlo.

Hace falta una investigación más escrupulosa para dar con los especialistas, empleados de Pemex, que participan con las bandas dedicadas a la ordeña de los ductos, los cuales no pueden ser violados y preparados para la sustracción por cualquiera.

El robo a Pemex es multimillonario si pensamos que es de mil 600 millones mensuales.

Hacen falta penas más severas para quienes se dedican a esta práctica, lo mismo una estrategia más efectiva e inteligente para contrarrestar el fenómeno del huachicol, al menos en Puebla.

Puebla se tiene que caracterizar por otro tipo de eventos.

Los poblanos no queremos pasar del mote de “los preciosos” a “los huachicoleros”.

¿O me equivoco?

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