Los altos costos de la gasolina y la ola de comercialización de combustible ilícito han orillado a cientos de pobladores del “Triángulo Rojo” a ser víctimas del uso del hidrocarburo en sus autos, es visto como un ahorro para la economía familiar.

Los llamados “huachicoleros” llegan a ti o tú vas a ellos.

Andrés -propietario de una carnicería- opta por pagar 400 pesos de gasolina, lo que equivale a 40 litros y lo suficiente para llenar el tanque de su camioneta utilizada para el negocio.

Son casi las tres de la tarde, Andrés toma las llaves, enciende la camioneta y toma camino hacia el establecimiento que es una pequeña tienda de la localidad. Rumbo al lugar es visible la venta de combustible sobre las pequeñas y abandonadas calles. No hay vigilancia.

Conforme avanza, se puede observar como otros autos llegan por gasolina. Antes que Andrés hay otras dos unidades en la «gasolinería» improvisada a la espera para cargar “huachicol”.

La tienda llamada “Juquilita” apenas si tiene unos cuantos productos, porque ahora el ingreso de la familia -conformada por cinco personas- es a través de la venta de gasolina. El padre es el encargado de la compra masiva, pero la madre e incluso los hijos son quienes atienden a los compradores.

Andrés entra a la tienda, le saludan y le dicen:

-¿Cuántos van a ser?

-40, de la verde.

-Pase, ahorita le echamos.

Andrés mueve la camioneta roja a la parte trasera de la tienda, que sirve como bodega para almacenar poco más de ocho bidones, cada uno de mil litros llenos de gasolina.

El trato es rápido, toman uno de los galones que están preparados por raciones de 20 litros y comienzan a vertir el líquido a través de una botella cortada que funciona como embudo, le colocan una media que sirve como filtro para que no pasen los residuos de la gasolina.

No importa si vas por Magna o Premium, el costo es igual. Tampoco importa la hora ni el día. La venta de “huachicol” está disponible las 24 horas, como si fuera una gasolinería con operaciones normales.

Andrés cuenta que hace poco más de medio año que no va a la gasolinera del pueblo,  prefiere ir a cargar más gasolina por menos dinero.

Poco a poco la actividad se vuelve  más común. Comprar o vender “huachicol” está dejando de ser algo peligroso. Los pobladores son beneficiados por ambos lados. El comprador gasta menos, mientras que el vendedor lo ve como una fuente de ingresos ante las nulas posibilidades de crecimiento en el lugar.

Riesgos, miedos, ganancias y ahorros son algunas de las consecuencias que envuelven a las comunidades ubicadas en el “Triángulo Rojo” que de manera sorpresiva se convirtió en la zona con más venta desmedida de combustible robado en Puebla.