El camuflaje político utilizado por los priistas poblanos para mostrarse como una verdadera opción de gobierno, y como funcionarios públicos honestos, limpios, transparentes y “preocupados” por los ciudadanos se ha esfumado.
Y la última encuesta levantada de cara al proceso electoral del 2018 -sobre la carrera presidencial- así lo dicta (en las preferencias el PAN está con 19.56%, Morena con el 17.09% y el PRI con el 15.61).
La marca PRI ya no vende.
Y no vende porque simple y sencillamente ya nadie cree en políticos que amparados por las siglas del partido de los tres colores intentan venderle espejitos a los poblanos y al resto de los mexicanos.
Su proyecto de gobierno más reciente así lo demuestra.
El presidente Enrique Peña Nieto (EPN) se ha posicionado como el mandatario nacional peor calificado de la historia en distintos rubros, el económico es tal vez su peor desastre.
Y en Puebla no es la excepción.
Los hechos más recientes registrados en el PRI local y en la arena política del estado muestran un partido ya cansado, desgastado, con cero rasgos de credibilidad.
Porque en el PRI de Jorge Estefan Chidiac la desvergüenza parece la característica más rescatable.
La aprobación de la sanción a Eduardo Rivera Pérez, ex edil capitalino, en el Congreso del Estado, la nula critica al sistema como un partido de oposición, la desbandada de priistas a Morena, la disputa de las distintas corrientes priistas por rescatar los restos de un partido fragmentado y casi destrozado sólo por la candidatura al gobierno en 2018, así como los intereses personales y las sociedad como empresarios que algunos de sus dirigentes tienen con el grupo en el poder dan muestra de la debacle tricolor.
El PRI poblano da pena ajena.
Poco a poco sus liderazgos empezarán a partir y abandonar el partido que les dio todo en su época de oro.
Allí está Alejandro Armenta Mier, diputado federal priista, quien cocinó a fuego lento su partida a Morena y al regazo de su nuevo líder, Andrés Manuel López Obrador.
Porque Armenta, hay que decirlo, ya tenía todo calculado para partir del PRI sin que el moviera un solo dedo o dijera una sola palabra sobre su éxodo.
Le apostó a la expulsión y a ser sacrificado por su propio partido a propósito de la Semana Santa.
Un plan casi perfecto.
Y es que con su coartada, Armenta mataría dos pájaros de un tiro: se sumaría al proyecto pejista y mostraría lealtad a Andrés Manuel; y se haría el mártir, se tiraría al piso y se autonombraría como un expulsado del PRI por su tan cacareada congruencia política.
A Armenta, lo dije en Posdata desde que el delegado del IMSS en Puebla, Enrique Doger Guerrero, rindió su informe de labores más reciente: “a Armenta ya se le ve más en Morena que en el PRI”.
Sus colaboradores más cercanos incluso lo reconocen porque coinciden que la vida política en el PRI ya es una pesadilla y ya concluyó.
Así que a Alejandro Armenta ya lo visualizan en el equipo de AMLO en Puebla, junto a José Juan Espinosa, presidente municipal de San Pedro Cholula; a Luis Miguel Barbosa Huerta, senador del PT; a su homólogo de Morena, Rodrigo Abdala Dartigues, y a otros políticos que creen en el proyecto de gobierno pejista.
Sólo es una vacilada y una puntada la declaración de Armenta cuando dice que seguirá en el PRI pero apoyando los pactos y acuerdos de AMLO.
¿O pretende seguir el mismo camino y la misma estrategia que Barbosa, la cual al final le permitirá sumarse de lleno a Morena y al peje?
No hay que analizar mucho, ni ser un gran analista político para leer y entender el actuar de Armenta, quien al final se podrá asumir como un político congruente al dejar al PRI y la mafia en el poder para seguir siendo ciudadano y apoyar un proyecto de gobierno de izquierda.
Porque si la candidatura a la gubernatura en el PRI no se da en este momento no pasa nada, aún está a posibilidad en Morena.
Y si no es así, los cálculos de Armenta y de otros políticos que se están sumando al caminar de AMLO es que en el gobierno federal hay muchos cargos públicos que repartir en 2018 cuando se gane la presidencia.
Así que a Armenta seguro ni le van ni le vienen las amenazas de su dirigencia estatal, nacional, o las lanzadas por Cesar Camacho Quiroz, coordinador de los diputados federales del PRI en la cámara baja del Congreso de la Unión.
Al fin y al cabo ya está cerca de su nuevo protector.
Al fin y al cabo Armenta ya trazó su nueva ruta política.
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