­Si se tuviera que definir un hecho prioritario para garantizar la paz del mundo, la eliminación del llamado Estado Islámico estaría tal vez en primer lugar. El grupo radical islamista que pretende imponer al Medio Oriente (y eventualmente al mundo) su religión y su visión moralista, sexista, misógina e intolerante del mundo, es una vuelta atrás en la evolución humana. Su existencia representa un retroceso de al menos 500 años en la historia. Y sus métodos de violencia extrema y sin sentido son inadmisibles en el mundo contemporáneo.

Así visto, el ataque estadounidense a posiciones de ISIS en Afganistán debe ser parte del combate que, en estricta defensa de su seguridad y la de sus aliados en la zona, la superpotencia libra cotidianamente. Es un deber, muy desagradable, pero ineludible.

Pero pasar del combate frontal a un enemigo que, pese a encontrarse en pleno retroceso, sigue siendo una amenaza para la salud mental del mundo, a convertir el lanzamiento del arma no nuclear más poderosa del mundo en una campaña de relanzamiento e intimidación, hay una gran diferencia. Sobre todo, en el momento en que el pasado ataque de EU al ejército sirio de Bashar Al-Asad generó tensión entre Rusia y su contraparte occidental.

Por si esto no bastara, el gobierno norteamericano aprovechó para amenazas a Corea del Norte, cuyas pruebas atómicas son una flagrante infracción a las normas de la sensatez, al margen de las disposiciones que en la materia impongan los organismos multinacionales. De esta forma, el presidente Donald Trump se comporta como un cazador que, en busca de la presa más codiciada, va anunciando por la selva a grito pelado que va por ella, que se cuide.

Es que para el presidente norteamericano más impopular de la historia no basta con llevar a cabo una labor que proteja a sus conciudadanos de las amenazas externas: además, debe cacaraquear el huevo y esperar que sus potenciales votantes de su hipotética reelección lo vean como el hombre fuerte, el salvador que la Unión Americana necesita.

Es claro que sus decisiones en materia política no han llevado al fortalecimiento del dólar, sino lo contrario. Es claro que su propuesta en materia de salud sólo ha logrado convencer a la gente de las bondades del Obamacare. Y por lo que hace al pretendido muro fronterizo, es inminente que no logrará erigirlo. ¿Es la solución hacer alarde de sus acciones bélicas y confrontarse con enemigos de primer nivel, como Rusia, Corea del Norte o China? Trump parece creer que sí. Pero la realidad indica que es una apuesta muy arriesgada.