Hace unos 20 años me contactó un ex ingeniero de Pemex que jamás me dio sus datos personales, pero sí información valiosa sobre la ordeña a ductos de Pemex. Un “negocio” creciente en el que participaban, ya entonces, personal y ex personal de la paraestatal y el crimen organizado.
Y el señalamiento, tan fuerte que me hacía entonces, lo sustentaba, entre otras pruebas, con un razonamiento básico: para perforar un ducto que transporta gasolina, con pleno circular del combustible, se necesita de conocimientos expertos y una máquina, la “top machin”, que en entonces costaba alrededor de cinco millones de pesos… es decir, difícilmente podía adquirirla cualquier vecino. Hacerlo sin esta máquina era condenarse a morir quemado.
Eran tiempos en los que en la Zona Industrial La Paz se descubrió que una nave “industrial” para la fabricación de bloque refractario no era tal, sino simplemente una nave en donde se protegían grandes pipas que eran llenadas con una toma clandestina de gasolina que cruzaba junto a un muro de la nave, a escasos 150 centímetros de la vía del tren.
Llamaba la atención también, en esos tiempos, que Pemex difícilmente denunciaba legalmente estas tomas, que los “ordeñadores” siempre conseguían darse a la fuga, y que de los dueños de los vehículos utilizados para el robo de combustible –por las placas de circulación de los mismos-, tampoco eran, como no lo son tampoco ahora, detenidos y presentados públicamente.
Mucho se hablaba entonces también que el combustible robado era distribuido a través de gasolineras, que tampoco eran, ni son, identificadas plenamente.
Y es que entonces la gasolina no era tan cara, se consideraba propiedad de la nación, y no faltó quien comparara su hurto, incluso, con el robo de agua potable.
Al paso de estos años lo que ya era un lucrativo “negocio” se convirtió en el negocio más próspero en el país, que tan solo del 2009 al 2016 reportó ganancias para los ladrones, y pérdidas para Pemex, por 159 mil 957 millones de pesos.
Actualmente, con el precio de las gasolinas pulverizando los salarios, son múltiples las voces que denuncian que el robo de combustible corre a cargo del crimen organizado, aunque sin citar explícitamente la participación de técnicos altamente especializados capaces de perforar un ducto por el que se transporta, con fuertísima presión, el combustible.
Se filtra información sobre puntos de venta del combustible robado, como el que éste se vende en 9 pesos el litro en un tianguis poblano, o se ofrece incluso a través de internet.
Pero toda esa información no ha facilitado a las autoridades judiciales frenar el robo, y aunque se habla de equipo técnico ultramoderno para evitar más ordeña… esta sigue, y como sin nada.
Una suma de complicidades, corruptelas e impunidad que han fortalecido a la “industria del robo de combustible”, que aparentemente nadie quiere frenar, ya sea por redituable o para no pisar “callos políticos”… finalmente quienes pagan por este robo somos los consumidores de gasolina, a través de pagar precios cada vez más altos.