Para Luz María Aguirre Barbosa

Con sincero agradecimiento

El día de ayer se conmemoró el 150 aniversario de un gajo de la epopeya poblana, retomando a López Velarde, cuando las fuerzas republicanas al mando del general Porfirio Díaz vencieron a las fuerzas del imperio mexicano al mando de Manuel Noriega. Aquella batalla que dio inicio el 2 de abril de 1867 y culminara con el rescate de esta ciudad de las tropas del segundo imperio, acantonadas para hacerse de nuestro territorio, entre los que figuraban soldados conservadores mexicanos y franceses (segunda intervención francesa en México), tuvo lugar en aquella madrugada histórica, en la que Porfirio Díaz logró doblegar el avance de las tropas dirigidas por Márquez, quien finalmente vio frustrado su amago para llegar a Querétaro.

El episodio histórico se centró en el Convento del Carmen, donde se encontraban a resguardo las tropas imperiales finalmente sitiadas. A las dos de la mañana los generales Figueroa y Pinzón iniciaron el ataque al Convento del Carmen, esperando las órdenes del general Díaz, con el resultado que todos sabemos: dos mil prisioneros de las fuerzas imperiales fueron pasados por las armas, por órdenes del Benemérito de las Américas, Don Benito Juárez. El ejército de oriente será recordado por siempre en nuestra historia, principalmente por aquél hecho fratricida de la toma de Puebla y la restauración de la República.

Toca ahora comentar brevemente que mi amigo y compañero de muchas batallas, hoy gobernador de Puebla, Tony Gali y su gentil esposa Dinorah López, invitaron al que esto escribe a pasar una mañana inolvidable, que inició con la ceremonia cívico militar en el entonces Colegio de San Javier, en donde tuve la fortuna de reencontrarme con juristas cercanos a mi maestro y mentor, Salvador Rocha Díaz. Me refiero a José Elías Romero Apis y el gran penalista Juan Velázquez, como siempre sencillo, amable y quien recordó algunas anécdotas de nuestro común amigo Manuel Bartlett Díaz, sin dejar de comentarme que hace algunos días le expresara a mi cuasi hermana pequeña, Cristina Rocha, excepcional abogada postulante, que para él, el mejor jurista de este país había sido su padre, mi maestro.  Igualmente tuve oportunidad de saludar a la gran Consuelo Sáizar, de gran trayectoria nacional e internacional para orgullo de los mexicanos; al doctor Germán Gallegos Gutiérrez, compañero de litigios mil del maestro Romero Apis; me reencontré con el talentoso Secretario de Seguridad Pública, Jesús Morales; el gran maestro Pedro Ángel Palou y charlé con su pequeña nieta, colaboradora del Secretario General de Gobierno, Diódoro Carrasco; abracé de manera fraternal al joven Roberto Trauwitz, Secretario de Cultura y Turismo, a la Senadora Paty Leal, a mi ahijado Luis Banck y a mis amigos Roberto Flores Toledano, Rodrigo Riestra y Jorge Aguilar Chedraui, Presidente de la Gran Comisión del Congreso del Estado, así como a Rolando González González, asesor del Fiscal General del Estado. Con todos pude charlar y recordar viejos tiempos, en especial con la primera dama, a quien recordé un hermoso poema que en algunos festejos me solicitaba declamar: “Papá olvida”.

Después del desfile, mi amigo el gobernador me invitó a acompañarle al evento “Día azul”, organizado por la Asociación Civil Autismo Puebla, de gran trascendencia por tratarse de una caminata en pro de niños y niñas autistas. Profundamente emocionado, agradezco públicamente que en su mensaje Tony se dirigiera al amor de mi vida, Carlos, por cierto colaborador de mi fraternal amigo Rafael Ruiz Cordero, y lo pusiera como ejemplo de lo que todos los niños y niñas “especiales” pueden hacer para ayudar a otras personas en situaciones similares, que no problemas, porque como atinadamente dijera Tony, con amor, dedicación e inclusión, toda persona puede alcanzar cualquier horizonte que se trace. Yo soy fiel testigo de ello.

En suma, el día de ayer tuve oportunidad de compartir en familia el valioso tiempo que Tony Gali dedicó al que esto escribe, en amena charla, no como gobernador, sino como amigo fraterno. Sin grillas ni cutres delaciones, que bien pudiera haber transmitido por diversas actitudes zafias de algunos seudo servidores públicos, que vinieron a este hermoso estado a gozar la vida y no a vivir para servir. Por tanto, tranquilos deberán estar aquellos funcionarios públicos de los que los poblanos hemos sido víctimas por su proclividad a la corrupción y por su desapego a la noble tarea que la vida les permitió realizar, y que día con día, en plan gerifaltes, asisten a sus oficinas como filibusteros, cuando su deber es procurar la justicia, sin medrar con ella.  Lo digo sin acritud, ¡pero lo digo!

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